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- 28/07/2012 02:00
Tránsfugas y chaqueteros: Iscariotes politiqueros
El propósito de este artículo de opinión, no es más que supeditar al escrutinio público, nuestra tesis acerca del uso correcto de las palabras ‘tránsfuga’ y ‘chaquetero’, según lo dispuesto en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (DRAE), en su reciente vigésima segunda edición publicada en el 2001, ya que nuestra bella Panamá actualmente presencia un circo politiquero, donde los saltos de un colectivo político a otro, a cambio de dinero (presuntas partidas), son el bochornoso espectáculo principal.
En primera instancia, partimos de la base que el ejercicio de la política per se, en un Estado de Derecho, tiene por objeto la búsqueda del bienestar social por quienes ostentan el poder público emanado del pueblo, y pretenden extenderlo, en la mayoría de los casos. En ese sentido, su fin es noble y respetable, no perfecto, mas poco reprochable. Pero, la actual realidad nacional no propicia un terreno fértil donde sean los verdaderos políticos honestos y los estadistas, quienes dirijan el rumbo de nuestro amado terruño, porque, trágicamente, la mayoría de nuestros gobernantes (no todos) electos democráticamente por el pueblo cada lustro, son pseudo-dirigentes politiqueros que desconocen de ideología política alguna, en flagrante ejercicio de la politiquería, que es la vulgar desnaturalización de la política. He allí la trascendental diferencia entre política y politiquería, y sobre quienes practican una y otra. El auténtico político honesto trabaja transparentemente en favor de las mayorías, mas el corrupto politiquero vive de su obscena politiquería disfrazándola de política.
Ahora, hablemos de tránsfugas y chaqueteros. De las tres definiciones que ofrece el DRAE para la palabra ‘tránsfuga’, consideramos que la segunda es la que mejor describe la situación que vivimos, al definir al tránsfuga como: ‘Persona que con un cargo público no abandona este al separarse del partido que lo presentó como candidato’. Esta definición, por hablar de ‘cargo público’, indica que el tránsfuga, efectivamente, es un servidor público; hecho que nos remite al Derecho Administrativo, donde aprendemos que el estatus de funcionario se adquiere, ya sea, por: nombramiento, elección, contrato o sorteo. Dicha definición finaliza señalando: ‘... partido que lo presentó como candidato’, cuestión que vincula directamente al funcionario con el ingreso a las funciones públicas mediante sufragio popular (elección). Entonces, apoyándonos en el glosario del artículo 2 de la Ley 9 de 1994, por la cual se establece y regula la Carrera Administrativa, la palabra ‘tránsfuga’ es válidamente aplicable, sin error, a aquellos servidores públicos que no son de carrera, especialmente los de elección popular como los diputados, alcaldes y representantes de corregimiento, sin fidelidad partidista, que emulando a sapos, canguros y/o saltamontes ‘pegan un salto’ a otro colectivo político inscribiéndose en él, y abandonando la militancia del partido que los postuló, pero sin desprenderse del cargo público que adquirieron, traicionando la voluntad soberana del electorado.
Sobre el término ‘chaquetero’, el DRAE lo define como: ‘Que chaquetea, que cambia de opinión o de partido por conveniencia personal’. Esta definición es más amplia y no menciona intrínsecamente requisitos o características especiales para encuadrar como ‘chaquetero’, pues sólo se requiere cambiar de opinión o partido por conveniencia clientelista. Allí, pueden encajar desde: activistas, directivos distritales, convencionales, delegados y demás miembros inscritos en determinada organización política.
De nuestro anterior análisis, fundamentamos nuestra tesis en que, política y jurídicamente, en estricto sentido terminológico, la condición de ‘tránsfuga’ solo sería aplicable para servidores públicos por elección popular; y la de ‘chaquetero’, a particulares. Así lo sugieren diáfanamente dichas definiciones del DRAE.
Sin ánimos de imponer vocablos ni jergas, en el fondo los tránsfugas y los chaqueteros son politiqueros y oclócratas contemporáneos, cuya principal característica en común es traicionar desvergonzadamente, tal como hizo Judas Iscariote cuando vendió a Jesús de Nazaret por unas cuantas monedas.
ESTUDIANTE GRADUANDO DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UP.