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Desde hace décadas en América Latina se vive un periodo en que la democracia está reducida a pobres conceptos: votar y ganar. Más los mismos a pesar de que han llevado al despeñadero a múltiples gobernantes todavía siguen siendo el horizonte perseguido en todas las elecciones.
Los llamados políticos, que a mi juicio no son “una clase” como popularmente se difunde en los medios de comunicación, sino una “especie”, ya que actúan cuando llegan al poder como si ellos no pertenecieran al grupo humano u homo sapiens. La afirmación es debido a que pese a todos los errores que han visto en el pasado siguen tropezando con la misma piedra.
En América Latina, la especie política sigue gobernando o actuando de acuerdo a su propio libreto. Las realidades circundantes existen mientras se adapten a sus exigencias. El clamor de la gente es válido mientras se encuentren en el plan de ejecución de gobierno.
El voto en las urnas solo es válido para justificar que hubo participación más no legitimidad. Al parecer la llamada “fiesta electoral” que muchos medios de comunicación difunden es un espectáculo más similar a las ferias o los carnavales. El asunto quizá sea ganar los espacios para la publicidad a costa de una actividad que resulta mucho más delicada de lo que parece.
En muchos países donde ocurre una vuelta electoral solo se mira quién resulta ganador sin importar el porcentaje con que se haya logrado el triunfo. Luego de eso viene todo un momento de euforia que puede compararse con una “luna de miel” para aterrizar después en la realidad que es mucho más cruda y dura que el enamoramiento.
Generalmente hay periodos de “gracia” donde la sociedad da un tiempo determinado para la concretización de todo lo dicho en la campaña electoral. Pero luego, y dependiendo del tipo de promesas no realizables, así de igual manera sobreviene el desencanto.
Un escritor panameño una vez afirmó que las “promesas electorales” son como “novias que esperan” en el altar a que llegue su prometido que resulta que nunca se presenta. Pues literalmente hablando es lo mismo que ha estado ocurriendo en muchos procesos electorales donde el afán solo de ganar y acomodarse está divorciado del real compromiso.
Muy lejos de realizar una lectura correcta de las insatisfacciones, muchos candidatos a puestos de elección popular se apartan de la “novia en espera” al parecer por considerarla muy fea para sus aspiraciones.
El discurso hueco, las promesas de “todo lo posible”, para ganar y el propio concepto “oferta electoral” nos llevan a pensar que lo que está en juego es una venta de algún producto más no un compromiso serio con el electorado.
Seguir con la misma concepción de que la política es “el arte de lo posible” para embaucar y engañar a una masa electoral que ha venido creciendo en madurez y en conciencia crítica es no solo un error de coyuntura sino un juego muy peligroso que nos puede conducir a una espiral de violencia que no se sabe cómo terminará. Ya lo hemos visto en muchos países como Colombia, Ecuador, Perú y México por mencionar algunos.
No hay que despreciar las señales previas a una contienda electoral. Muchas veces estamos ante un camino sin retorno y las mismas malas prácticas de siempre de los “pseudo políticos” que parecen entender los momentos que estamos viviendo nos pueden llevar a todos a experiencias nada positivas ni mucho menos constructivas.