• 25/11/2021 00:00

Al oído de los misioneros

“Evangelizar es ante todo diálogo, encuentro, respeto, caminar juntos, construir una sociedad en la cual cabemos todos y no permitimos que unos se impongan o dominen sobre otros, todo esto con la fuerza salvadora de Jesús”

Hace poco, desempolvé un librito del teólogo Pablo Suess, que me ha servido e iluminado en muchas ocasiones (Culturas indígenas y evangelización, 1983). Ahí me reencontré con unas sugerencias que él hace a quienes trabajan entre los pueblos originarios.

¿Por qué este recuerdo? Porque los malos momentos que vive nuestro país nos obligan a buscar fuentes de esperanza, ánimos para no sentirnos tan asqueados con tanta impunidad, con tanta burla, con tanta estupidez humana. A la gente pobre, en “Tierra prometida” y en Barro Blanco, les destruyen sus casas y, fuera de algunas tímidas protestas, todos quedamos tan tranquilos y hablamos de “seguridad jurídica”; se absuelve a quien se ha jactado de cometer delitos, quien ordenó matar a gente ngäbe, y se mantienen presos a los que protestan por desalojos; se dilapida, se vende, se comercia, se destruye la Casa Común, desde Matusagaratí hasta el Parque La Amistad, pasando por las playas de Calovébora y la isla Pedro González, y MiAmbiente, ¿qué hace? Y los cristianos, ¿qué hacemos?

Aquí es donde Pablo Suess es sugerente. Decía -en 1983- que algunas “tareas prácticas que cualquier misionero debe asumir como condición de su trabajo pastoral, son:

1.- Defender la tierra. Hacer esto es testimoniar, anunciar y celebrar la Vida. Si la gente defiende su tierra, el misionero tiene que estar a su lado haciendo lo mismo. No nos podemos echar a un lado con el pretexto de cuestiones legales, de violencias inventadas, de guardar las “formas”, de “no quedar mal”, de que son “sospechosos” …

2.- Aprender la lengua. Es la forma de decir que Dios está presente en esos pueblos, “se hace carne” en ellos. Un idioma indígena es la manera de comunicar (con gestos, léxico, signos, sintaxis) la vida de un pueblo. Si no nos comunicamos así, ¿qué estamos haciendo? No podemos poner la excusa de que solo voy a estar un año …

3.- Incentivar la autodeterminación. Los religiosos no son los líderes de ningún movimiento, somos los compañeros de camino (de ahí la sinodalidad). Hay que acompañar a la gente para que sea sujeto de su historia.

4.- Recuperar la memoria. Los mitos, las historias, los martirios y las victorias, todo eso hay que contarlo. La historia no empezó por Colón y Bastidas, empezó ¡diez mil años antes! ¿Por qué la callamos, la ocultamos, la empujamos a la amnesia?

5.- Estimular alianzas. Con la esperanza de no estar ligados a banqueros (oficio anticristiano) ni a poderosos, hay que trabajar y acompañar a los pueblos originarios para hacer causa común con el resto de los empobrecidos.

6.- Explicitar la esperanza. Contra el sistema absurdo y criminal en el que intentamos sobrevivir, debemos dar muestras concretas de que queremos vivir el evangelio como liberación integral y como alternativa de vida.

Evangelizar no es sinónimo de bautizar ni de sacramentalizar ni de hacer prosélitos; no es imponer una cultura extraña, ni “vestirnos de una patria” ficticia; ni celebrar ritos que no significan nada; no es de ninguna manera aculturar ni homogeneizar a ningún grupo.

Evangelizar es ante todo diálogo, encuentro, respeto, caminar juntos, construir una sociedad en la cual cabemos todos y no permitimos que unos se impongan o dominen sobre otros, todo esto con la fuerza salvadora de Jesús. ¿Utópico? Bueno, la utopía es lo que nos jala hacia adelante …

-Guillermo Woods, mártir del Ixkan, Guatemala.

Sacerdote jesuita.
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