• 02/04/2024 00:00

San Oscar Romero: cristianismo vs. opresión colonial

En su peregrinar como obispo, tuvo un impacto más allá de su feligresía

A finales del siglo XV al iniciarse la invasión europea a nuestro continente, se inauguró la globalización de una forma de sociedad opresora en la que los grupos de mayor poder se apropian de las riquezas de las poblaciones que aquellos califican de no humanos o no dignos de ejercer derechos en esa generación de riquezas. Para esto, los intelectuales al servicio de las élites crearon argumentos que han servido hasta el día de hoy como excusas para tales relaciones de explotación social, a saber, la racialización (asignar rasgos “raciales” “superiores” e “inferiores”) de los grupos humanos. Esto es, la jerarquización de los grupos no únicamente a partir de algún fenotipo biológico (blancos, negros, etc.) sino unas veces según rasgos étnicos culturales (gitanos, indígenas), otras, por rasgos de nacionalidad (inmigrantes) otras, por afiliación religiosa (islámico, judío), cuyo propósito es hacer distinción entre los poderosos y los explotados. En todos los casos, se trata de un ordenamiento de los grupos humanos que vulnera toda dignidad humana, dado que se hace diferenciaciones en los derechos humanos que unos y otros pueden ejercer.

Esta jerarquización instaurada en tiempos de la colonia para ejercer la mayor explotación conocida en la historia humana, sigue vigente. De aquí que se pueda afirmar que, aunque “el colonialismo” terminó, “la colonialidad” (con su explotación de clases y racismo) permanece; es decir, la cultura de explotación y opresión deshumanizante, perdura.

Aquí, dado que son parte de la sociedad y la cultura, las entidades y líderes de las distintas confesiones religiosas, desempeñan papeles que o bien justifican las prácticas raciales y deshumanizantes, o bien las denuncian y enfrentan.

Por ejemplo, el nazismo alemán se nutrió de los postulados racistas y clasistas del reformador de la cristiandad, Martín Lutero. Este, en su obra “Sobre los judíos y sus mentiras” apelaba a la obligatoriedad del trabajo (sin paga) que debía imponérseles a este grupo que, cultural, religiosa y nacionalmente era considerado en la jerarquía social europea, como de ínfimo valor humano. Es más, según lo describe en la obra citada, “sus sinagogas deben ser destruidas” (Lutero, 1543). En efecto, a Hitler lo apoyaron políticamente (salvo excepciones como el pastor Bonhoffer) desde 1933, los seguidores de las corrientes luteranas y evangélicas alemanas, además de las clases más adineradas de Alemania.

Por lo contrario, han existido otras figuras de las jerarquías institucionales religiosas que han asumido interpretación y práctica distinta del mensaje cristiano en medio de sociedades organizadas colonialmente. Ejemplo indiscutible de esto fue Monseñor Oscar Arnulfo Romero, que precisamente por esa postura asumida favorable a las clases sociales mayoritarias que estaban siendo oprimidas por las llamadas “14 familias” más ricas adueñadas del Estado salvadoreño y respaldadas por los poderes de EUA y su Estado, fue asesinado un 24 de marzo de 1980.

San Romero, cuando se convirtió personalmente y abrazó con su vida pública el mensaje cristiano, no racializado ni clasista, se convirtió en un profeta al que cabía esperar, en algún momento, su aniquilamiento físico, de parte de los que ejercían el poder económico y político...y así ocurrió. De acuerdo a los registros que han compilado diversas entidades académicas y religiosas como la Universidad Centroamericana, era evidentemente insoportable para esas élites, su compromiso con los derechos humanos de los grupos vulnerados de su país cuando afirmaba, por ejemplo, que “el querer mantener la injusticia social es querer mantener entronizado el pecado y echar aparte a Dios” (UCA, 2015). La gota que para los grupos de poder derramó el vaso de agua fue que en su homilía del día anterior a su asesinato, llamó a las tropas del ejército a desobedecer a sus superiores y detener las constantes masacres a pobladores campesinos (Romero, homilía, 23/03/1980).

Su lucha en favor de las grandes masas de oprimidos, no solamente la libró contra los poderes económicos y políticos, también la tuvo que hacer contra otras autoridades eclesiales que sí estaban y aún están comprometidas con el sistema deshumanizante de la colonialidad imperante que observaban en su compromiso cristiano, una militancia “comunista”.

En su peregrinar como obispo, tuvo un impacto más allá de su feligresía. Esto es lo que ha hecho que algunos líderes cristianos no católicos, dijeran que han tomado como ejemplar, “como su pastor”, “su pastoral profética” (Pastor Medardo Gómez, Iglesia Luterana salvadoreña, 2015). ¡Viva por siempre, San Oscar Arnulfo Romero!

El autor es sociólogo y catedrático investigador
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