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- 29/04/2022 10:30
De niñas, lobos y territorios de peligro
Charles Perrault escribió Histoires et contes du temps passé o los Cuentos de antaño en 1697, recogiendo allí la historia de la “Caperucita Roja”, conocida narración de la niña con capucha color rojo que es abordada por un lobo en el bosque cuando iba a casa de su abuela. El resto de la historia es sabida y también compleja. El lobo se adelanta para llegar primero a la morada de la anciana, devorándola. Al llegar a su destino, la niña encuentra a la fiera disfrazada. Allí da inicio uno de los más populares diálogos de la literatura. Con suspicacia tantea, para confirmar su sospecha, aquella lista de detalles que sorprenden a la protagonista por el aspecto tosco de la vieja y que esconden las intenciones del farsante. En ese momento se aproxima el desenlace de horror. El peligro está adentro de la casa: Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene! Las dos, abuela y niña, terminan en el estómago del Lobo Feroz, tragadas a la fuerza en la espesura del bosque. En esta historia no hay final mágico ni salvación a tiempo. Más tarde los Hermanos Grimm cambiarían la conclusión, incluyendo a un cazador o leñador que las rescata, sacándolas de la barriga del lobo en Cuentos de niños y del hogar en 1812. De la historia original solo se sabe que es parte de la tradición oral en diferentes regiones. Los escritores europeos lograron rescatar el cuento popular para difundirlo desde la tinta y el papel.
La historia con Perrault es moralizante, pues se dirige a que las mujeres jóvenes se cuiden de los desconocidos. Produce agotamiento, en ella sus personajes no reviven. Con los Hermanos Grimm se alivia la crueldad de un final trágico y ello causa alivio, pero reitera aspectos generales de la anterior: dos mujeres devoradas adentro de su hogar. Su destino es el mismo. Con la madre, quien inicia el relato con el encargo de una torta y un tarro de mantequilla, se completan tres generaciones de mujeres impactadas por la desdicha del Lobo Feroz.
Lo inquietante es la desafortunada vigencia de este cuento en la vida de las niñas. “Tira la aldaba y el cerrojo caerá”: la niña sigue encontrando villanos adentro de la casa. “¿Vive muy lejos?”: la niña vaga por territorios desconocidos y de alto riesgo como migrante sin documentos en la tupida selva de una frontera sin fin. “¡Ay, qué susto he pasado, qué oscuro estaba en el vientre del lobo!”: pero el leñador que llega para protegerla puede convertirse también en peligro. El lobo sigue teniendo astucia, la capacidad de generar miedo y silenciarla en el fondo de su estómago. Conocemos esos lobos, conocemos a la niña y las mujeres, sabemos lo que hace en ellas andar por el territorio del miedo y el silencio.
Basta mirar las noticias para saber que en cualquier año, la historia se repite y que ha sido cruenta para ellas: niñas abusadas, niñas embarazadas, niñas y mujeres asesinadas o desaparecidas, albergues sin amparo ni control. El clímax del cuento nos avisa cuando dice “¡Para comerte mejor! …se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió”. Aquellos que prometieron brindarle el cuidado supremo de un pariente, el albergue de niñez que dio su palabra para protegerla o el hombre que juró cariño eterno, son parte de una sucesión de eventos en el ciclo de vida para muchas, un continuum formado por distintos momentos acontecidos a lo largo de su historia, en diferentes lugares y circunstancias, pero cuyos responsables representan para ellas todos los actores juntos como uno solo en el presente. En otras palabras, la violencia se extenderá en el tiempo con cara de lobo disfrazado y de mentira, pero asimismo puede ser el leñador que, al igual que el lobo, tomará ventaja en cuanto tenga la oportunidad.
He intentado encontrar la razón del rojo en la Caperucita Roja, el porqué del Rotkäppchen, de la Chaperon rouge, del rojo en su sentido simbólico, o bien, como detalle histórico, puesto que es fundamental al leer el cuento (no se concibe que la niña no tenga una capucha que no sea roja). Connotar la sangre, la muerte o la brutalidad del Lobo Feroz ha pesado en las explicaciones. No obstante, esta prenda roja parece haber sido la vestimenta de gala dentro del entorno campesino medieval europeo. Lo anterior se refuerza por ser uno de los tres colores de las culturas antiguas: rojo, blanco y negro. Aunque este argumento es convincente, la interpretación psicológica ha dicho que el rojo es la sexualidad de una niña púber y su relación con un lobo. Hay que recordar que en la versión de Perrault el lobo la invita a la cama, lo que explica la moraleja del cuento: muchas del lobo son la presa, allí donde no hay vestido con capucha ni abuela, pues también ha sido cazada por la bestia. Este es el desenlace en el cuento original, el silencio de ambas víctimas. Este es el fin de su historia. Dicho en clave del presente: no hay bruma mediática, no hay protestas, autoridad ni ley, no sabemos sus nombres (en orden de aparición: madre, Caperucita y abuela). Éstas son las anónimas, las que desconocemos, las que viven en entornos tan vulnerables que ni siquiera llegan a ser noticia, las expuestas a la violencia, las de repetida agresión, las sin justicia, las del miedo a ser deportadas, las que por otras tantas circunstancias viven afuera, al margen, en la exclusión, sin defensa y sin salvaguarda.
En Perrault y con los Hermanos Grimm se constata la terrible realidad de las niñas que encaran desde muy temprano la agresión, la impunidad y una violencia que las abrumará hasta crecer como mujeres. Se revelan peligros para las que transitan a diario el bosque de la vida. En nuestros días, el relato obliga a mirarnos en el espejo que retrata el deformado territorio de los cuidados y la protección deparado para ellas, pero además con el femicidio como su titular.
Los aterradores casos de las niñas en los albergues y de las que difícilmente cruzan solas la frontera salen al paso, inolvidables, impostergables y urgentes, como alerta de que para muchas no habrá cuentos con final apacible o rescate en buenas manos. Por el contrario, los hechos confirman la rotunda presencia de la violencia cotidiana en sus más terribles expresiones. Como dicen, tal parece que la realidad supera a la ficción.