• 13/05/2019 02:00

El plagio: un cáncer académico

‘Con las nuevas tecnologías, se han creado herramientas de apoyo para prevenir, combatir y regular el plagio [...]'

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2018), plagio viene del latín ‘plagiare', significa ‘robar esclavos' en otra definición, copiar obras ajenas y hacerlas propias. El posicionamiento de ideas, sin el debido reconocimiento de autoría, ha sido tema de debate jurídico y legal en diversos escenarios: comercial, artístico, científico y en especial; el académico.

Los ambientes virtuales nos abren las puertas a un mundo de información, podríamos decir, alucinante; pero también nos acerca a malas prácticas, como el ‘copiar y pegar'. Lo cierto es que, la escritura y la lectura, en medios digitales, tienen un mayor alcance que los textos en físico. Esto hace que rápidamente se propague sin control en diversas fuentes: confiables y no confiables. Por lo que, el plagio en las universidades, es un tema del que se tiene mucho que decir y del que pocos quieren hablar.

¿Cómo podemos prevenir el plagio?

Primero que todo, aclaremos que el plagio es un delito, por ende, hay una acusación la cual es determinada por un juez, un fiscal o mínimamente un perito en lingüística. En un contexto académico, más que llamarle plagio, nos atrevemos a denominarlo como un problema de dependencia textual, lo que usualmente observamos al revisar algún trabajo de grado, artículo, monografías o informes de nuestros estudiantes.

Con las nuevas tecnologías, se han creado herramientas de apoyo para prevenir, combatir y regular el plagio; algunos de uso gratuito y otros de venta en el mercado. En Estados Unidos, Canadá, España, México y Chile se utilizan programas antiplagio como: el ‘Turnitin', ‘Ithenticate', ‘PlagScan', ‘Viper', y ‘Urkund'; en universidades reconocidas como Harvard, Berkeley, la Complutense de Madrid y la UNAM. En Panamá, nuestras universidades se encuentran en un limbo académico y administrativo en materia de normativas y protocolos para el uso razonado y efectivo de estos programas antiplagio. Lo positivo sería la intención de promover una cultura basada en la integridad y ética para lograr una confiabilidad en la producción académica.

Recordemos que los programas antiplagio son solo herramientas de informática y estadística, por ende, hacen una evaluación meramente cuantitativa, miden el nivel en porcentajes de coincidencias y similitudes en los textos, lo que no es suficiente para señalar que se ha cometido un plagio.

Para ello, se requiere también de la pericia de un experto en lingüística, quien es el que va a realizar una evaluación cualitativa del documento, de otra forma dicho; el ojo humano. Este experto tras un peritaje lingüístico, puede detectar diversas formas de plagio que no son detectables por estos programas, por ejemplo, una traducción de un texto de un idioma a otro, un parafraseo o una alteración en el estilo; con un cambio de estructuras fraseológicas para imitar el estilo de otra persona (Queralt 2019). Todo este análisis minucioso lo hace un experto y no el programa por sí solo.

Una recomendación saludable para mitigar los niveles de ansiedad y tensión que provoca el uso inadecuado de este recurso, sería elevar la consulta previa y el debate ante la comunidad académica para llegar a un consenso en el abordaje, como también una divulgación y capacitación oportuna. Formar un grupo interdisciplinario de expertos que posean las competencias para realizar estas tareas siguiendo las normas y procedimientos establecidos por la institución.

Es claro, pues, que el uso inapropiado de los programas antiplagio podría disminuir la producción intelectual en los repositorios digitales, bibliotecas y librerías de una universidad, por lo que se hace necesario establecer estrategias, más preventivas que condenatorias, para enfrentar con eficiencia los problemas que el plagio, como un cáncer académico, pueda ocasionar a todo el entorno universitario, asegurando así la confianza y la sostenibilidad en la producción académica.

CATEDRÁTICA UNIVERSITARIA.

‘[...] elevar la consulta previa y el debate ante la comunidad académica para llegar a un consenso en el abordaje [...]'

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