• 28/10/2023 00:00

Teleología del laberinto

Entre las numerosas patologías que aquejan a nuestra fragmentada posmodernidad, se encuentra el alarmante estado de disonancia cognitiva [...]

Sabemos que algo está profundamente mal. Sabemos que el futuro está amenazado por una jauría de crisis simultáneas, complejas y potencialmente terminales. Sabemos que el mundo está injustamente dividido, y que la desigualdad y la corrupción campean a sus anchas. Sabemos que el planeta camina hacia la debacle climática y decidimos mirar hacia otra parte. Sabemos que nuestras instituciones democráticas agonizan. Sabemos que la hecatombe nuclear es una horrorosa posibilidad. Sabemos que los medios de comunicación nos mienten en favor de unos pocos, esos pocos que siempre han puesto el dinero y el poder, por encima de la dignidad humana.

Ante este oscuro panorama, es enteramente lógico sentir preocupación por el destino del planeta, buscar respuestas a los males que nos aquejan y tratar de desenredar el nudo gordiano de nuestro presente. Ahora más que nunca, necesitamos defender tanto la razón como el conocimiento y la sabiduría ganados con grandes sacrificios, a lo largo de la historia.

Entre las numerosas patologías que aquejan a nuestra fragmentada posmodernidad, se encuentra el alarmante estado de disonancia cognitiva que afecta a una parte considerable de la humanidad. Individuos y comunidades han ido cayendo en el laberinto de una incomprendida realidad tecnológica. Asistimos atónitos a una nueva forma de esclavitud, que con sus redes sociales, inteligencias artificiales, realidades virtuales y burbujas informáticas algorítmicamente potenciadas fomentan espejismos digitales que viralizan una anticultura de la sospecha que está corroyendo los cimientos de la democracia y atizando una profunda polarización social, que está erosionando de manera irreparable las fibras conectivas de la cultura moderna. Nos encontramos perdidos en un laberinto sintético y autogenerado de dimensiones colosales, incapaces de distinguir lo cierto de lo falso, y, en esta ocasión, hemos perdido el hilo de Ariadna.

Extraviados en este megalaberinto de información indiscriminada, deambulamos a ciegas tratando de encontrar una salida. Así, nos entregamos a la labor de tratar de sofocar la paranoia producida por el rápido y cambiante clima de inseguridad planetaria, y es en este proceso donde muchos se ven atrapados en las redes de antiguas lógicas y narrativas recicladas, siempre simplistas, superficiales y generalizadoras, que intentarán dar respuestas de manera instantánea, fantástica y emotiva a la persistente sensación de inseguridad que nos consume.

Uno de los postulados de la lógica indica que: la 'correlación' no necesariamente implica 'causación'. Y es que en muchos casos correlacionamos de manera superficial y antojadiza datos y hechos, llegando a conclusiones erradas, y deduciendo en consecuencia causas que en muchos casos no existen. Al buen observador, no se le escapará el hecho de que la mayoría de las tesis conspirativas que infestan la internet son, en realidad, una orgía superlativa de correlaciones infundadas y asociaciones aparentemente implícitas que, a primera vista, parecieran tener una cierta lógica intrínseca.

Y he aquí el 'quid' de la cuestión, la mayoría de estas hipótesis del complot posee en casi todos los casos fragmentos de verdad tomados del sinnúmero de problemas y crisis que nos aquejan. Luego, estos serán reinterpretados, correlacionados y empacados de manera sensacionalista y multimediática en gigantescas envolturas de falsedades, medias verdades, relativismos, hipérboles emocionales y analogías ideológicas que luego son trasmitidas de forma viral por medios de comunicación sesgados ideológicamente y cajas de resonancia digital de grupos afines y receptivos. Es así como estas teorías, aparentemente lógicas, son estructuradas cínicamente dentro de narrativas manipuladas con el claro propósito de justificar prejuicios, ideologías extremas, sectarismos políticos, supersticiones y delirios escatológicos.

Estas cápsulas de desinformación manipulada siempre contienen proposiciones seductoras presentadas de manera simplista, digerible y con una poderosa capacidad de entretenimiento. Porque estas aparentes revelaciones están específicamente diseñadas para saltarse el análisis racional y producir una rápida respuesta emocional, de este modo, ya no razonamos la realidad, sino que, seducidos por las increíbles aseveraciones de la lógica conspirativa, abandonamos un sano pragmatismo y procedemos a sentir lo que queremos creer, y de este modo aceptamos mentiras como verdades.

De esta manera, incapaces ya de distinguir el drama real del imaginado, alineados de forma inconsciente hacia lo falso y relativo, y totalmente atrapados en la red de la hipersospecha, interpretaremos todo evento relevante, toda información y cualquier intento de cambio como peligrosos y malintencionados, y como confirmaciones inequívocas de que lo que vemos, deformado por el cristal de la conjura, es la verdad.

Y así se cierra la trampa del laberinto, envenenados con la ponzoña de la duda, procedemos a temer y a resistirnos a nuevas formas de pensamiento y transformación social. Y, como un mecanismo de autoprotección, el ciego negacionismo conspirativo resultará en la aceptación de formas distorsionadas y peligrosas de la realidad; fanatismos, extremismos, totalitarismos, sectarismos, discursos de odio, neofascismos, racismos, supersticiones y patologías religiosas.

En conclusión, la historia de la humanidad es completamente transparente a este respecto: todo maquiavélico agente de poder, sea político, civil, corporativo, religioso o militar, que explote cínicamente a su favor los credos, miedos y supersticiones de las víctimas de la desinformación, confirmando de manera cínica sus falsos postulados, obtendrá absoluto control sobre ellas. Holocaustos, masacres, ultrajes y guerras, tan comunes en la historia humana, fueron perpetrados por tiranos que siempre se valieron del engaño y la manipulación, y estos, siempre fueron ayudados por personas que pensaron que hacían lo correcto, mientras esparcían las mismas mentiras que creían combatir, produciendo las mismas tragedias que pretendían evitar.

Esto, al estar por entero basado en la verdad histórica, no es ninguna conspiración, es la arquitectura misma del laberinto que nos atrapa, es la terrible verdad que no nos atrevemos a ver, y que se repetirá una y otra vez, mientras no aprendamos a pensar y construir el futuro desde la razón. Y, para esto, ya no nos queda mucho tiempo.

Escritor y poeta
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