• 12/02/2024 00:00

Manifiesto docente ante la IA generativa

La educación está experimentando una transformación sin precedentes gracias a las nuevas tecnologías de la información y comunicación. El más reciente hito al respecto, la Inteligencia Artificial Generativa (GenAI, por sus siglas en inglés), promete revolucionar la enseñanza tradicional en modos y a escalas insospechadas. No creo exagerado afirmar que las promesas de esta revolución superarán exponencialmente las de cualquier otra revolución tecnológica que haya experimentado el ser humano. Sin embargo, también plantea varios problemas que deben abordarse y que tal vez no podrán ser resueltos por la propia GenAI.

Lo que sigue no es un manifiesto neoludista para los docentes. Luchar contra la tecnología resulta absurdo e inviable. La lucha se debe realizar con ella, como bien nos enseñó aquel cyborg – de facto, una forma de GenAI – en aquella famosa película de ciencia ficción de los años ochenta. La fantasía cibernética de entonces es hoy prácticamente una realidad, aunque sin sus rasgos apocalípticos, afortunadamente.

De manera preliminar, podemos visualizar un cambio radical de paradigma que, de forma simultánea, se da en los tres agentes del proceso educativo, a saber, el docente, el alumno y el medio que los vincula. Este último, que desde Gutenberg ha sido el texto impreso, hoy es el vídeo, el podcast y el hipertexto (entre otros), medios a su vez insertos en otros medios (como las matrioshkas rusas), el dispositivo electrónico, sea este el celular, tablet o computadora.

Como docente, me enfoco en cómo la GenAI nos afecta. Al respecto, me viene a la mente el ‘método del maestro ignorante’, a la par que la ironía de Sócrates, con su célebre su frase “solo sé que nada sé”. El método y la frase nos deben concernir, ahora más que nunca. Jamás hemos sido más ignorantes que en estos tiempos. El conocimiento acumulado por la humanidad, la información digitalizada que, como colectivo humano, tenemos y seguiremos obteniendo, es virtualmente infinita. Sin embargo, en cuanto individuos, nuestra ignorancia es cada vez más abismal. Ni siquiera en lo que llamamos área de especialidad podemos pretender saber siquiera la mitad de las cosas. Seamos francos y humildes: no solo conocemos muy poco las materias que estudiamos, sino también demasiado poco acerca de cómo enseñar esas materias, con qué herramientas enseñarlas y cómo evaluar lo que enseñamos.

Respecto a con qué enseñar, resulta imprescindible ponernos al día con muchas herramientas informáticas que tenemos a disposición. Desde los chatbots de Bard, Chat GPT, Claude o Gemini; extensiones de Chrome; programas como Canva, Gamma.App o Leonardo AI; herramientas como Drive, Meet, plataformas como YouTube, o sistemas de gestión de clases como Google Classroom o Moodle – o para evaluaciones y formularios, Google Forms–, tenemos una pléyade de recursos. Igualmente poseemos, a un clic de distancia, excelentes enciclopedias y diccionarios en línea que se actualizan regularmente, amén de una infinidad de libros en diversos formatos, accesibles en bibliotecas electrónicas y otros repositorios virtuales. Lo mismo para archivos de audio, imágenes y vídeos. Todo esto, sin dejar de mencionar excelentes blogs y redes sociales en que colegas sobresalientes en nuestros campos de estudio comparten sus conocimientos y experiencia docente.

Sobre cómo enseñar y evaluar, cultivemos el ingenio y aun la astucia para evitar que nuestros estudiantes nos timen, entregándonos trabajos que ellos no hicieron, sino una GenAI. A mí se me ocurre asignarles, elaborar colectivamente mapas conceptuales a partir de textos y otros recursos preseleccionados, de tal manera que trabajen en proyectos originales. De este modo, creo que podría evitar el conocido ‘copy and paste’ (mal llamado ‘copipeich’), esa cómoda estrategia de plagio y timo que apareció con Windows y la Internet.

También podríamos evaluar a nuestros alumnos de manera presencial, in situ, por medio de exámenes orales o talleres en grupo durante las clases. De esta forma, estaríamos presenciando y evaluando en tiempo real el proceso mismo del aprendizaje, no solamente su resultado (y, de paso, nos ahorraríamos la tediosa tarea de llevarnos trabajo a casa). Que cada educador invente su propio método para contrarrestar el plagiarismo (y que lo comparta, pues cada vez se hace más difícil resolver esto.

Sea cómo fuera, la GenAI llegó para quedarse, pero no para detenerse en su estadía. Ya podemos visualizar un mundo en que androides potenciados con GenAI no meramente sirven como esclavos a los humanos, sino que realmente nos ayudan a ser mejores personas Por supuesto, otro escenario también nos acecha y está muy cerca (o quizá ya esté aquí). El de un universo de seres humanos más ignorantes, distraídos y perezosos, siendo descartados (o, peor aún, ‘desaparecidos’) por una GenAI cada vez más capaz, rápida (y cuasi invencible), como el Terminator de la homónima película ochentera. Por el momento, visualizo la pronta desaparición o extinción, pero no la de la raza humana, sino solo la del ‘magistropithecus’, inveterada fauna del salón de clases y antecesor ilustre de nuestras dignas labores.

El autor es docente

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