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- 15/06/2010 02:00
Así somos los panameños
N o me cabe la menor duda de que el voto panameño es el más caro del mundo. Me explico. Cada vez que ejercemos nuestro derecho ciudadano, los panameños tendemos a pensar que los que salieron favorecidos por el voto popular pasan a ser nuestros esclavos.
Desde ese momento en adelante si algún funcionario, no importa su nivel, no hace o cumple con lo que cada uno de nosotros cree que se debe hacer, nos vamos en su contra inmediatamente. Ese pareciera ser el deporte favorito de los ‘panas’.
Nos hemos vuelto una sociedad altamente crítica para casi todo. Y cuando opinamos y no nos toman en cuenta, esos que cometen el ‘gravísimo’ error de no considerarnos se convierten automáticamente en unos chambones, vendepatrias o tipos verdaderamente equivocados. Así de sencillo. Eso es lo que generalmente pensamos a diario al observar los fenómenos que ocurren en nuestro país.
Y no importa el tipo de fenómeno, sean estos de índole social o económica y mucho, pero mucho, peor si se trata de un tema político. Allí somos unos súper expertos. En política a los panameños nadie nos gana. Sin embargo, analicemos con cuidado cómo somos. Los panameños no somos capaces de respetar los derechos de los demás. Los conductores de taxis y buses paran donde les da la gana. Y no te atrevas a pitarles... te insultan de vuelta. Nos quejamos por todo y los que gobiernan nos tienen que resolver siempre. De lo contrario, cerramos las calles o amenazamos con huelga. No somos capaces de conciliar.
Y si de empleados públicos se trata, no hay manera de que podamos exigirles nada. Los médicos, las enfermeras, los camilleros, los del laboratorio, los que manejan las ambulancias, los administrativos, los educadores, los que recolectan la basura, los que atienden para sacar licencias, los pasaportes, en fin; a los funcionarios tenemos que rogarles para poder obtener un buen servicio, que, en la mayoría de los casos, es lento y mediocre. Olvidan quién les paga.
Orinamos en las calles, nos fascina el juegavivo, nos pasamos las luces rojas, estacionamos en las isletas y las aceras, le pitamos a todo el mundo, siempre andamos apurados, ‘rofiamos’ por todo, nos colamos en las filas, somos envidiosos, súper vidajenas, coimiamos a la gente, botamos la basura por doquier, gritamos, insultamos y, si somos de la oposición, no aportamos nada, porque lo común es criticarlo todo. Se nos olvida cuando éramos gobierno y nada se pudo hacer.
En fin, pareciera que nada nos importa. Pero esta descripción jamás la podría aceptar un panameño, así solo pueden ser los demás. Uno jamás.
‘Pero mi voto sigue siendo el más caro del mundo y hay de que no me cumplas. ¡Te jodo!’.
Sonríe Panamá.
*PERIODISTA.