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- 15/08/2023 00:00
De Panamá la Vieja al Canal de Panamá: el hilo de Ariadna
Cuenta la mitología griega que Teseo para matar al Minotauro (monstruo mitad toro y mitad humano), que estaba encerrado en un laberinto del que nadie podía salir, se valió de un ovillo de hilo que le regaló su amada Ariadna para que se lo atase y no perderse en los corredores del laberinto y así encontrar la salida, cosa que finalmente logró después de matar al minotauro. Desde mi filosofía hermenéutica, ese ovillo de hilo es la historia, que nos permite desde el presente adentrarnos en los laberintos del pasado, recorrer sus corredores y guiarnos nuevamente a la salida.
Aplicando la metáfora mítica a una perspectiva histórica, podemos decir que la ciudad de Panamá se fundó el 15 de agosto de 1519 por Pedrarias Dávila, convirtiéndose en el primer asentamiento europeo ubicado en el litoral pacífico del nuevo continente americano. Su construcción es la extensión y el símbolo del poder imperial español en el nuevo continente. Así lo ha señalado Alfredo Castillero Calvo en su monumental obra, Sociedad, Economía y Cultura Material, Historia Urbana de Panamá la Vieja, cuando dice: “Para el Estado español la ciudad es ciertamente el más efectivo instrumento ideológico de dominación. La ciudad afianza las avanzadas, concentra la población impidiéndole su dispersión por las vastedades continentales, hacen más efectivos la irradiación de los valores hispánicos para imponerlos a los pueblos sometidos, asegura la eficacia administrativa, fragmenta los territorios en circunscripciones políticas y de explotación económica, distribuyendo entre esos territorios las funciones correspondientes y finalmente constituye el marco arquitectónico cuyo trazado y expresiones edilicias hacen sentir los símbolos que recuerdan persuasivamente la presencia de la autoridad imperial” (pág. 1).
De ahí que la ciudad se convirtiera en un importante centro de expedición y punto estratégico de conquista y colonización de nuevos territorios, además se transformó en una importante ruta comercial, aprovechando su geografía situacional al servicio del comercio internacional. Sin embargo, el efecto apotropaico de la ciudad no impidió la codicia de corsarios, filibusteros y piratas patrocinados por imperios coloniales rivales de España: la ciudad fue atacada en 1671 por el pirata Henry Morgan, acabando con sus momentos de esplendor, dejándola solo en escombros. Poco después la ciudad se trasladó a lo que se conoce actualmente como Casco Antiguo en el corregimiento de San Felipe, creando una segregación urbana de intramuros y extramuros, que generó dos realidades sociológicas paralelas en permanente conflicto.
395 años después, en ese mismo 15 de agosto, pero de 1914, se inaugura el Canal de Panamá, sólo 16 días después de haber iniciado la Primera Guerra Mundial, uno de los conflictos bélicos más letales de la historia. Su apertura temprana respondía a las nuevas lógicas del poder hegemónico e imperialista. El Canal de Panamá, que fue usurpado por los estadounidenses a los panameños bajo el instrumento del Tratado Hay-Bunau Varilla. Este tratado espurio y su subsiguiente derogación se constituyó en uno de los episodios más heroicos de la historia panameña. Gracias a las luchas generacionales del pueblo panameño y su vanguardia: el movimiento estudiantil y obrero se logró que el 31 de diciembre de 1999 a las 12 mediodía fuera revertido el Canal de Panamá a manos panameñas. Su recuperación fue épica y costó la vida de muchos panameños como los hechos ocurridos el 9 de Enero de 1964.
El Canal de Panamá se convirtió en un emblema de la resistencia y de la soberanía nacional, de un pueblo indefenso, pero con coraje y dignidad nacional que pudo vencer la hegemonía del imperialismo estadounidense. Por ello, estos dos hechos históricos, ambos celebrados el 15 de agosto, se entrelazan en ese ovillo de hilo de Ariadna, y que permite trenzar ese pasado histórico con el presente factual. De esta manera vamos reconstruyendo las luchas sociales embrionarias de una nación que se va significando y resignificando dialécticamente en sus contradicciones históricas, pero, que a su vez, permite la gestación de nuestra identidad nacional, que se expresa en una cadena de acontecimientos históricos que van configurando a un país multicultural y multiétnico; es la lógica de la unidad en la diversidad, esto marcaría el destino de la nación panameña. En síntesis, y quebrantando la filosofía de la historia de Hegel, Panamá, América, Asia y África sí estamos inmersos en el devenir permanente de la historia universal.