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- 13/11/2022 00:00
Prevención y control de la demencia
El Gobierno del Reino Unido anunció en 2019 que aumentaría en 2037 la edad de jubilación a 68 años para reflejar mejor la demografía de la población de ese país. En 1948, cuando se introdujo por primera vez la figura de la jubilación, la esperanza de vida promedio de un británico de 65 años era de 13.7 años. En 2020 era de 19.7 años. Igual ocurre en Japón, donde la Sociedad Gerontológica y la Sociedad de Geriatría han propuesto subir la edad de jubilación a 75 años, calificando la edad actual de 65 años muy anticuada. La expectativa de vida de un panameño de 62 años en 1960 era 5.5 años, pero en 2010 subió a 16.5 años y se espera que en 2025 llegue a 26.4 años.
Que la población mundial envejece es innegable. En la mayoría de los países, la expectativa de vida promedio ha aumentado. Sin embargo, la carga económica y social por vejez refleja que vivir más tiempo no necesariamente equivale a vivir mejor. Aunque la mortalidad ha disminuido, el número de muertes por enfermedad de Alzheimer y otras demencias ha aumentado sustancialmente.
La demencia es una de las enfermedades más temidas entre las personas mayores de 50 años. A nivel mundial, alrededor de 87 millones de personas vivían con demencia en 2015, lo que la convierte en un gran desafío de este siglo. En Panamá, la cifra en 2015 era 22 mil personas, pero se estima que la cifra alcance 47 mil en 2030. El año pasado la Organización Mundial de Salud creó una Comisión con el objetivo de producir recomendaciones para manejar la epidemia de demencia. El mensaje general hasta ahora es uno de esperanza.
La idea de que la demencia es una consecuencia inevitable del envejecimiento ha prevalecido durante mucho tiempo en la mente de los médicos. Sabemos que es incurable, pero que existen tratamientos para ayudar a modificar el curso de la enfermedad. Para maximizar las habilidades cognitivas de las personas, la Comisión recomienda que los inhibidores de la colinesterasa se ofrezcan en todas las etapas a personas con enfermedad de Alzheimer. Igualmente, la memantina se debe ofrecer para los casos de demencia severa. Y lo más significativo es que la Comisión ha logrado incorporar un modelo de factores de riesgo que sirven para tratar la enfermedad en diferentes fases de la vida, no solo para la vejez.
Por ejemplo, detener la educación antes de la escuela secundaria contribuye a aumentar un 8 % el riesgo de la enfermedad. La hipertensión y la obesidad a los 45 años de edad contribuyen a aumentar un 15 % el riesgo. Situaciones como depresión, diabetes, inactividad física, tabaquismo y aislamiento social incrementan el factor de riesgo en 18 %. En conjunto, eliminar estos factores podría prevenir casi la mitad de todos los casos de demencia. Por lo tanto, la demencia ya no se puede ver como una enfermedad de la vejez, sino como una enfermedad de la mitad de la vida que es clínicamente silenciosa.
La Comisión también arroja luz sobre el papel de la atención para las personas que viven con demencia. Se estima que casi el 85 % de los costos asociados con la demencia (alrededor de $900 mil millones anuales en una escala global) están relacionados con la atención familiar. Cuando se trata de crear una estrategia de primera línea de atención para la demencia, observamos que los sistemas de seguridad social y salud pública como tales están fallando.
La demencia es un verdadero desafío para los Gobiernos en todos los países. La incidencia general está disminuyendo, presumiblemente porque las personas viven vidas más saludables y se adelantan a los factores de riesgo más temprano. Pero debido al envejecimiento de la población, se prevé que el número de personas que vivan con demencia se triplicará para el año 2050. Las estimaciones sugieren que los países de bajos y medianos ingresos serán los más afectados por la carga. Por tanto, el mensaje de prevención es aún más importante para nuestro país que no cuenta con los servicios adecuado para brindar atención o apoyar a los familiares.
La prevalencia de demencia podría reducirse a la mitad si retrasamos su aparición. Esto podría lograrse con intervenciones más ambiciosas entre las edades de 20 y 40 años. La atención de la demencia debe abarcar la atención médica, social y de apoyo; y se debe adaptar al individuo e incorporar apoyo para los familiares. Este cambio en la percepción ofrece oportunidades para repensar la enfermedad de la vejez como un resultado prevenible. Como prevemos vivir vidas más largas, la preparación para la vejez comienza hoy.