• 21/01/2019 01:02

Un momento para decidir

‘La Declaración de Panamá, [...], sería un documento que daría contenido humanístico a la gran ‘fiesta de la fe' [...]'

La celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en suelo istmeño es un acontecimiento inédito y de significación especial para los panameños, independientemente de credos religiosos, ideológicos o políticos. La oportunidad de concitar en suelo nacional miles de jóvenes procedentes de todos los confines del planeta y hacer partícipes a representaciones de los Gobiernos de diferentes partes del continente, nos coloca en una situación de gran responsabilidad y madurez política y social.

El trabajo de organización, el apoyo gubernamental y el respaldo solidario de la ciudadanía ha sido exhaustivo y de seguro brindará los frutos por todos esperados. El evento constituye, por su naturaleza y por la presencia del papa Francisco, una ocasión excepcional para replantearse principios, evaluar situaciones y concertar propuestas que contribuyan a elevar la calidad de vida y la protección del planeta como complemento de la vocación de fe que representa el proyecto.

He visto la insistencia de las autoridades eclesiásticas en la importancia que tiene la Jornada en la difusión del Evangelio, la catequesis y la promoción del amor cristiano como finalidades implícitas del convivio; pero no he podido observar declaración alguna sobre otros preceptos contenidos en los textos bíblicos y que constituyen parte medular de la ética, como normativa de costumbres y formas de convivencia, propias del cristianismo y de otras religiones. En estos momentos en que problemas acuciantes y de urgente solución aquejan al mundo, como lo ha hecho ver el papa Francisco, se debe, de la misma manera en que se elevan plegarias y se mira al cielo como promesa eterna, poner la mirada en el ser humano y el planeta como parte de esa preciada creación divina.

Es oportuno, y sería un valioso aporte, que en el marco de tan magna celebración la Iglesia panameña expresara sus puntos de vista sobre temas cruciales que desgarran las sociedades del planeta y amenazan la paz mundial y que ya, en disertaciones aisladas, ha enunciado con propiedad y energía el papa Francisco. Temas como los valores de convivencia, conocimiento y libertad, los conflictos armados, el Cambio Climático, Los Derechos Humanos, la discriminación étnica y social, los excesos del anarcocapitalismo, las asimetrías en la justa distribución de la riqueza, el hambre y la desnutrición infantil, la protección del medio ambiente deben ser, entre otros, temas de obligatorio tratamiento en una Declaración de Principios que emanara, por parte del país anfitrión, como llamado a la paz y animara a las formas de convivencia mundial.

La Declaración de Panamá, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud, sería un documento que daría contenido humanístico a la gran ‘fiesta de la fe' pregonada como objetivo del proyecto. Porque eventos de esta naturaleza son trascendentes, llevan un mensaje y un cambio de actitudes más allá del regocijo festivo y de la alegría compartida. Debe llevar a la reflexión y al reconocerse unos en los otros, como partes de esa gran humanidad que habita el planeta y que tiene un compromiso con el futuro. Sería darle a esos miles de jóvenes que compartirán nuestro suelo un instrumento en el cual sus inquietudes, temores y expectativas se encuentren reflejadas, pero que al mismo tiempo encuentren un compromiso solidario —no suscrito por tratados internacionales ni acuerdos bilaterales—, sino por la conjunción de miles de voluntades libres y cuya juventud demanda un reconocimiento necesario en las decisiones que afectan al caótico mundo actual.

Un documento que establezca objetivos a mediano y largo plazo, que fije metas alcanzables, establezca prioridades y fije compromisos morales al mundo, sin distingos de credos, sería el gran aporte que la Jornada Mundial de la Juventud daría al mundo como un mensaje de esas nuevas generaciones y del cristianismo activo a esa gran lucha por la paz, el medio ambiente, el derecho a la vida y la libertad del hombre.

La Declaración de Panamá debe ser un documento doctrinario para la juventud del mundo y debe ser el aporte didáctico para la juventud panameña tan necesitada de directrices axiológicas y de ejemplos morales. Ese es otro gran compromiso de nuestras autoridades eclesiásticas y de quienes ven en nuestra juventud, no aquel segmento consumista y de carne festiva en los carnavales, sino a la promesa que debemos moldear para el mañana.

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