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- 19/08/2020 00:00
Militantes políticos y principio de Peter
El principio de Peter es el nombre de un libro del autor Lawrence J. Peter, que se aplica a entornos administrativos.
Es un concepto sencillo que implica que cuando a alguna persona la nombran o ascienden en un puesto, de mayor jerarquía, no responde a las responsabilidades de este.
Solemos decir “no dio bola” o “el traje le quedó grande”.
La militancia política, fundamentalmente, se limita a participar en reuniones, a representar al partido en elecciones, a hacer aportes a programas electorales, a la búsqueda de votos, etc.
En ocasiones, solo compulsivas adulaciones.
En Panamá, hay una confusión en todos los partidos políticos que han ostentado el poder pos era “democrática”, al confundir esa militancia, colectora de votos, con la capacidad para ocupar puestos dentro del sector público que demandan muchas competencias y valores éticos y morales.
Lo ideológico que debe sustentar lo anterior ya es casi inexistentes en estas organizaciones. La tendencia es llegar a la institución e iniciar una política absurda del clientelismo político.
En ocasiones, con dosis de soberbia y hábitos monárquicos. Y un “¿qué hay pa' mí?”.
Innecesariamente, cambian de autos, remozan oficinas y hasta cambian su apariencia física, demostrando que la humildad y compromisos con ese votante que sedujeron fue abandonada.
Todo ello dentro de un entorno de pobreza nacional y limitantes presupuestarias.
Esto, explica escándalos que desde hace décadas algunos servidores públicos han protagonizado. Recientemente algunos ejemplos.
Debo reconocer que en ese mundo hay también excelentes militantes que cumplen a cabalidad con sus responsabilidades en forma íntegra.
Lastimoso es observar que en ocasiones ni siquiera el militante político con sus debidas competencias llega al puesto, ya que lo sustituye “el amigo de tantas cosas”.
Es por ello que los gobernantes deben hacer esa importante diferencia al seleccionar a la persona capaz para el cargo que exige responsabilidades sensitivas y aquel que, con su militancia, carece de importantes competencias.
Mientras ello no ocurra veremos desagradables actitudes y espectáculos de servidores públicos que, al llegar a sus puestos, siguen pensando que su misión única es el clientelismo, las canonjías, etc. Ausentes olímpicos de la lectura y práctica del Código de Ética del Servidor Público.
Los ciudadanos responsables tienen el derecho y deber en cada comunidad de auditar qué hacen esos “militantes” o “amigos” nombrados en esas posiciones.
Monitorizar también a los electos por votación popular que, muchas veces, por aún existir un Código Electoral no acorde a una verdadera democracia, les permite participar, sustentando su triunfo, solo en ese clientelismo mencionado.
Denunciarlos con objetividad y pruebas fehacientes. No con agendas ocultas.
Ojalá nuestros presidentes electos en el presente y en el futuro sepan hacer esas diferencias.
Recordemos que ellos firman la mayoría de esos nombramientos.
Es difícil saber entre más de 200 000 servidores públicos su rendimiento y conducta, pero para ello hay herramientas evaluativas que, con imparcialidad, permiten decidir su permanencia o no en el cargo.
El capital político no es lo más importante al final de cada periodo. Es cómo en la historia serán y son recordados nuestros gobernantes.
La indignación es mayoritaria en la población panameña. Quinquenios acumulados de desengaños y frustraciones.
Ser estadista es la única conducta.
“Díganme lo malo, que lo bueno ya lo sé”, Omar.