• 31/01/2021 00:00

Trump, religión y pandemia

“El mundo cambió de repente y es la primera vez que nos enfrentamos, cara a cara, con la opción de madurar como panameños o morir por nuestro pecado original […]”

Pareciese que escribir sobre las pasadas elecciones en Estados Unidos fuese algo superfluo e inoportuno cuando rondamos los 5000 casos diarios de coronavirus. Les demostraré que no es así.

Días atrás, interactué en las redes con un joven chorrerano. Para ambos, la campaña publicitaria de cierta marca de ropa había resultado desatinada; no obstante, para el joven, la iniciativa (en la que aparen modelos de raza negra), no es más que otra expresión de la ideología “progre”.

Expresaba el muchacho (cuya edad, según su foto de perfil, no supera los 25 años), su desprecio por el movimiento BLM. Según él, los negros actualmente constituyen “… una generación de cristal que se cree dueña de la realidad”. Estoy seguro de que dichos comentarios resultarían ofensivos aun para la familia Alexander, de Luisiana, de tendencia republicana, con quienes tengo casi 30 años de amistad. El mismo día de la interacción con el chorrerano, la familia celebraba su primera boda interracial.

Comentarios como: “¡Esta es patraña de George Soros!” y “¡No vencerán al ungido de Dios!, publicadas en cuentas digitales internacionales, se han contado por miles después del 10 de noviembre. No me refiero exclusivamente a los que provienen de Hermosillo o Medellín, sino también a los que se han “posteado”, desde Alanje o Juan Díaz, en los medios digitales nacionales, incluso después de la votación del colegio electoral.

La curiosidad por saber qué hay detrás de este fenómeno me ha consumido. Y es que ¿cómo podría evitarla este panameño, licenciado en estudios internacionales por una universidad cristiana, sureña, blanca y conservadora estadounidense?

El gusanillo de mi investigación radica en la cantidad y vehemencia de los comentarios de estos “expertos”, analizados bajo el prisma del sentido común (Al visitar EUA, nuestra clase media no viaja más allá de los estacionamientos de Disney, mientras que, para los miembros de la clase alta, no hay más país que Miami, Aspen y las universidades “Ivy League”. Para el resto, Estados Unidos son Netflix, el cine y las redes). Llama también la atención la amnesia colectiva conexa (En Latinoamérica, no se requiere haber estudiado ciencias políticas para saber que los fraudes no son orquestados por la oposición).

¿Mi tesis? Se trata de los síntomas de una crisis existencial sin precedentes, producto de la pandemia y de los cambios geopolíticos de los últimos veinte años.

El mundo cambió de repente y es la primera vez que nos enfrentamos, cara a cara, con la opción de madurar como panameños o morir por nuestro pecado original (la corrupción) sin que nadie nos salve desde afuera.

Para llegar a esta conclusión, me he pasado las últimas semanas leyendo y estudiando videos sobre la historia, cultura y religión de ambos países, sin obviar un necesario autoanálisis.

¿Que si soy de izquierda? Pues, hubo alguno que otro participante del último “rally MAGA” en Valdosta quienes, ya sea me cargaron de niño o fueron mis compañeros de juego.

Editor y traductor público autorizado.
Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones