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- 17/03/2025 00:00
La Permacrisis
Estamos presenciando el mayor cambio geopolítico de nuestras vidas: una guerra comercial entre dos grandes potencias militares, y el resurgimiento del proteccionismo y el nacionalismo populista. La globalización y la mano de obra barata de Asia oriental permitió que Panamá fuera determinante en la logística de las cadenas de suministros para acortar las enormes distancias que recorrían. Aparecieron los aranceles para evitar el paso por el canal de Panamá.
La promesa de un robusto crecimiento económico nunca tuvo un impacto social en el pueblo panameño y en este 2025 dio paso a una horrible combinación de estanflación e inestabilidad financiera. A finales de 2022, el diccionario Collins anunció su palabra del año: permacrisis. Permacrisis (sustantivo) no es más que un período prolongado de inestabilidad e inseguridad, en particular como resultado de una serie de acontecimientos catastróficos.
El panameño vive en constante ansiedad desde las protestas del 2022 y actualmente estamos cosechando la falta de confianza en las instituciones políticas como consecuencia de no haber tratado de resolver los reclamos de la mesa única del diálogo por Panamá en el año 2022 que se instaló en Penonomé.
La actual generación de comerciantes-gobernantes, piensa que la relativa estabilidad económica de los últimos 30 años era lo normal, y que lo anormal es este nuevo período de inestabilidad. La realidad es que las últimas décadas fueron la parte anormal de la historia reciente, marcado por la relativa estabilidad global, con Estados Unidos como única superpotencia mundial.
En el centro del fracaso panameño se encuentran enfoques fallidos del crecimiento, la mala gestión económica y la gobernanza autoritaria impositiva. Los economistas, «Ivy League Chivia’o», han sistemáticamente impuesto leyes en la última década sin el consenso con el pueblo panameño, que han revelado fallos fatales en la forma de entender como funciona el mundo luego de la quiebra de Lehman’s Brothers en 2008.
El panameño no ha mejorado su calidad de vida, ni disfrutado de las leyes promovidas por las empresas consultoras. Los vientos de nacionalismo azotan las políticas neoliberales de antaño y la ley que otorga la cuota obrero patronal a la banca bursátil panameña, ni salva la bolsa de valores de Panamá ni mejora el rendimiento de las inversiones del Seguro, pero inicia el estallido social para depurar el «deep state panameño». El gobierno panameño no puede permitirse delegar por completo una parte tan crítica de la política económica de nuestro istmo a un grupo de accionistas de las administradoras privadas de fondos de pensiones sin haber mejorado la supervisión y regulación del sector financiero.
Los retos a que nos enfrentamos en esta permacrisis no pueden ser resueltos únicamente por los actuarios de los seguros privados o economistas de mentalidad neoliberal, sino que exigen una acción coordinada de escuchar a la ciudadanía a escala nacional. Que la mesa de escucha del palacio de las Garzas no sea una réplica de la mesa que se burlaron en Penonomé.
Los nuevos diputados pseudo independientes y los del otro camino son rehenes del pensamiento grupal neoliberal obviando la experiencia histórica y las reformas no están teniendo en cuenta los cambios que están ocurriendo en la economía mundial. Lo que más odian los mercados del mundo es la incertidumbre y las reformas al Seguro no devuelven el grado de inversión, ya que las continuas afirmaciones de retorno del Canal a manos norteamericana no hicieron perderla y no ser atractiva a la inversión extranjera.
Una gobernanza reforzada y consensuada es la solución más viable en esta permacrisis que una imposición de la gestión económica de la banca bursátil en las reformas de la ley del seguro social, porque fomentaría la cooperación, la buena administración y la equidad. Estamos en una década neonacionalista, en la que la política y la seguridad nacional dictan ahora las decisiones económicas. No expongamos la cuota obrero patronal a un riesgo innecesario en la lucha entre la BRICS y el dólar.