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- 18/12/2022 00:00
La superdotación intelectual adulta
El término superdotación suele despertar curiosidad, asombro e inclusive temor en algunas culturas y Panamá no escapa de ello. Algunos individuos gozan de cierta particularidad para aprender y captar realidades complejas, profundas y a grandes velocidades. Un sector de la población los asocia a excelentes notas escolares y a prominentes títulos en las ciencias exactas, naturales, sociales o de alto prestigio académico. Otro sector le asume cualidades sobre humanas y casi heroicas, sesgadas totalmente de su naturaleza personal. Infalibles y perfectos por decir lo poco. Ambas posturas multiplican prejuicios de rechazo y de aceptación que naturalizan un trato equivocado respecto a quienes han tenido la osadía de nacer con unos genes especiales y de contar con las condiciones de un entorno que les ha permitido desarrollar esa inteligencia privilegiada.
El superdotado adulto no surge espontáneamente y sin previo aviso. Su desarrollo ha sido precedido de una precocidad intelectual que manifestó a edades muy tempranas (salvo contadas excepciones). Esa es la llamada disincronía a la que hacen alusión aquellos que los observan como adultos en cuerpos de niños o los que dicen que “hablan como viejitos”. En todo lo demás son normo típicos, pero intelectualmente tienen un cableado cerebral propio de niños de tres, cuatro, cinco (o más) años superiores a su edad cronológica.
Es probable que cualquier superdotado adulto vivió un escenario y un contexto en que la escuela le quedó corta, esta dejó de ser un oasis de felicidad y se convirtió en un templo del aburrimiento por excelencia. No había motivación por estudiar, porque no sentía el esfuerzo para lograr las metas escolares. Los hábitos de estudio, disciplina y organización brillaban por su ausencia Solo muy tarde descubrió que mientras los otros estudiaban él o ella solo leía y le bastaba con escuchar al docente para tener excelentes notas. Su gama de intereses por lo regular siempre fueron complejos, de altos niveles de abstracción, raros para muchos y nada atrayentes para sus pares. Sus temas de conversación eran excluyentes de la aprobación social. Lo suyo fueron los libros, la tecnología o las preguntas existenciales. En otras palabras, su inteligencia lo hizo especial y raro (a) incluso en el seno familiar y en su grupo etario de referencia.
Por lo regular, y salvo contadas excepciones, el perfil de un superdotado (a) intelectual adulto (a), no es identificado durante su trayectoria escolar o académica. No se descubre a tiempo la correlación entre la superdotación anulada o reprimida y los probables trastornos del ánimo o de la personalidad. Incluso en ausencia de problemas, los docentes o profesionales de la salud mental no suelen reconocer esta variable como legítima de ser evaluada para articularla en el gran tejido personal del paciente o consultante. Aclaramos que la identificación no debe considerarse como un diagnóstico clínico, porque no estamos reconociendo una enfermedad, trastorno mental, emocional o conductual.
Lo que hacemos es evaluar un perfil y encontrar un potencial. Encontraremos cualidades que pueden ocupar varios rangos de inteligencia: brillante, que suele ser el listo de la clase y superexitoso en la vida, la superdotación intelectual moderada (130-135 C.I) el Alta (135-144), la Excepcional (145-160) y la Profunda (> 160). Algunos perfiles son monolíticos, con un desarrollo especialmente brillante en una o varias áreas concretas de la inteligencia, pero normales en el resto de su espectro y otros de gran heterogeneidad, profundidad y elevados niveles en todas las áreas de la inteligencia. Las habilidades intelectuales en diferentes áreas nos darían como resultado una gran pluralidad de talentos y expresiones de ese potencial.
En Panamá la superdotación adulta no ocupa titulares relevantes en la educación superior ni muestra atisbos de interés en el área empresarial ni laboral. Un estudio longitudinal, correlacional, explicativo, quizás nos proporcione la información y conocimiento necesario para establecer políticas públicas de atención a esta población, la cual deberían recibir beneficios económicos, pragmáticos y sociales como becas, auxilios económicos y tutorías especializadas. Tal cual como un país que no sabe que duerme sobre una gran reserva de oro, petróleo o gas, podemos estar dormidos en los laureles con la superdotación adulta no detectada y no reconocida de nuestra nación.