• 13/01/2024 00:00

Otinlandia, el lazarillo Irracag y los alucinados

Había una vez un reino próspero y floreciente llamado Manapá en el que sus habitantes eran felices ya que tenían comida, trabajo y dinero en sus bolsillos.

Era un reino en que los súbditos no se preocupaban por las “travesuras” que ocurrían en los oscuros laberintos de los palacios reales, porque los reyes y sus nobles apegados, “robaban, pero hacían”. Eran felices, excepto los grupitos claro-oscuros: los zurdos del cemento y la arena, los curativos, los transmisores del saber... y los ultras radicales que por el derecho San-Terro se consideran dueños de las tierras del reino de Manapá: los originarios.

Pero esta situación no había pasada desapercibida entre los Dioses del Olimpo, quienes ya cansados se quejaron al Dios Zeus (Padre de los Dioses y los Hombres de la mitología griega) por permitir tantos beneficios a este reino en detrimento de los otros reinos del área.

Zeus, ante la insistencia de las otras deidades, convocó al Consejo de los Dioses (CD) para revisar la situación.

Luego de un gran debate, se encomendó a Atenea, diosa de la sabiduría y Prefecta del Reino de los Dioses (PRD) que encontrará una solución, la que debería ser presentada a ellos en 48 horas.

Pasado el tiempo indicado, nuevamente el CD fue convocado para revisar, modificar o aprobar las recomendaciones que la PRD presentaría para superar la situación de crisis del Reino de Manapá, conocido por los miembros del CD como RM.

La PRD inició su presentación puntualizando los principales privilegios, muy superiores, que el RM tenía al de los otros reinos del área, tales como: felicidad de sus súbditos; excelentes mediciones del Producto Interno Bruto y el Promedio de Ingreso Personal; tierras, mares y fuentes de agua privilegiadas; buen grado de inversión y una economía sólida, lo cual superaba con creces las imperfecciones del manejo de la justicia, la delincuencia y la corrupción habitual.

Dicho esto, Atenea recomendó las siguientes medidas:

1) Cambiar el nombre del reino de Manapá a Otinlandia. Reino de fantasías, para los juglares

2) Coronar como soberano a una persona risueña por fuera, pero siniestra por dentro con el nombre de Rey Otin.

3) El nuevo rey debería tener un lazarillo que ejecutara sus “Movimientos Oscuros Con la Asamblea” y coordinara las “MOvidas LIgadas y REgalías NAcientes”. Pero en especial, que pudiera manejar a personajes “ÑAmpeados, MISántropos y MOneyplayers”. Personaje que sería conocido por el nombre de Irracag.

4) El CD debería iniciar desde el Olimpo, dos acciones de gran importancia: una pandemia universal y una guerra importante. Ambas deberían afectar la mayoría de los reinos, pero significativamente al reino de Otinlandia.

La Diosa Atenea, la Prefecta del Reino de los Dioses) concluyó garantizando que al cabo de 5 años el Reino de Otinlandia estaría en un caos, con una inmensa mayoría de súbditos descontentos e infelices, con lo cual lo emparejaba con los otros reinos del área.

El Dios Zeus estuvo conforme con la solución de la PRD, al igual que el resto de los integrantes del Consejo de Dioses (CD).

De inmediato se autorizó a la PRD a dar inicio a la operación que denominaron nivelación real.

La misma comenzó su ejecución una semana después cuando el Dios Asclepio, Dios responsable de la salud, inició de inmediato la generación de una pandemia universal, vía un virus, que llamó Divoc y que se esparció de forma sorpresiva a la velocidad de un rayo por todo el mundo.

Meses después, el Dios Ares, Dios de la Guerra, incitó al poderoso Reino de Aisur a invadir al pequeño reino vecino de Ainarcu, los que se había venido preparando militarmente para una situación como esta, algo que los dirigentes de Aisur no sabían, y que ha desatado una cruenta guerra que aún no termina, afectado significativamente el comercio mundial.

Cinco años después, la visión de la Diosa Atenea se cumplía.

El Reino de Otinlandia (anteriormente de Manapá) es ahora un reino irreconocible, empobrecido por las grandes deudas, lleno de conflictos y súbditos decepcionados, con pocas esperanzas, desprotegidos y sin confianza en sus autoridades o instituciones.

Los que han sacado provecho a esta nueva situación, aprovechando la incapacidad del monarca de Otinlandia y sus lugartenientes, son los los zurdos del cemento y la arena, los curativos, los transmisores del saber... y los ultras radicales que se consideran dueños de las tierras del reino.

Los juglares hoy en día se preguntan en cada esquina: “Ahora... ¿Quién Pondrá Defendernos?”

Y colorín colorado, este cuento ojalá se termine.

El autor es comentarista de Opinión
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