La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
En una democracia fallida, todos hacemos algo para que no funcione. Primero, asumimos por defecto roles disfuncionales. Segundo, limitamos nuestra experiencia democrática tan solo a votar cada cierto tiempo. Tercero, esperamos la llegada de ciertos mesías que nos rescaten de los roles que asumimos por defecto.
El primer rol, lo constituyen los habitantes de la clase popular. Manejado con: economía informal, paternalismo político, y entretenimiento. Estas personas se caracterizan por tener un nivel educativo básico, y aspiraciones personales fundamentadas en la carencia económica. Su participación en la política es mayormente pasiva (subsidios y planes sociales). Reaccionan cada cinco años, para votar por la propuesta que más les “da” o promete darles. Le gustan los políticos populistas y de “carácter fuerte”, tengan o no buenos preceptos morales. Su aporte político es masivo cuantitativamente, pero cualitativamente manipulable. Ellos quitan y ponen presidentes, aunque ... casi totalmente engañados.
El segundo rol, lo constituyen las personas de la clase media. Todos los profesionales, obreros, mini y microempresarios. La gente que sostiene gran parte de la economía estatal. Aunque son la evolución natural del primer rol, gastan su mayor esfuerzo existencial tratando de no volver a él. Sobreviven de la economía formal, y pueden alcanzar niveles académicos altos. Su aporte político es cuantitativo y cualitativamente inferior a los del primer rol. E igual que ellos, limitan su práctica política a votar cada cinco años. Y siempre lo harán por “el menos malo con mayor probabilidad de triunfo”. Son capaces de reconocer al mejor candidato, pero saben que sus probabilidades de triunfo son muy bajas. Poseen todo lo necesario para dirigir una sana democracia, pero están más preocupados en “resolver” el día.
El tercer rol lo constituyen políticos corruptos, gobierno, y ciertos medios de comunicación. Es cuantitativamente mucho menor al rol anterior, pero cualitativamente más dañino. Sus políticos son fichas del poder (económico, político o mediático) y traicionan desde su génesis al pueblo. Son los encargados de generar economía especulativa, y crear las leyes/ estructuras administrativas que sostendrán a la democracia fallida. El gobierno, por su parte, como buen cómplice, ejecuta y hace ejecutar el dictamen de estos políticos. Finalmente, los medios de comunicación se encargan de crear la distracción masiva necesaria para separar y alienar a los ciudadanos del primer y segundo rol. Crean toda la parafernalia necesaria para ocultar al “poder detrás del poder”. Jugando a veces de oposición, otras pro gobierno, y otras de “pueblo”. Entre todos, cubren a la democracia fallida de falsa “institucionalidad y legalidad”. Malbaratan la cosa pública e inoculan la lucha de clases (prohijando el paternalismo). Así pues, el sector público se mantiene en quiebra, dando larga vida a los problemas sociales, que sustentan la dependencia gubernamental y someten a los roles medio y bajo. Justificando también, la existencia de un sector pequeño, privilegiado y muy enriquecido, de empresarios que se enquistan y parasitan cada gobierno. Dividen los países en dos. Uno muy próspero, pero pequeño y “privado”, para el que parece funcionar la democracia. Y otro, mucho más grande, en el que la democracia falla y nada funciona.
El cuarto rol, o “poder detrás del poder”, lo constituye lo más alto de lo más alto del poder económico. Que bien podría provenir de la actividad comercial legítima o ilegítima. Rige al tercer rol, para harto provecho y beneficio suyo.
Las democracias fallidas pueden durar décadas, basadas en el engaño y sometimiento popular, creando crecimiento sin desarrollo. Aun así generan, tarde o temprano, gobiernos autocráticos de facto o elegidos democráticamente.