• 30/12/2015 01:00

Sopla el norte...

El primo a su viaje de retorno se enfrenta a un retén de policías armados, quienes lo toman prisionero y lo conducen a Tolé

‘ Se fue el Año Viejo’, exclamaba la abuela materna, agregando ‘y sopla el norte... Prepárese Niño que nos vamos para La Atalaya’. Era el viaje anual tradicional de la abuela materna donde tío Pepe, mi mentor, padrino y tío querido.

Era la época de Navidad y del Niño Dios, el periodo del año más hermoso de la zona tropical del Pacífico en Panamá. Los recuerdos más gratos de mi infancia nacen de estos tiempos.

El viento alisio del norte marca el final de la temporada lluviosa e inicio de la seca, siendo el periodo de tiempo equivalente a la primavera de los Trópicos Recuerdos. Hermosos atardeceres. Juegos nocturnos infantiles en el parque Cervantes con fuga a casa a las 9:00 p.m. al oír los ‘pitos’ de la Policía. Novena del Niño Dios. Villancicos. Coros en La Sagrada Familia, organizados por doña Bilo de Contreras. Hermosos ‘nacimientos’ en iglesias y residencias. Calle Cuarta repleta de vendedoras de ‘dulceros’, adornados con las tradicionales banderitas multicolores de papel de nuestra herencia andaluza. No puedo dejar de sentir nostalgia por esos tiempos del David que solo existe en nuestras memorias. Ayer, un gran pueblo apacible, tranquilo, seguro, ordenado; hoy inseguro, peligroso, lejos de ser apacible. Pero próspero y trabajador. Mi querida ciudad natal, suelo de mis ancestros maternos. No puedo dejar ser orgulloso de ser chiricano y davideño.

De mis recuerdos de niñez nada más recordada como una experiencia traumática compartida con mi hermana mayor, María Teresa, más que una historieta de Navidad es una tragicomedia. Un caso real de humor negro.

Ya de edad para entender que los padres eran el gratamente esperado Niño Dios, en un domingo víspera de Nochebuena, aprovechando la siesta de los viejos y la ausencia de la abuela materna, Mama Yoya, decidimos explorar y encontrar el sitio donde los viejos escondían los regalos.

Escogimos el cuarto de la abuela.

Mama Yoya era una persona sumamente religiosa, su cuarto, oscuro, contenía un verdadero altar de iglesia, mantel, imágenes de santos y velas votivas que creaban un ambiente algo tenebroso que unido a nuestro temor de ser descubiertos aumentaba nuestra ansiedad. Descubrimos una caja de cartón sellada debajo del altar que al levantarla oímos ruidos internos y Tere exclamo ‘ahí está el Niño Dios’ e introdujo su mano que al retirarla portaba un cráneo humano. ¡La caja contenía un esqueleto humano! El resto fue pandemónium. Gritos, niños histéricos, padre despertando de su siesta con uno de sus peores genios. Todos sorprendidos por nuestro macabro hallazgo.

La gran pregunta era ¿de quién es?, ¿de dónde procede?, ¿cuál fue la causa de muerte? La abuela, a su regreso, doy la respuesta. Se trataba de los restos mortales de una amiga cubana, quien antes de morir obtuvo promesa de la abuela de salvaguardar sus restos para futura entrega a familiares que viajarían de Cuba a retirarlos para darles final santa sepultura en la Isla. Evento que nunca surgió. ¿Quién era? ¿Cuántos años tuvo sus restos la abuela? Nunca lo supe. Pero la historia no termina, sigue lo mejor.

Luego de controlado el caos y alboroto surgido, se presentó la cuestión de qué hacer con los huesos. Se resolvió encargar al primo Sigfrido de su destino final y darle santa sepultura en el oriente chiricano. El primo cubría la ruta terrestre del Correo Nacional entre David y Soná.

Pero el primo no cumplió bien su misión. En vez de enterrar los huesos, decidió echarlos a las aguas del río Tabasará, lanzándolos del viejo puente, con la mala fortuna de que la caja cayó enfrente de dos indígenas que pescaban. Quienes al abrir la caja y descubrir los huesos ni lerdos ni perezosos los portaron a la Alcaldía de Tolé, reportando que fueron tirados desde el carro del correo.

El primo a su viaje de retorno se enfrenta a un retén de policías armados, quienes lo toman prisionero y lo conducen a Tolé. ¡Gran problema! Cómo explicar el incidente de despojo clandestino de un esqueleto humano. Pero tuvimos suerte. Recuerden eran los tiempos de la Patria Boba. El tío Lorenzo Esquivel era gobernador de la provincia, quien al ser enterado del lío que involucraba a su madre, luego de la natural rabieta, logró dar explicaciones a las autoridades de Policía y Alcaldía de Tolé, logra la liberación de los huesos y Sigfrido y su retorno a David, donde los restos nómadas de la anónima cubana, luego de los trámites legales pertinentes, pudieron disfrutar, al fin, de la paz de los sepulcros.

Y el resto es Historia...

BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.

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