• 10/10/2021 00:00

Violencia vicaria

"Es un tipo de violencia machista que convierte en víctimas a los familiares de la mujer a quien el agresor quiere hacer daño"

La violencia de género representa la mayor lacra de las sociedades que se dicen democráticas. Las diversas violencias que se ejercen contra las mujeres van desde sus expresiones más sutiles y cotidianas hasta las más feroces, encarnizadas y monstruosas, que culminan con la violencia extrema y la aniquilación de la vida. Sin embargo, la tolerancia social es un factor determinante para ponerle freno: femicidios, prostitución, violencia sexual, física, psicológica, económica, laboral, son apenas algunos ejemplos, todo en un marco de violencia simbólica y mediática que permite su legitimación.

Una de las formas más crueles y despiadada es la violencia vicaria. Causa un daño irreparable y destruye a la mujer. Es violencia de género y se llama vicaria porque se sustituye a la persona en la acción directa física o psicológica de la violencia, para causar un daño mayor y permanente a través de las hijas o hijos, a quienes se asesina para destruir la vida de la madre, o a quienes se pone en contra de la madre para causarle un daño permanente, que en muchos casos lleva al suicidio de la mujer.

El término fue acuñado en 2012 por Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y forense argentina, referido sólo a los casos de violencia machista. Lo define así: “Es aquella violencia contra la mujer que ejerce el hombre violento, utilizando como objetos a las hijas o hijos, para dañarla”.

Se diferencia del parricidio, en que se ejerce contra la mujer. Su único objetivo conlleva la intención clara de causarle un daño infinito y un dolor extremo. Es un tipo de violencia machista que convierte en víctimas a los familiares de la mujer a quien el agresor quiere hacer daño. Generalmente, los protagonistas suelen ser los más pequeños de la familia. En su mayoría, es el propio padre quien ejerce este tipo de violencia, a veces de manera extrema, haciendo daño a sus propios hijos para vengarse de su pareja o ex-pareja a toda costa, superando cualquier afecto que pueda sentir por sus propios hijos/as. El desenlace suele ser el asesinato de los menores durante el régimen de visitas o en el período de custodia compartida.

Aunque el asesinato de los hijos/hijas es la parte más visible de esta forma extrema de violencia, también las víctimas colaterales son utilizadas para seguir controlando y maltratando a la mujer, manipularlas y ponerlas en contra de la madre o para que incluso la agredan, por lo cual sufren un daño irreparable y son también víctimas de violencia de género.

La violencia vicaria cuenta con la complicidad de una sociedad que cuestiona permanentemente a las mujeres, las priva de autoridad y pone en duda su palabra, cuando intentan ser escuchadas ante las autoridades, entre las amistades y en la propia familia, pues los estereotipos de género se imponen.

Un caso emblemático a nivel internacional fue el de la española Ángela González Carreño, quien presentó más de 40 denuncias porque temía por la vida de su hija en las visitas con el padre y finalmente éste la asesinó. El Comité de la CEDAW condenó a España por negligencia, al considerar que el Estado vulneró los derechos de Ángela y su hija asesinada, como consecuencia del actuar negligente de las autoridades. La condena no ha bastado, pues los asesinatos se siguen produciendo y no se han tomado las medidas necesarias para prevenirlos.

Para frenar la violencia de género, el desafío consiste en que las sociedades tomen conciencia sobre la realidad de este grave problema. Ello implica la actuación responsable de todos los poderes públicos, porque permitirla va contra los valores democráticos y sus efectos son devastadores sobre la convivencia social. Por tanto, negar la violencia contra las mujeres debe considerarse apología de la violencia.

La infancia tiene que ser protegida de la violencia de género. Por eso, cuando hay amenazas a las mujeres con quitarle a sus hijos/hijas, deben sonar todas las alarmas y las autoridades deben extremar las medidas para proteger a las víctimas de la violencia vicaria.

Dice Sonia Vaccaro: "Ser violento es algo más que una conducta: es un pensamiento, es una identidad, es una creencia que inunda todas las áreas de la vida de quien es violento. No existe 'con los niños no'. Por el contrario, los niños y las niñas, aquellos sobre los que sabe que tiene poder, serán considerados objetos para ejercer su violencia".

Se requiere con urgencia un compromiso firme, tanto de las autoridades como de la sociedad en general, en la lucha contra la violencia de género, tomando acciones de sensibilización ciudadana, a través de una educación permanente en los ámbitos académicos y judiciales para formar en valores democráticos y de género, que permitan romper con este flagelo.

La autora es abogada y escritora.

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