• 05/01/2021 12:20

Sahara occidental un problema de derecho y política internacional

La lupa internacional estará alerta si Argelia de Boumedian convierta el Sahara en el “clavo de Yoda” de Marruecos o en la estrategia omnibalance de Rabat

En los últimos meses los medios internacionales se han hecho eco de los sucesos acaecidos en el paso fronterizo de Guerguerat, al sur del Sahara occidental colindante con Mauritania, hecho que por decantación puso sobre la mesa el tema del estatus jurídico internacional de la denominada: “República Árabe Saharaui Democrática” (RASD) y del frente Polisario. Sobre el particular, empiezo comentando lo concerniente al Polisario en su calidad de “gobierno” y su reconocimiento internacional. 

Al respecto, cabe destacar que los criterios doctrinales contrapuestos sobre la naturaleza del reconocimiento de gobiernos desde la perspectiva latinoamericana son: las doctrinas Tobar y Betancourt y las doctrinas Estrada y Diaz Ordaz. Las primeras rechazan el reconocimiento de gobiernos en cuyo establecimiento hubiere intervenido la fuerza o cualquier otro elemento inconstitucional, mientras que las doctrinas Estrada y Diaz Ordaz, siguiendo a Podestá Costa abogan por el reconocimiento de los gobiernos en base al principio de la efectividad, ello es, del control efectivo del territorio y de la población que en él se asienta, condición con la que a todas luces, no cumple el Polisario, por lo que su autoridad sobre el territorio no es más que una ficción. 

Si al argumento de los países que no reconocen la RASD, le adicionamos la pregunta, de qué es lo que realmente reconocen algunos gobiernos: al Polisario como un gobierno en el exilio o al Polisario como un movimiento de liberación nacional, tenemos que convenir que a pesar de que algunos gobiernos intentan dar la impresión de que se produce un reconocimiento político provisional de un “gobierno en el exilio”, en realidad de lo que se trata en propiedad es del reconocimiento de un movimiento, como representante de un pueblo, pero no a su gobierno en el exilio como un Estado. 

Tal es la postura de la ONU, la Liga Árabe, la Organización de la Cooperación Islámica, las grandes potencias, la casi totalidad de los países europeos, Brasil, Argentina, Chile, en fin de la mayoría de los países del mundo. 

Lo anterior se explica por el hecho de que, al no reunir la RASD los elementos constitutivos básicos de un Estado, su reconocimiento no pasa de ser un acto meramente declarativo, habida cuenta que no puede reconocerse lo que no existe y aunque se argumente su espacio en la Unión Africana, ello no implica que necesariamente sea reconocida por todos los Estados partes de tal organización, máxime que en la votación para el reingreso a la misma de Marruecos en 2017, este país con la mayor población de hispanohablantes del continente africano (siete millones), no solo consiguió la aprobación de su reingreso (39 de 54), sino también la cantidad necesaria como para poner en entredicho la presencia de la RASD en dicha organización. 

Por otro lado, si nos alejamos del enfoque uisinternacional y lo analizamos desde el prisma político internacional, tendremos la lectura holística de la cuestión, que es la que interesadamente se oculta por las implicancias estratégicas para actores reales en el mismo, como Argelia. Ello es así, ya que su apoyo militar a la erección de una entidad saharaui independiente en esa región se explica por el objetivo de lograr para si una salida al Océano Atlántico (bimaroceanidad). 

Resulta evidente que ello le posibilitaría rodear por el flanco sur a Marruecos, único país árabe del África con doble frente marítimo (Mar Mediterráneo y Océano Atlántico), situado entre dos continentes que controla uno de los accesos del Estrecho de Gibraltar. 

Con todo el asunto no termina aquí, resulta extraño que la reivindicación del derecho de autodeterminación con niveles de estatidad no sea extensiva a naciones que por su historia, cultura, población y autogobierno tienen mayores méritos y no obstante se les conculca su derecho a ser independientes, contraponiéndole al derecho a la autodeterminación de los pueblos, el vilipendiado argumento de “asunto interno”. 

Tal es el caso del derecho a autodeterminarse del pueblo kurdo con 36 millones de habitantes, del pueblo de Taiwán con 23 millones, del Sinkiang con 20 millones, del kashmir con 13 millones, del palestino con 10 millones y del pueblo tibetano con 3 millones; por encima de los cuales, se reivindica tal derecho para una población semi nómada de medio millón de habitantes. 

Cuál podría ser la lógica de tan ambigua e hipócrita confabulación de la comunidad internacional para ocultar lo evidente? Simplemente porque se privilegia sobre el derecho de millones de seres a tener su Estado, la posición geográfica de una minúscula porción al noroeste del desierto del Sahara, hostil a la vida humana, pero desde donde es posible establecer emplazamientos militares capaces de comprometer la seguridad de Europa occidental, a través del control del eje Azores-Canarias-Baleares, amenaza que de concretarse alteraría el equilibrio de fuerzas en toda la región. 

No es casual el tono de las amenazas de Argel, respecto a las escaramuzas del 21 de octubre del año en curso en Guerguerat, cuando exigía el cese inmediato de operaciones militares cuyas consecuencias podrían afectar a la estabilidad de “toda la región”, en otras palabras, en lenguaje castrense: si Marruecos no se detiene, ocuparemos todo el Sahara occidental, hasta alcanzar el Atlántico. 

El evento en cuestión pondrá de relieve la posición de las grandes potencias, que como es costumbre, escondiendo el sustrato del problema, paralizarán el accionar del Consejo de Seguridad de la ONU. Dentro de ellas, una incógnita al parecer de algunos será la postura del nuevo gobierno de los Estados Unidos en relación a la orden ejecutiva por la cual el gobierno saliente de Donald Trump reconoce la soberanía marroquí en el Sahara occidental. 

Con todo, al decir de John F. Dulles, la escogencia entre los “amigos o intereses” no se le pinta fácil a Joe Biden, pues cualquier intención de revocar la decisión, obligara sopesar, entre la postura de los pro saharauis: James Baker y John Bolton y que Marruecos no solo fue el primer país en el mundo que reconoció a los Estados Unidos, sino que en época reciente también demostró ser amigo de ese Washington, cuando junto a Túnez, fue el único país árabe en abrir una oficina de contacto con Israel luego de la Conferencia mesoriental de paz en Madrid 1991. 

Que además fue el único Estado magrebí que acompaño a la coalición internacional en la guerra del Golfo de 1991 tras la invasión de Irak a Kuwait; que constituye una barrera de contención del islamismo radical africano y que mantiene en la sala de espera el flujo de migraciones desde el Sahel a Europa. 

En contrapartida, si lo vemos desde la óptica de los intereses estadounidenses ¿Convendrá a los Estados Unidos la presencia marroquí en el Sahara occidental, o en su defecto saludará la creación de un protectorado filo cubano de Argelia en África noroccidental, que facilite el establecimiento de bases militares de nucleares enemigas como pieza del anillo que ya rodea a la OTAN? 

En fin, a la postre veremos que prospera, si el proyecto de la Argelia de Boumedian de convertir el Sahara en el “clavo de Yoda” de Marruecos o la estrategia omnibalance de Rabat. Yo apuesto a lo último.

*El autor es profesor titular de Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá
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