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- 08/12/2016 01:00
Felicidades a las madres panameñas
Este escrito se inspira en mujeres panameñas que me han contado sus historias en un autobús, en la sala de espera de la Facultad de Educación de la Universidad de Panamá, en la fila del Banco Nacional.
Paula, tiene 34 años, este año inicia su primer año de una carrera universitaria, igual que su hija mayor. A los 13 años se trasladó a la ciudad de Panamá para trabajar como doméstica, ganaba 80.00 balboas mensuales, de los cuales enviaba a su familia en el interior 60.00 balboas, tenía una larga jornada de trabajo, no podía asistir a la escuela. A los 16 años tuvo su primera hija y seguidamente un segundo hijo, después de cierto tiempo conoció a su actual compañero, con el cual formó una familia de cuatro hijos.
Decidió cuidar a su familia y posponer su sueño de ser maestra, recuerda que cuando vivía con sus padres ayudaba a sus hermanitos con las tareas, desde muy niña supo que quería dedicarse a esta noble profesión. La miraba sentada a mi lado muy orgullosa porque había dado un paso muy importante para hacer realidad su sueño, trabajó duro para lograrlo y nada la iba a detener. ‘Mi hija se inscribió en el primer año de Comunicación Social, mi hija más pequeña tiene seis años, dice mi esposo que debo pensar mejor las cosas, le respondí que me había inscrito en la universidad porque consideraba que estaba lista para convertirme en educadora'.
Nora, otra maravillosa mujer, pensaba que a medida que su compañero envejeciera iba a tener más dificultades para atender las actividades propias de la finca, es un trabajo duro y no siempre se cuenta con el apoyo de los hijos, por tal motivo, pensó en abrir un negocio de ventas de víveres en el mercado público de su pueblo. Ella inició atendiendo el negocio porque no era una idea muy aceptada por la familia. La tiendita en su primer año generó ingresos importantes, lo que motivo a su compañero a participar, primero la acompañaba, pero debido a que ella también tenía que atender otra actividad en la casa, se fue quedando solo, hasta que se convirtió en el negocio más importante de la familia, como ella lo había soñado. Lamentablemente, Nora murió de forma repentina unos días después de que me contó su historia.
En la fila del banco conocí a Andrea, tiene hijos gemelos y se graduaban de VI año, su esposo no gana lo suficiente para asumir los gastos que acarrean las ceremonias de graduación y todos sus accesorios, por ello, decidió vender duros desde inicio del año, estaba allí para ingresar a su cuenta de ahorro 600.00 balboas destinados a tal menester. Ella me contó con mucho orgullo lo que había logrado en poco tiempo.
De la mano de estas historias he querido felicitar a las madres panameñas que construyen día a día un camino honesto con mucho trabajo y amor para engrandecer este país.
Un gran abrazo y mis respetos en este día tan especial.
DOCENTE