• 14/07/2021 00:00

'Mae alsalama eazizi duktur Mansour' (*)

“Llegó en el 2018 y, ni bien presentó sus cartas credenciales, dedicó su trabajo al desarrollo de proyectos en campos tan diversos como la ciencia, sanidad, turismo, medicina, educación, arte y literatura […]”

En árabe, lengua materna de los drusos, nos despedimos del excelentísimo embajador de Israel en Panamá, Dr. Reda Mansour, quien, tras tres años de permanencia entre nosotros, regresa a su país, donde asumirá nuevas responsabilidades profesionales, aún no definidas, sean en la Cancillería o en el mundo académico.

Primero, hablemos en el plano personal sobre este poeta, historiador y diplomático nativo de Isfiya, una adorable aldea drusa del Monte Carmelo, Israel. Reda comparte sus pasiones con quienes hemos tenido el privilegio de interactuar con él, tales como lo son su familia, integrada por su esposa Mona y sus tres hijos, su carrera diplomática y la poesía, al ser un connotado escritor políglota con varias obras publicadas.

En segundo lugar, hablemos de los drusos, una minoría religiosa parte del crisol de culturas israelí. Surgidos hace unos mil años, guían su credo bajo las enseñanzas de la Hikma o Libro de la Sabiduría. Entre sus profetas destaca Jetró, suegro de Moisés, cuya tumba ubicada en Nabi Shueib en la Galilea, Israel, es su lugar más sagrado. Cuentan con aproximadamente un millón de seguidores, esencialmente en Siria, Líbano e Israel.

En los países donde residen están vinculados al desarrollo de su patria. En el caso de Israel, país democrático y pluralista, sirven en sus Fuerzas de Defensa, tienen presencia en el Gobierno, Parlamento Nacional y el sistema de justicia. Son parte del mundo académico, científico, deportivo, económico y demás ámbitos de la vida nacional. Esto representa una ventaja, ya que, como israelíes étnica y lingüísticamente relacionados con el mundo árabe, son un puente entre las sociedades.

Reda no es la excepción a la norma drusa. En los lugares en donde ha servido como diplomático y académico busca conciliar opiniones. No le tiembla la voz, sea en árabe o en hebreo, en situaciones que él mismo propicia para acercar posiciones. Admite que no es fácil, pero, no desfallece, dado su carácter firme y a la vez afable. En Panamá interactuó con sus dos mundos, a veces separados, mas, unidos en él.

Llegó en el 2018 y, ni bien presentó sus cartas credenciales, dedicó su trabajo al desarrollo de proyectos en campos tan diversos como la ciencia, sanidad, turismo, medicina, educación, arte y literatura, en donde no olvidamos que inauguró la Feria del Libro 2018, que tuvo a Israel como país invitado.

En el plano comercial, impulsó la reactivación de la Cámara de Comercio Panamá-Israel y fue una figura central en el envío de delegación comercial a Israel, encabezada por S. E. Ramón Martínez, ministro de Comercio e Industrias, y S. E. Augusto Valderrama, ministro de Desarrollo Agropecuario, tras la firma y aprobación del tratado de libre comercio entre ambas naciones hermanas.

Reda dejó al descubierto su solidaridad y sensibilidad al liderar la donación de diez toneladas de alimentos y equipo de bioseguridad al Despacho de la Primera Dama de Panamá para ayudar a las familias afectadas por el huracán Eta. Luego de ello, enfrentó la pandemia junto a su familia liderando los esfuerzos de Israel para socorrer a poblaciones afectadas, tanto en nuestro país como en Barbados, Guyana, Surinam, Trinidad y Tobago, en donde es embajador concurrente, recordando que ayudó a organizar el primer vuelo sin escalas de El Al entre Israel y Panamá, que tuvo como propósito rescatar a turistas israelíes varados a raíz de la COVID-19.

Colaboró también con el ornato de la ciudad de Panamá, sumando su esfuerzo a la Fundación “Moviendo Vidas”, que tiene como objetivo sembrar un millón de árboles en el plazo de cinco años. Por motivo de ello y en honor a los Acuerdos de Abraham, sembró un Árbol de la Paz junto a la embajadora de Marruecos, S. E. Oumama Aouad, en el Parque de la Democracia.

Podríamos escribir mucho más sobre los muy buenos momentos vividos por Reda entre nosotros, como sus escapadas fuera de todo protocolo a Chiriquí, región cuyas montañas le acercaban a su natal Monte Carmelo, o aquella que estará por siempre presente en nuestras retinas bebiendo agua de la Bahía de Panamá que minutos antes había sido purificación a base de tecnología israelí.

Solo nos queda decir: “Shalom, Salam”, querido embajador Mansour. Se le va a extrañar.

Lic. en Educación e Historia, Universidad Hebrea de Jerusalén.
(*) Adiós, querido doctor Mansour
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