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- 27/04/2023 00:00
Reflexiones en defensa de la Nación panameña
Ante las desafortunadas declaraciones del canciller de la República de Colombia, meditaba sobre el origen de nuestra historia como Nación, y explicar por qué somos un pueblo con características propias, y que nuestros ancestros, inspirados en las ideas libertarias, también anhelaban ser una República.
Nuestra historia colonial tiene sus registros iniciales en el año de 1501, con la expedición de Rodrigo Galván de Bastidas, entre cuyos conquistadores se encontraba el propio Vasco Núñez de Balboa, al Istmo de Panamá, previo al cuarto viaje de Cristóbal Colón, donde funda la primera población en el Istmo, en Veraguas. Población llamada Santa María de Belén, fecha registrada el 24 de febrero de 1503.
Siete años después, en una nueva expedición liderizada por el bachiller Martín Fernández Enciso, los españoles fundan Santa María la Antigua del Darién, el primer municipio en Tierra Firme, eligiéndose como alcaldes a Vasco Núñez de Balboa y Martín Samudio. Santa María la Antigua fue el punto de partida de la expedición que llevará a Balboa a descubrir el mar del Sur; ahí se estableció la primera diócesis en Tierra Firme, cuya fecha de fundación es el día 9 de septiembre de 1513 y que hoy conocemos como Diócesis de Panamá, también designada como la capital del territorio de Castilla de Oro.
Desde Santa María la Antigua, se da la orden de establecer un asentamiento en el nuevo mar, bajo el nombre de Nuestra Señora de la Asunción Panamá, que dos años después de establecido, el 21 de septiembre de 1521, recibe el título de ciudad por Carlos V.
La organización política de esta primera urbe estaba bajo el régimen municipal, la cual tuvo una vigencia desde 1519 hasta 1821, bien señalaba en su tesis de graduación el jurista Carlos Iván Zúñiga, que dentro de este régimen se tenían los siguientes funcionarios: los alcaldes, que dictaban justicia con el asesoramiento de los regidores; los procuradores, que eran los delegados auténticos ante los Consejos; los mayordomos, que tenían a su cuidado el tesoro; los escribanos, que eran encargados de llevar las actas, documentos y datos del Cabildo; los alguaciles, que tenía facultades para hacer cumplir los acuerdos de los cabildos; y los alférez reales, que tenían la custodia de los estandartes. Dentro de toda esta organización administrativa y política nunca hubo una relación directa con la Nueva Granada.
La situación en el Istmo de Panamá, para consumar las gestas de emancipación, era muy distinta; en el libro sobre la Vida del general Tomás Herrera, el Dr. Ricardo J. Alfaro dice que la “Independencia del Istmo, por la cual suspiraban los patriotas panameños desde antes de la creación de Colombia, se imposibilitaba por varias causas: la primera el aislamiento en que se hallaban los núcleos revolucionarios donde había ejércitos; la vecindad de Cuba y el Perú, baluartes poderosas de las armas realistas, y el consiguiente desamparo en que estaba el Istmo, a causa de su posición entre ellos; y, por fin, el gran número de tropas que constantemente guarnecían las plazas fuertes de Panamá y Portobelo, porque el Gobierno español reconcentró, por decirlo así, en Panamá, la dirección gubernativa del virreinato de Santa Fe.
La historia colonial demuestra que, antes de 1821, Panamá no tenía ningún tipo de relación y menos de pertenencia con Nueva Granada. Así la gesta de independencia de 28 de noviembre de 1821 se consumó con un gran debate, de ser totalmente independientes, adherirnos al Perú o a Colombia, prevaleciendo esta última, tal como aparece consignado en el Acta de Independencia, que declaraba, en su artículo 2°, que el Istmo formaba parte de la República de Colombia. El sueño de una Libertad, de que fueran los propios istmeños que se dieran sus propias leyes, nos llevó, voluntariamente a adherirnos a la Gran Colombia, inspirados por el Libertador Simón Bolívar; ¿cuál de las colonias españolas independizadas no cegó ante los brillantes rayos del sol de Colombia? El Istmo sufrió esa fascinación, y se unió al destino de la hija de Bolívar, expresó Carlos A. Mendoza.
Al fracasar el sueño de Bolívar, nos separamos de Colombia en tres ocasiones 1830, 1831 y 1840, sobresaliendo el movimiento guiado por nuestro prócer Tomás Herrera, quien establece nuestra propia primera República de Panamá; Víctor Florencio Goytía señala que la República nace el 18 de noviembre de 1840, con el consenso unánime de todos los municipios del Istmo, en donde se delegó una Convención representativa de la voluntad general, con los poderes necesarios para la organización de un Gobierno republicano, independiente, soberano, democrático y representativo. Tomás Herrera, el día en que tomó posesión de su mandato, expresa unas prodigiosa y mesiánicas palabras:
“El Istmo debe un día venturoso recibir tributo de todas las naciones de las cinco partes de la Tierra, y todas las naciones tienen derecho a que se les facilite por esta vía el cambio de sus diversos productos. Pero es seguro que tal acontecimiento no tendrá lugar nunca mientras el Istmo, haciendo parte de la Nueva Granada, haya de recibir de ellas sus leyes”.
La historia demuestra que Colombia es la que invita a Estados Unidos de América a prestar interés en la posición geográfica del Istmo de Panamá, quedando demostrado con la firma del Tratado Mallarino-Bidlack, de 1846, cuando, a cambio de beneficios económicos, Estados Unidos le ofrece a Colombia garantizar su soberanía sobre el istmo e impedir así cualquier intento panameño de separarse de Colombia. Con respecto a este Tratado, Alberto Mckay, sostuvo: “un país que en un acto de soberanía se unió voluntariamente a Nueva Granada en 1821, 1831 y nuevamente en 1841, quedó convertido en propiedad de un Estado garantizado por otro Estado”.
Fue nuestro futuro como nación lo que nos llevó a separarnos definitivamente de Colombia el 3 de Noviembre de 1903, era ese sentimiento de unidad y afinidad que nos conduce a buscar nuestro propio destino y ser independientes. Es importante aclarar las realidades históricas, recordar el pasado y exigir el respeto, sin olvidar que tenemos raíces históricas comunes.