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- 08/12/2023 11:43
Sobre falsos próceres y la venta del istmo en 1903
Pocas obras sobre el acto separatista de 1903, que condujo a la independencia mediática de Panamá, por el hecho de colocar al istmo bajo el enclave colonial estadounidense, una vez se aprobó el nefasto tratado Hay Bunau- Varilla, ha tenido tanto impacto en la historiografía nacional, como el libro publicado a inicios de los setenta por el autor colombiano: Eduardo Lemaitre titulado: Panamá y su separación de Colombia, una historia que parece novela.
Es importante señalar, que en la década del treinta circuló en nuestro país el libro de Oscar Terán: Del tratado Herrán - Hay, al tratado Hay - Bunau Varilla, historia crítica del atraco yanqui mal llamado en Colombia “La pérdida de Panamá” y en Panamá, “Nuestra independencia de Colombia”. Por esta publicación, Terán, fue vilipendiado e injuriado por la burguesía liberal, que no aceptaba una opinión contraria a la versión que ellos daban sobre lo acaecido en 1903 y sus consecuencias.
Lemaitre, desenmascara, igual que Terán, cómo los sucesos de 1903 estuvieron entretejidos por la traición de los denominados próceres, que tenían contacto directo con el francés Bunau Varilla y funcionarios de alta jerarquía de los Estados Unidos de América, dentro de un plan estructurado separatista, que estaba unido a la entrega de gran parte del territorio a esta última nación, que planteaban dentro de su visión imperial la consecución de los trabajos del Canal por el istmo, iniciados por los franceses.
Esta nación, cuatro años antes, había despojado en su política expansionista las posesiones de España en el Caribe (Cuba y Puerto Rico), además de Guam y Filipinas.
Pactar la libertad con los Estados Unidos, que le habían arrebatado las dos terceras partes de su territorio en los años cuarenta del siglo XIX a México e intervenido en el istmo en múltiples ocasiones para sofocar rebeliones, como la de Pedro Prestán, en 1885, era algo similar a entregarles a los lobos un bebé recién nacido. El espíritu emancipador del Istmo siempre estuvo presente en el período decimonónico, eso lo patentó Tomás Herrera en 1840 con el Estado del istmo y el doctor Justo Arosemena en el Estado Federal de Panamá, no obstante, ninguna de estas aspiraciones legítimas, tenían la condicionante de empeñar la libertad como lo hicieron los “denominados próceres”.
Sobre el particular, en documentos que reposan tanto en Colombia y Panamá, se evidencia, que los habitantes de Panamá sí querían la separación, pero no al precio de ceder la soberanía. Nadie puede negar históricamente el dinero que aportó Bunau Varilla y banqueros estadounidenses para la consumación de los hechos, los cuales fueron utilizados para sobornar a Esteban Huertas y el batallón Colombia, hasta donde se supo, porque jamás hubo reporte oficial de gastos. Tampoco se puede ocultar las fragatas estadounidenses que llegaron al lado Atlántico con sus tropas para intervenir en caso de una acción armada por parte de Colombia. El resultado de toda esta trama fue, que, por espacio de casi 100 años, Panamá heredó un enclave colonial denominado Zona del Canal, que tuvo héroes y mártires, principalmente, los del 9 de enero de 1964.
Lemaitre lo ejemplariza en su ensayo al decir que: “Sea como fuere, los problemas que Panamá se ganó conjuntamente con la independencia, han sido graves y permanentes”. El libro de Lemaitre, circuló poco en nuestro país, porque la burguesía y sus editoriales impidieron que así fuera, constituye un testimonio de pensamiento crítico relativo a los sucesos mediatos e inmediatos ocurridos en noviembre de 1903.
La burguesía en el siglo pasado se sintió cómoda con la injerencia estadounidense dejada de raíz, debido, a que cada vez, se presentaba una crisis nacional, corrían a pedir la intervención, porque su forma política de actuar hacía principiar más en los intereses propios, que de la patria.
La obra de Lemaitre rompió con el ciclo de los historiadores que se dedicaron a adular a los “próceres”, que también fue objeto de rechazo por muchos historiadores panameños que no siguieron los relatos apologéticos de las élites. El autor colocó en el tamiz una historia que había sido ocultada con toda la intención ideológica, con el fin, de que las generaciones pasadas y futuras, creyeran que los “constructores” de la nación, cuyos descendientes gobernaban desde el Club Unión, merecían todo el respeto y pleitesía, por lo tanto, tenían que seguir ejerciendo el poder, aunque la pobreza, miseria y desigualdades campearan a pasos profundos en el país.