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- 23/11/2022 00:00
Transformandoun país
En Latinoamérica, lograr el poder en forma democrática, no solo es una victoria, sino, a la vez, un reto histórico de cualquier Gobierno para mejorar una nación y a su gente, o, al menos, en teoría, debería ser así, pero lastimosamente no ocurre con tanta frecuencia. Al menos en Latinoamérica, no sucede de forma continua, ya que proliferan Gobiernos mediocres y corruptos y por eso, muchos ciudadanos deciden buscan arriesgarse y trasladarse a cruzar selvas y ser sometidos por personas que abusan de sus necesidades, para tratar de encontrar sus sueños en otras tierras.
Cada Gobierno inicia una administración con sus planes y proyectos, con un equipo de trabajo, que, supuestamente, debe saber lo que tiene que hacer, liderado por el jefe de Estado, que es el presidente. Al menos así lo entendemos, según lo que hemos visto. En la práctica, los incapaces y los corruptos se mantienen y terminan impunes, como si nada. Los funcionarios que trabajan bien, son apartados, como ajenos del Gobierno, cuando debería ser lo contrario.
En nuestros países, siempre hemos tenido toda clase de políticos y hace unos años atrás, hay un presidente centroamericano que ha resaltado por su trabajo y sus acciones al llegar al poder. El presidente Nayib Bukele de El Salvador en su corto periodo ha sobresalido por tomar decisiones que han roto los patrones acostumbrados y su popularidad es una de las más altas, al realizar cambios, como combatir a las pandillas, que ningún Gobierno que lo antecedió, se atrevió a hacerlo. Sus discursos se vuelven virales en las redes, al comentar sus decisiones y explicar los motivos de sus acciones. Los presidentes como Pepe Mujica y Nayib Bukele, han sido presidentes que se han destacado por mantener sus ideales de mejorar sus países y rompiendo parámetros, que otros no intentaron hacer. Sin embargo, también contamos con dictadores que se quieren hacer pasar por democráticos y mantienen secuestrada a su propia gente, con apoyo o complicidad de las fuerzas armadas, que se prestan para reprimir a su pueblo, en vez de buscar la liberación de las autocracias de esos países, que nunca les dan la oportunidad a otros de aspirar y se dicen llamar democráticos.
Los gobernantes que se han destacado en la historia siempre han llevado una actitud de buscar mejores horizontes y no como los presidentes tinterillos que se llenan los bolsillos y se llenan de publicidad para aparentar o hacer “show” en las redes sociales que “prometen cambiar el país” y están siendo acusados con más de 10 delitos, teniendo su equipo de trabajo condenado por delitos o se encuentran fugitivos de la ley, pidiendo asilo o cambiando de nacionalidad, cumpliendo condenas, escándalos financieros, en forma continua.
Existen casos extraños, donde aparecen voceros que evaden la mayoría de las preguntas o intentan darle un giro a lo más evidente y se atreven a decir que, “al regresar al poder”, van a mejorar lo que nunca hicieron en su momento y estuvieron envueltos en actos de corrupción millonarios y blanqueos de capitales, evadiendo juicios y colocando miles de recursos para que expire el tiempo de los delitos. Irónico, para no decir cómico.
Los grandes líderes de verdad no están involucrados en escándalos de corrupción ni buscan dejar a sus familiares como herederos de la clase política, ni a viudas, hijos, hijastros, queridas y cualquier tipo de parentescos, que no cuentan con los méritos suficientes para aspirar a puestos de elección popular. La grandeza de los políticos está marcada por los hechos y por sus frases peculiares, como una famosa: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país” de JFK. Buscan transformar el país, esperando resultados a largo plazo, no con obras megamillonarias necesariamente, sino con mejorar la calidad de vida. Cualquier parecido a nuestra realidad es pura coincidencia.