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- 12/07/2022 00:00
Organizar la indignación (III)
Para que un diálogo funcione debe incluirse a la mayor cantidad de partes
interesadas. También se necesita simetría, inteligibilidad y veracidad. Es decir,
igualdad de condiciones, un lenguaje técnico, entendible cuyo contenido discursivo
sea veraz. Estas son las condiciones mínimas para el funcionamiento del diálogo.
Enunciar una supuesta solución, no es la solución. Para su efectividad
necesitamos medir sus efectos a corto plazo dado la inminente afección, en este
caso, por los altos costos del precio de la gasolina y la canasta básica.
En términos generales ya no hay confianza ni tolerancia respecto al Gobierno, y
en particular en los diálogos, mesas etc... Los antecedentes inmediatos (CSS y
Colón) muestran la poca efectividad de estos. Las actuales circunstancias
requieren de respuestas concretas, factibles, satisfactorias y cuantificables a corto
plazo. El pueblo en general tiene un mismo objetivo en común: bajar los precios de
combustible y la canasta básica; pero esta lucha no sólo es por eso, también es
por la vida.
Los movimientos sociales y populares tienen esto claro y por eso sus demandas
van más allá de ese objetivo específico. Mientras más el Gobierno dilate
respuestas concretas, factibles, satisfactorias y medibles a corto plazo; no sólo
más sectores, en más lugares se sumarán, sino que también más demandas.
La solución parcial es bajar el precio del combustible y la canasta básica; pero esa
no es la solución integral, ya que si le quitan un impuesto para dárselo a otro rubro
de igual forma se vería afectada la población, o si piden un préstamo, tendríamos
que pagarlo en algún momento. Una solución integral implica otros factores de
mayor alcance, como un impuesto progresivo a las excesivas ganancias, la
transparencia fiscal y frenar la corrupción.
Otro aspecto fundamental es saber dónde están nuestros recursos, esa pregunta
se la hacía Juana Camargo, y Maribel Gordon llamaba a un debate público sobre
propuestas concretas más allá de las recetas neoliberales. Todos estos aspectos
nos conducen a plantearnos lo siguiente: un país mejor es posible si organizamos
la indignación.