Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
Me es grato compartir el artículo escrito en abril de 1918, por mi tío, el coronel Víctor Manuel Alvarado Dutary, prócer de la gesta histórica la independencia de Panamá con Colombia y soldado raso de la Guerra de los Mil Días. (18-3-1880 23-3-1945).
La independencia de Panamá, como algunos se lo imaginan, porque ignoran las razones que tuvieron para llevarla a cabo sus iniciadores, y porque no saben tampoco cómo tuvieron lugar los acontecimientos, no fue el resultado de combinaciones que tienen siempre carácter personal, sino el fruto sazonado de una labor patriótica realizada en buena hora por un grupo de patriotas que habían resuelto sacrificar hasta sus propias vidas, antes de seguir llevando resignadamente el yugo que nos oprimía.
La idea de la independencia del Istmo salió del cerebro del gran patriota don José Agustín Arango, no para satisfacer ambiciones personales o partidaristas, sino con el propósito muy noble y muy justo de gobernarnos por nuestra propia cuenta de hacer a Panamá grande y dichosa con la apertura del Canal cuyos tratados, por espíritu de egoísmo, y por ambición de dinero, habían sido rechazados por el congreso de Colombia. Esta idea, que como chispa divina encendió los corazones, fue acogida con beneplácito por todos los istmeños, quienes fueron unidos, olvidando rencillas viejas, a jurar fidelidad el altar sagrado de la Patria.
Y en esa hora de entusiasmo patriótico, cuando el hosanna de la vitoria repercutía en los espacios, el pueblo panameño sin recelo ni rencores contra los colombianos residentes en el Istmo, los llamó a su seno, y los hizo partícipes de la victoria. Por eso no hubo ni una sola nota discordante en aquel desborde de alegría, y Morales, y Barón, y Barreto y cien colombianos más que residían en Panamá, lejos de ser perseguidos y desterrados por la gravedad del momento, fueron tratados como hermanos y llamados a ocupar puestos de importancia en el Gobierno de la nueva República, aun prescindiendo de panameños meritorios que habían desempeñado papel muy importante en los momentos de peligro. Y para dar una prueba más de sinceridad y de cordura, el pueblo panameño, en vez de elegir presidente a don José Agustín Arango, nacido en nuestro territorio, e iniciador del movimiento separatista, eligió para el puesto al Dr. Amador Guerrero, colombiano de nacimiento y que había tomado parte principal y activa en el movimiento. Arango fue el que creó la idea y Amador el brazo fuerte que lo llevó a la práctica.
La elección del Dr. Amador Guerrero envolvía, pues, un acto de estricta justicia. Porque hay una diferencia muy grande entre este meritorio ciudadano, alma del movimiento, y los demás colombianos que aceptaron los hechos cumplidos, y que de haber estado en sus manos habrían denunciado a sus promotores. Por eso, la Constitución Nacional, firmada por los hombres más prominentes del país, juzgando que no había otro colombiano nacionalizado panameño que tuviera los méritos del Dr. Amador Guerrero, para ser presidente, y temiendo que más tarde alguno lo pretendiera con agravio a la dignidad nacional, consignó en su artículo 70, que solo podrían ser presidente los ciudadanos nacidos en territorio de la nueva República. Con esta disposición patriótica y oportuna, quedó cerrado para siempre la única puerta por donde se habrían metido en tropel los mismos colombianos que habíamos perdonados y llamado a nuestro seno.
Fue la independencia de Panamá imperiosa y urgente para la felicidad de los panameños, o fue acaso el fruto del odio o del interés personal. No es por ventura cierto que los colombianos nos tenían abandonados, sin caminos, sin escuelas, sin puentes y gobernados casi siempre por individuos de Colombia que no conocían nuestras necesidades. Y no es asimismo que nuestras rentas servían para todo, menos para el provecho de Panamá, y que ellos rechazaron el Tratado del Canal, porque la suma que iban a recibir no satisfacía sus ambiciones. ¿O es que, por el contrario, nada de esto es verdad y todo ello es calumnia de los panameños, y en aquel tiempo vivimos satisfechos y felices de patrimonio propio, para conseguir ese fin, y lo son, sobre todo, porque aún no se han dado cuenta de las grandezas que encierra la palabra “PATRIA”? Panamá, abril de 1918. (De “El Centinela”).