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- 15/10/2024 00:00
Un cuento que no es cuento
Después de 10 años en la lama, fuera de la papa, los PRD estaban muy asustados al final de campaña de 2019. No podían quedarse 5 años más sin comerse el pastel.
Rómulo Roux se acercaba en las encuestas después de la llamada telefónica que Martinelli hizo desde la cárcel de El Renacer pidiendo el voto para quien antes le había quitado Cambio Democrático. Finalmente, el PRD ganó por menos del 2 %. El susto se evaporó.
Regresaron con mucha hambre, aunque en los gobiernos de Varela y Martinelli, algunos diputados PRD habían disfrutado de las mieles del poder como si fueran gobernantes. Hasta embajadas les otorgaron y no se diga todos los excesos permitidos con las planillas de la Asamblea.
Desde el inicio, el nuevo presidente quiso ser una especie de rey. Imitaba a su mentor el general Torrijos. Pretendió tener en la presidencia, lo que en términos caninos llamamos considera un puppy, un presidente títere. Quería imitar al fallecido militar en sus recorridos por la “geografía nacional” y empezó a enumerar sus giras por todos los rincones del país. Lo demás lo dejó a su goloso, pero incompetente vicepresidente, quien se rodeó de sus más cercanos socios, amigos y parientes, muchos ni siquiera PRD. Lo primero que hizo este fue pactar con los diputados para que estos hicieran lo que les viniera en ganas. Hicieron bingo con las vacunas, los ventiladores, el hospital modular y mucho más. Era un gobierno tricéfalo: Cortizo, Carrizo y Benicio.
En la presidencia se dieron cuenta de lo que había allí: las partidas discrecionales, que con el mote de discreción han servido para que los gobernantes regalen flores y otras cosas a sus esposas e hijas, compren prendas y ropa de lujo, relojes Cartier para los diputados y un largo etcétera. En detalle, eso sí lo podía firmar solo Cortizo.
La poderosa mano derecha del mandatario intentó lo que nunca se había autorizado a ese nivel: una cirugía bariátrica para una importante funcionaria de su despacho, que pensó la dejaría 20 años más joven. Ya durante Varela, a su jefe de seguridad le habían pagado una, al igual que antes la costearon a uno de los abogados de Martinelli. Buscó el diccionario y se dio cuenta de que las cirugías bariátricas se efectúan cuando la dieta y el ejercicio no han funcionado para perder peso o cuando se tienen problemas graves de salud por ello. Convencer al jefe sería cuestión de tiempo, lo cual logró en menos de dos semanas de constante cepillo.
Ok, finalmente le dijo el jefe. Así llegó a la clínica del doctor Chichit, el mejor de la plaza, quien la tasajeó a las dos semanas. Listo y frito. Salió como nueva. Empeluchada, para competir en Miss Universo, caminando empavonada por los pasillos de Palacio. Como la envidia es tan profunda en el ser humano, sus compañeras la convencieron. Ellas, como panameñas, también tenían derecho a perder unas 20 o 30 libras de grasa para verse tan esbelta como ella. ¿Por qué no?
El asunto se regó en el Palacio de las Garzas de tal forma que también llamó la atención a los marinovios de las secretarias, que también pasaron por los quirófanos de los hospitales yeyé donde opera Chichit y otros dedicados a esta lucrativa especialización de la estética humana. Difícilmente un médico factura tan rápido cerca del medio millón. El asunto benefició hasta a una polémica vicealcaldesa y a un hijo del alcalde de La Chorrera. Llegaron a ser 46 cirugías a quienes solo querían verse mejor de lo que eran, importándoles poco los recursos chupados en el logro de ese capricho. Tampoco importaron los tantos que mueren en espera de atención médica o falta de medicamentos. Eso no era de su incumbencia.
El cuento que no es cuento, retrata al PRD a cuerpo entero. En nada diferente a Varela o a Martinelli en su discrecionalidad y arbitrariedad, pero, sobre todo, por el “qué coño me importa” como hacen las cosas.
Los retos del presidente Mulino a medida que salen a flote todos estos escándalos aumentan. Pondrán a prueba diariamente su política anunciada hasta en Naciones Unidas de que seremos “un país sin corrupción”.
¿Podrá poner orden el nuevo presidente en un país donde la desfachatez, la impunidad y el descaro se han apoderado de sus gobernantes? Lo que haga Mulino para castigar a estos bribones será ampliamente aplaudido por todos.