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- 04/11/2019 00:00
¿Reformar por reformar o constituyente?
El 14 de noviembre próximo se estará conmemorando una vez más, el Día del Patriota, en memoria de mi esposo Carlos Iván Zúñiga Guardia, recordando la fecha de su desaparición física en el año 2008. Entre las razones que motivan tal reconocimiento, está su infatigable lucha porque el país lograse perfeccionar su democracia. En ese afán una de las banderas que enarboló en sus últimos años de vida, fue exigir la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Postulado patriótico que se ha burlado por todos los gobiernos que han pasado desde el año 1989, después de la dictadura militar, cuando se inició el periodo democrático.
No es mi intención presentarme como una abogada constitucionalista para expresar mis ideas sencillas y sinceras sobre esta problemática y mucho menos redactar una nueva Carta Magna. Soy sólo una ciudadana que quiere expresar con su opinión lo que siente sobre lo que el actual gobierno está pretendiendo realizar en el tema constitucional y que la presente Asamblea Nacional ha aprobado a tambor batiente con unas reformas constitucionales inconsultas, que buscan poner un parche más a la Constitución de 1972. Atribuyen sus promotores que las Reformas son producto de una supuesta Concertación Nacional de un grupo que nadie sabe a ciencia cierta a quien representa o favorece, porque a nadie que conozcamos se le ha preguntado alguna consideración sobre los cambios que deben realizarse a dicha constitución y tampoco si la solución son unas Reformas Parciales o una Constituyente, como estimo, lo desea la mayoría del pueblo panameño.
Con los parches que quieren realizar a una Constitución que nació en los cuarteles en 1972 y para mantener ese origen militar, que ya está expirado, prefieren todavía seguir nutriéndose de él, sin darse cuenta que es como un cordón umbilical que hay que cortar de una vez por todas. No puede ser que el espíritu de la dictadura militar todavía siga. Tienen que haber cambios profundos en materia constitucional y no las pinceladas que significan unas Reformas.
Panamá mantiene la Constitución de la dictadura como quedó en 1983, con sus pocas modificaciones posteriores y eso no es lo que el pueblo panameño quiere. No puede ser que por conveniencia, la herencia constitucional de lo que fue una satrapía, siga funcionando en nuestro país porque eso le rinda sus réditos a la politiquería reinante.
Si hacemos una lectura de lo que está ocurriendo en Latinoamérica, debemos ser previsores y tratar este tema con seriedad y cortar por lo sano. Hay que hacer la verdadera Concertación Nacional con lo que significaría la Constituyente Originaria. Ya hay brotes de protestas contra lo que ha aprobado la Asamblea Nacional, pues estas reformas no son lo que quiere el pueblo. Llevar las reformas adelante con el afán de reformar por reformar, no tiene ningún sentido y sólo traerá descontento y frustración en el pueblo panameño. Hay que pensar con sensatez y hacer una nueva Constitución que actualice nuestras políticas sociales, económicas y educativas, para poner al país a tono con los tiempos y conjurar los males que se avecinan. No debemos esperar una crisis mayor en donde después quieran salir como redentores los peores hijos de nuestra Patria.
Recuerdo que la Nación entera fue testigo de los amplios debates que se dieron en el Teatro Nacional en donde se reunía la Asamblea Constituyente que redactó la Constitución de 1946. Allí asistíamos los estudiantes Institutores y Liceístas acompañando, entre otros, a la profesora Gumercinda Páez y Domingo H. Turner, para incluir en el proyecto, el Principio de Educación Laica. Todo el debate constituyente se realizó de manera pacífica y ordenada con la participación de grandes personalidades de la época, que querían lo mejor para el país. De eso es que debemos preocuparnos, que quienes participen y coordinen los debates sean personas serias, probas y preparadas y no individuos improvisados que desnaturalicen el concepto de patria, como siempre lo defendió mi esposo Carlos Iván Zúñiga Guardia, que desde su juventud se preocupó para que este país fuera un país decente, donde la gobernabilidad estuviera representada no por militares y corruptos, sino por un gobierno totalmente democrático y respetuoso de las leyes y una Constitución fruto de la consulta y no del totalitarismo que desmerita el prestigio de una verdadera patria.