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- 18/10/2023 00:00
Perón dolarizado
Caudales de tinta se han consumido describiendo a la Argentina antes de Perón; era pujante e instruida. Despertaba admiración en el barrio.
Tras 50 años de su última incursión en política, es justo y razonable preguntarse ¿y qué le pasó a la Argentina tras darse el lujo de alimentar y financiar a una España hambrienta y aislada internacionalmente tras la guerra civil y varios hechos posteriores?
Juan Domingo Perón, general del ejército, fue elegido presidente en 1946 y reelecto –reforma constitucional ad-hoc mediante– en 1951. En dupla con la santa peronista –Evita Duarte–, estrenaron el voto femenino, lo que era acaso su principal bandera entonces. También inauguraron con bombos y platillos la fanfarria populista e inoculando el cáncer peronista en todos los estamentos societarios argentinos, digan lo que digan.
Según nos cuenta Harari, los hombres hemos construido ideas muy potentes y el billete es una de las más poderosas. La creencia en él hace que todos le asignemos un valor reflejado en el intercambio de bienes y servicios. Cuando se deja de creer en la moneda de circulación nacional, esta no vale nada.
La Argentina peronista ha probado de todo, mejor dicho, casi todo. Sin puntualizar más en el estreno político del general Perón –fue tres veces presidente–, brindo un 'memorex' intravenoso sobre las últimas cinco décadas hasta su actual bancarrota.
Impedido de candidatear en 1973, el lema “Cámpora al gobierno, Perón al poder” convirtió presidente a Cámpora. Gobernó 49 días, aplicó el Plan Gelbard –nombre del ministro de Economía– y sobrevino la inflación.
En 1976, el triunvirato militar Videla-Massera-Agosti introdujo la tablita de Martínez de Hoz y el expresidente Alfonsín aplicó en 1983 el plan austral y la calle se cargó los dos planes. En 1999, llegaron los traficantes de armas Menem y Cavallo –los peruanos lo recordamos– y equipararon el peso con el dólar. Los argentinos se sintieron ricos, viajaron lo que nunca y compraron lo que jamás. La fiesta terminó ruinosa y muchos extranjeros compraron propiedades argentinas por pecunias.
El expresidente de la Rúa abandonó el gobierno y el peso argentino cayó en un pantano arenoso. Poco después, el patagónico Néstor Kirchner –2003– gestó un peso ficticio y declaró que la deuda argentina con los bonistas no era suya sino de sus predecesores. Empoderado, Néstor decretó “la quita” fórmula inventada para extorsionar a los acreedores: quien no aceptaba un bajísimo porcentaje en pagos fraccionados en pesos, no cobraba nada.
Unos aceptaron y otros demandaron a Argentina ante la corte de Nueva York. El implacable juez Griesa embargó los bienes argentinos en Estados Unidos y la cancillería porteña tuvo que triangular sus giros para pagar a sus misiones diplomáticas y consulares en los Estados Unidos. Desde entonces, Argentina siguió perdiendo juicios ante la justicia estadounidense.
Kristina viuda de Néstor, se ufanó de la fiesta populista y lucró con ella, Macri –peronista camuflado– no cambió nada sustantivo y el actual presidente Alberto Fernández -el Medvedev argentino- tampoco rompió con la recurrente indexación salarial y aumentó el abultadísimo déficit fiscal.
Anualmente, los sindicalistas argentinos presentan un pliego de actualización de sueldos y salarios (empleados y obreros), los empresarios discuten y el gobierno dispone la indexación salarial, siempre de dos dígitos.
Actualmente, hay tantos tipos de cambios como equipos de fútbol, el Banco Central está en quiebra, las reservas netas son negativas y nadie les presta ni un pañuelo para llorar como una letra tanguera.
Así, la inercia inflacionaria, el déficit fiscal, la fanfarria y el asalto peronista empobrecieron a los argentinos, con excepciones. Los líderes peronistas y los dirigentes sindicales son muy ricos. Florencia –hija de la pareja presidencial K– guardó cinco millones de verdes bien selladitos en su cajita en el banco, su hermano Máximo es un millonario sin oficio y la impune Kristina, es la maga de las finanzas familiares.
Mi tocayo Milei es el hijo no deseado del peronismo. En proceso de conversión al judaísmo ortodoxo, tardó más de 40 años en asomarse a la tierra prometida y proponer la dolarización de la economía argentina. Según el león libertario, si robar es delito, fotocopiar billetes para comprar bienes es una estafa estatal; y, si el billete es la unidad forzosa de intercambio, cuanto más se expande mayor es la inflación, un argumento matemáticamente irrebatible.
Concretamente: o el déficit fiscal y la desenfrenada inflación degluten hasta al león libertario o la Argentina cierra el caño y dolariza a Perón. Perón dolarizado es lo que le conviene al argentino impunemente asaltado y estafado.