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- 21/04/2018 02:03
Hilda Hidalgo... anzuelos en el mar
Violeta no es un nombre muy común como para morderlo con un anzuelo ordinario... El que tira al mar la cineasta costarricense, tanto en la pasada versión del Festival Internacional de Cine de Panamá o en Mar del Plata, o en Málaga, o en Corea del Sur, tiene sus bemoles.
Según confiesa ella misma, con grande simplicidad y sin tomárselo muy en serio, le tomó unos veinte años afinar la idea/Violeta, darle forma, poner como quien dice, la carnada: hechos de historias, clichés, dolorosas realidades, etiquetas de género bien cercanas a un entorno creíble y al áspero mundo que vivimos los adultos mayores todos los días. Encontrar a la Virgen que le diera el sí, en otras palabras, al personaje de carne y hueso dispuesto a poner cuerpo y alma como protagonista del trabajo de escritura, por decir algo. Lo encontró en Eugenia Chaverri, con una larga carrera en el teatro. Hilda no solo dirige, es escritora. Tiene a su haber Del Amor y otros demonios (2009) y su Violeta (2017), Sacramento (1993), graduada en la Escuela de Cine y Televisión de La Habana, Cuba.
A primera vista, y si dejáramos hablar al tamborileo mediático del ‘marketing' promocional del film, se ve a una mujer, adulta mayor, subiendo la colina de los setenta, sin ánimos de lucir melenas ‘bloweradas' o rizadas… o coloreadas. Corto el cabello. Esta aprendiendo a nadar, mucho decir. Quiere bucear… a sus setenta, y dos. Entonces, nada de maquillaje, la piscina es intratable... Aguantona... hasta que decide divorciarse a los más de x años de matrimonio… Tiene un patrimonio, suyo —es lo que piensa—. La casa en donde creció y pasó toda su vida. No hay pues, moros en la costa. Puede lanzarse a hacer de su vida lo que siempre quiso, ser una mujer independiente, montar un negocio, poniendo de garantía lo que cree es su propiedad.
Mas, se va mordiendo el anzuelo, y van apareciendo otras aristas invisibles al tamborileo mediático. La vejez de Violeta es como la cortina de humo que deshace la posible versión tráiler, encarnada por una vieja alegre/indigna —título de otro film sobre el tema, en francés—, algo pícara, fuerte, sin ser áspera… Una mujer, vieja, después de todo…, pero sana. No reivindica derechos ni medicinas baratas ni aumentos en su pensión ni buen trato en el asilo que la refugia… Lo cual haría del film un pantano ordinario, comiéndose los anzuelos.
Su guerra la libra de frente al embargo de su vida o a lo que le queda de ella… Y cuidado que este anzuelo también está tirado para los que pasan al lado de las colosales deudas externas de los países, pensando que se pagarán solas… o por arte de magia.
A sus setenta y dos y más tiene que hacerle frente a la dolorosa realidad de un remate hipotecario, el de SU casa… La oímos decir, sin llorar: ‘¡No quiero salir de mi casa!'… Cuántos miles de millones de Violetas han visto hundirse sus ‘casas', rematadas por las guerras no dirigidas a los no sujetos de crédito. Mujeres adultas mayores, sin otra pensión que la acordada por el exmarido en el acta de divorcio, como es su caso, pero igual a sujetos no queridos y menos deseados. Como si el derecho a una vida digna estuviera ligado a los límites de un deseo, llámese marido o país… expulsador.
¿Cómo ejercer la necesidad que se tiene de manejar una vida con independencia, de tomar en manos sus propios asuntos, sin recurrir a ‘la solidaridad' de las relaciones familiares' o entre bloques de países, según el caso? ¿O a instrucciones para Alexa?… dame el tiempo que está haciendo afuera… Cuarenta y ocho horas... quince minutos.
Por momentos, Hilda juega con el papel ‘salvador' del profesor de natación. Y en cierta forma lo será... sin sexo... ni ‘charme'; es decir, más allá del registro que impondría el deseo... Violeta tiene la edad de su madre… Él mismo naufragó de un divorcio… No es el desenlace que le busca a su tráiler/no tráiler… Exprime el corazón de Violeta hasta sacarle todo el jugo.
La interrogamos sobre esta salida de autoaniquilamiento, a la vez que celebramos el coraje de romper paradigmas, sobre todo a nivel del tamborileo ‘religioso'… Dale, que los divorciados no pueden comulgar… que necesitan permiso especial del Vaticano… Violeta sale de la fila comulgante... una vez... Luego tomará exactamente la misma decisión con respecto a ‘su' casa. Se agrió el vino... bebamos vino… Inclina la copa... Al instante descubre que ella, su cuerpo, es SU casa. ¡Qué carajo!... ¡Prendámosle fuego!
FILÓSOFA Y ESCRITORA.