• 02/06/2023 00:00

Suicidio ambiental

“Nos toca decidir si optamos por el suicidio ambiental o si buscaremos soluciones reales”

El suicidio ambiental de un Estado puede observarse cuando su sociedad actúa como si el impacto ambiental total de la producción económica no-renovable, pudiera ser resuelto fácilmente en el futuro. Para las personas que son suicidas ambientales, en apariencia, el suicidio ambiental no equivale a un suicidio económico. Según ellas, las ganancias de hoy pueden protegernos mañana: por ejemplo, piensan que podemos colocar acondicionadores de aire si el clima se calienta, comprar autos impermeables para transitar en la ciudad inundada, o mudar ciudades a sitios más favorables, etc. Todas estas opciones incluyen grandes cantidades de dinero y energía, y nadie sabe exactamente de dónde saldrán cuando sea necesario usarlas.

Lastimosamente, la ciencia ha demostrado, con el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), que las posibilidades de reparar el clima consumiendo más energía y desperdiciando, no existen. Tendremos que cambiar el sistema-ciudad de producción y transformarlo en un sistema renovable. En los países desarrollados se está hablando de ciudades 0 carbono, y en algunas municipalidades de Canadá se recomienda abiertamente tener menos hijos para proteger el clima. Saben que el mundo de posguerra basado en el petróleo barato y la pax norteamericana está cambiando, y nos está llevando a más inestabilidad política global, y consecuentemente más inflación. Es evidente que no habrá energía barata para sostener una potencial reconstrucción ecológica futura. Las opciones de los suicidas ambientales no son realmente viables.

Esto nos lleva a tres escenarios futuros posibles:

En el primer escenario seguimos siendo inconscientes. Como resultado, el ambiente se quiebra, y nos enfrentamos a constantes sequías, inundaciones, y desastres. En este escenario el Estado se vuelve un zombi, que pasa de crisis en crisis, porque no tiene fondos suficientes para reconstruir, y los cambios del sistema económico se dan dolorosamente. Irremediablemente dejaremos de consumir petróleo y los automóviles serán cosa del pasado, pero la pobreza y el caos reinarán.

En el segundo escenario somos suicidas ambientales con algo de conciencia. Creamos un ministerio de la minería y seguimos conduciendo automóviles eléctricos que consumen energía generada en una termoeléctrica. Vamos simultáneamente cambiando el sistema de producción no-renovable, quizás introduciendo impuestos a la contaminación o a través de bonos sociales, como recompensa por el buen comportamiento climático, u otras medidas tibias que no tendrán éxito. No lo tendrán, porque no cambian la lógica del sistema de desperdicio actual, donde todo es desechable.

El tercer escenario sería decidir no ser suicidas ambientales. Esto significaría comenzar HOY a tomar decisiones inteligentes para cambiar las ciudades y su cultura del desperdicio energético a nivel nacional.

Acá presento algunas medidas a ser evaluadas científicamente por comisiones multidisciplinares y multisectoriales: crear la semana nacional del transporte público y no-motorizado, como las bicicletas, donde todos los viajes de siete km o menos, en el caso de las personas menores de 60 años, serán en transporte público o transporte no-motorizado, exceptuando a aquellos con discapacidades y al transporte de carga. Al cabo de un par de años, el incremento del transporte público y no-motorizado permitiría transformar las calles de Panamá en parques lineales para el esparcimiento y el comercio accesible a todos.

Crear una ciclovía exclusiva y protegida con bolardos en toda urbanización nueva, que conecte a los residentes con los principales ramales de transporte público, e introducir el cambio en el reglamento nacional de urbanizaciones. Prohibir el uso del automóvil los días domingo, exceptuando emergencias y viajes al interior.

Incentivar la construcción de uso mixto de alta densidad en la ciudad para abaratar los costos de vivienda para las nuevas generaciones, con inversión en infraestructura que asegure los servicios básicos a la población existente. Por otro lado, disminuir la natalidad de la población con un programa agresivo y generoso de acceso a medios de control de la natalidad.

Reforestar la península de Azuero en todas sus áreas de suelo infértil o degradado y cerrar la posibilidad a futuras explotaciones mineras sin vulnerar la seguridad jurídica del país. Canjear deuda externa vieja por hectáreas de bosque protegido y reforestado, y renovar la imagen de Panamá como un país verde y sensato, en lugar de oportunista y corrupto.

Para terminar, esta es la imagen a escala real de la minería en Donoso y sus áreas adyacentes, comparada a una parte de la ciudad de Panamá en la misma escala. Podemos observar que el área de la ciudad que va desde el Casco Antiguo al parque Omar podría entrar fácilmente en el área devastada por la minería. Teniendo en cuenta que recientemente hemos batido el récord de consumo energético y nos encontramos en alerta ambiental por la sequía, cada uno puede sacar sus propias conclusiones sobre el estado en el que nos encontramos. Nos toca decidir si optamos por el suicidio ambiental o si buscaremos soluciones reales.

Arquitecto, doctor en Humanidades y Ciencias Sociales.
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