• 31/05/2021 00:00

El origen del virus y los intelectuales procensura

“La única manera de dilucidar la verdad o al menos aproximarse a ella es ventilando al aire libre y a la luz del sol las distintas corrientes y opiniones […]”

Desde que se conoció de la existencia del SARS-CoV-2, virus que causa la COVID-19, la versión oficial promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido la de que el virus surgió en el mercado húmedo de animales exóticos de Wuhan, a partir de la interacción humana con alguno de los animales. Sin embargo, desde relativamente temprano también fue propuesta la hipótesis de que el virus pudo haber resultado de manipulación humana en un laboratorio virológico. En concreto, porque en la ciudad donde se dio el epicentro, Wuhan, hay un laboratorio de investigación virológica. Pero esta tesis, que fue radicalmente atacada como una “teoría conspirativa” desde un inicio, recientemente ha sido rehabilitada en la conversación. ¿A qué se debe el giro?

Primero, en febrero de 2020, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hizo declaraciones públicas atribuyendo responsabilidad al Gobierno de China, indicando que el virus pudo haber resultado de manipulación científica en un laboratorio en dicho país. Rápidamente, el Gobierno de China y representantes de la OMS negaron lo dicho por Trump. No tardó en establecerse la narrativa de que lo señalado por Trump era una teoría conspirativa. Periodistas en medios, comenzando por los más reputados de los internacionales, como el New York Times, El País y muchos otros, relataron citando a virólogos, infectólogos y otros especialistas, que indicaban que lo dicho por Trump era una cosa absolutamente sin fundamento, una “peligrosa teoría conspirativa”, y que era una práctica certeza que el virus había resultado de una zoonosis.

Pocos meses después, a mediados de 2020, las plataformas de redes sociales como Facebook, Twitter, YouTube y otras, oficializaron juntas de censura para impedir la discusión de ciertos temas en sus redes sociales. En esencia, todo lo que vaya contra la narrativa oficial con sello de la OMS, es censurado. Todo siempre con la excusa de combatir la desinformación. Los censores siempre dicen que no tienen nada en contra de la información, sino solo contra la desinformación.

En fin, el tema desapareció de la conversación oficial. Desapareció porque fue suprimido, no porque hubiese sido refutado. Pero hace poco ha vuelto a la palestra la posibilidad de que el virus haya resultado de manipulación humana en un laboratorio. Al punto de que ya en semanas recientes los mismos periodistas en los mismos medios internacionales “serios” que habían denostado la tesis del escape de laboratorio, ahora nos dicen que la tesis del escape de laboratorio sí es, después de todo, plausible. Que no era completamente disparatada como nos dijeron hace un año, y que debería exigirse una investigación exhaustiva. ¿Qué cambió?

A fines de marzo pasado, el exdirector del Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, Dr. Robert Redfield, concedió a la cadena CNN una entrevista en que señalaba que, a su juicio personal, la tesis de la zoonosis no tenía muchas probabilidades de ser cierta, y que para él la hipótesis más probable es la del escape accidental de un laboratorio. Redfield fue claro en señalar que esta hipótesis no necesariamente implica intencionalidad, sino un escape accidental que no pudo ser contenido.

El 7 de abril el New York Times publica una carta abierta firmada por 24 académicos llamando a una investigación del origen del virus. Luego de esto, a inicios de mayo fue publicada, por la prestigiosa revista Science, una carta firmada por 18 investigadores científicos de talla mundial, haciendo un llamado a que se haga una investigación exhaustiva, genuinamente independiente. En dicha carta, los autores expresan que “las teorías sobre una liberación accidental en un laboratorio, y el salto zoonótico, son ambas viables”, y que “debemos tomar en serio las hipótesis tanto del origen natural como de escape accidental de laboratorio hasta que tengamos data suficiente”.

Y la semana pasada, Facebook anunció que levantaba la restricción que mantenía para compartir información en línea con la tesis del accidente de laboratorio. Confirmación de que, en efecto, mantenía una censura sobre tal tesis, por “desinformativa”.

Así, tenemos que durante más de un año se despreció por “conspiracionista” una tesis que ahora, según han tenido que reconocer los mismos que así la tildaron y por ello la suprimieron, nunca fue descabellada y de hecho es perfectamente plausible. Esto debería servir de lección para los que aplauden la censura de lo que ellos llaman “desinformación”. Usted no puede suprimir la “desinformación” sin también suprimir información. La única manera de dilucidar la verdad o al menos aproximarse a ella es ventilando al aire libre y a la luz del sol las distintas corrientes y opiniones, incluyendo las “prima facie” odiosas o absurdas. Muchas ideas “prima facie” absurdas a la postre terminan desplazando la hipótesis hasta entonces universalmente aceptada. Así es la ciencia. Expurgar determinadas ideas de la plaza pública nunca conduce a la verdad, solo nos aleja de ella. Lo curioso es que los censores de hoy se digan defensores de la ciencia. Galileo se revolcaría en su tumba.

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