• 21/04/2025 01:00

¿Simple locura o estrategia imperial desesperada?

Las recientes políticas económicas de Donald Trump es motivo de amplios debates. Para algunos, como es el caso de Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, Trump es simplemente estúpido, errático y débil. Para otros, como es el caso de Yanis – Varoufakis, así como el de Alejandro Marcó del Pont, Trump actúa dentro de un plan, que contiene una estrategia de recomposición de las relaciones económicas internacionales, cuya finalidad es recuperar y reafirmar la hegemonía norteamericana a nivel global.

En su artículo El plan maestro de Donald Trump para la economía, Varoufakis argumenta que, a su juicio, el plan de Trump operaría en varias etapas. En la primera se daría el choque del incremento de los aranceles, de lo que se espera, no solo una posible reducción directa del déficit comercial. Se tendría en cuenta, además, que “un elemento central de este nuevo orden mundial sería un dólar más barato que siguiera siendo moneda de reserva mundial, lo cual reduciría aún más los tipos de interés de los préstamos a largo plazo de los Estados Unidos”.

En este sentido vale la pena señalar que entre el 13 de marzo y el 11 de abril de 2025 el dólar perdió el 4,35 % de su valor frente al euro. En ese mismo período, la devaluación del dólar frente al yen fue de 2,9 %, mientras se observó una revaluación del 0,97 frente al renminbi. Si bien en los dos primeros casos esto puede promover las exportaciones norteamericanas, esto no es cierto en el caso de China.

En la segunda etapa, de acuerdo al planteamiento de Varoufakis, Trump intentaría una forma de negociación con el resto de los países en situación en que estos, al estar afectados por los nuevos aranceles, acepten un ambiente de un dólar más barato, que estimule las exportaciones norteamericanas, en condiciones que el dólar siga siendo la moneda hegemónica, es decir aceptada como medio de cambio, de pago y de reserva de valor internacional. En este sentido, la negociación de Trump llevaría a que los otros países acepten “una apreciación sustancial de su moneda sin liquidar su tenencia de dólares a largo plazo”.

Hasta el momento esta posibilidad parece lejos de concretarse. Es así que recientemente, luego del choque arancelario de Trump, los valores emitidos por la US Treasury se han venido negociando como inversiones de riesgo. El alza de sus rendimientos, es decir de la tasa de interés que generan, significa un costo más elevado para el financiamiento del enorme déficit fiscal norteamericano, así como para el objetivo de Trump de crear un espacio fiscal para reducir los impuestos a los sectores económicamente dominantes de Estados Unidos.

Esta situación ha llevado a que en el entorno de Trump se planteen estrategias desesperadas y poco viables. Este el caso del llamado Acuerdo de Mar-a-Lago. Según este, Estados Unidos debería obtener una restructuración de su deuda pública, logrando que los bonos de su Tesoro en manos extranjeras sean canjeados por bonos a 100 años plazo con una tasa de interés cero. Se trata en realidad de una medida de extremadamente baja probabilidad. Las razones de esta afirmación quedan claras en el siguiente análisis de Alejandro Marcó del Pont: “Los principales tenedores de bonos estadounidenses son Japón (1 billon de dólares), China (780 mil millones), Reino Unido (723 mil millones) y paraísos fiscales como Luxemburgo e Islas Caimán (843 mil millones). China, por ejemplo, difícilmente aceptaría un canje que perjudique sus intereses. Japón, por su parte, depende de la rentabilidad de los bonos estadounidenses para cumplir con sus obligaciones de jubilación, lo que reduce su motivación para aceptar bonos de bajo rendimiento”.

De todo lo anterior se desprende que en la base de las radicales políticas de Trump existe un plan desesperado para rehacer y sostener la hegemonía norteamericana. Esta, pese a su extremada baja probabilidad de éxito, tiene la capacidad de generar una serie de efectos sumamente adversos para prácticamente todos los países, incluyendo a Estados Unidos.

Para los economistas serios de todas las visiones resulta claro que la política arancelaria de Trump va a generar inflación en Estados Unidos. Esto significa que el alza de precios disminuirá la capacidad de compra de los consumidores y elevará todavía más la incertidumbre de los inversionistas. La contracción de la demanda efectiva generará, entonces, una situación de estanflación, así como de crisis financiera. A esto se puede sumar la disrupción de todas las cadenas de valor internacional. Esto permite concluir que, si bien Trump tiene un plan, también es cierto lo que dice Krugman, el mismo es estúpido, errático y débil.

Se trata de efectos que, por supuesto, van a afectar a Panamá. Desgraciadamente, el ministro de Economía y Finanzas no ha realizado intento alguno de diseñar una estrategia para enfrentar el nuevo entorno externo. Mientras tanto, el señor Mulino sigue entregando el país a los deseos de Trump.

*El autor es economista y docente universitario
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