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Los resultados de las Elecciones Generales de este 5 de mayo confirman lo que ya avisaba la conformación del Padrón Electoral: una nueva generación, un nuevo elector (mayoría de votantes entre 18 y 40, y 50% mujeres en el electorado) ha tomado las riendas. Es un cambio no solo en las elecciones, es un cambio en el país.
La política como la conocíamos, anclada en los partidos, recibió un varapalo histórico. Instrumentos diseñados para el Panamá de los 90, las agrupaciones políticas (incluyendo el Tribunal Electoral), tienen sobre sí el serio reto de adaptarse y caminar hacia la irrelevancia.
Desde que inició la campaña en febrero hubo signos de que algo estaba operando distinto esta vez. Lo que se definía como una “campaña fría” o sin tracción, era en realidad una respuesta apática de ese nuevo elector a los partidos políticos.
Fue evidente que los candidatos de los partidos, a todos los niveles, experimentaron grandes dificultades para generar interés y conversación entre sus campañas y el ciudadano. Pocos lo lograron.
Tal vez la excepción sea el candidato Ricardo Lombana, cuyo partido, MOCA, todavía puede ser percibido como parte del movimiento independiente. Era evidente en sus actividades y en las interacciones en redes sociales recibía una respuesta real de los electores que simpatizaban con su propuesta.
Pero si miramos con detenimiento las instituciones donde la política tradicional era fuerte, la Asamblea, los gobiernos locales, el cambio hacia candidatos por libre postulación o aquellos menos tradicionales ha sido contundente.
¿Cómo es que una joven sin experiencia política, estructura ni financiamiento hizo volar por los aires un refugio seguro de la política tradicional como la Alcaldía de San Miguelito? Ocurrió porque esta vez decidió un contexto electoral distinto. Otro tanto ocurrió en el Municipio de Panamá.
Y si miramos la nueva conformación de la Asamblea Nacional, estamos ante un cambio político sin precedentes: de los 60 diputados que buscaban la reelección, solo la consiguieron 13.
La Asamblea, precisamente, era uno de los más importantes reductos de la política tradicional. Con 21 nuevos diputados por libre postulación, el escenario cambiará por completo allí dentro.
Porque no se trata solo de la cantidad, sino de la forma y el fondo que esos nuevos diputados van a imponer. Porque al estar ellos mejor conectados con el nuevo elector y sus temas (como lo demostraron Juan Diego Vasquez y Gabriel Silva en su dramática minoría), el contraste con figuras de la vieja política será tremendo.
¿Qué tanto poder van a poder presumir ahora desde su curules diputados como Robinson, Bolota o Pineda? Se quedaron sin contexto, simplemente. Ante ese naufragio, no será extraño verlos moverse como se mueve la vieja política: en dirección al Ejecutivo.
Ahora bien, el camino para los candidatos por libre postulación y no tradicionales tampoco está exento de peligro. Ese nuevo elector que los eligió lo hizo en busca de un cambio, por lo que la expectativa es enorme. Por ello, lo que se juegan esos nuevos funcionarios electos no solo es la evaluación de su propio desempeño, sino la consagración o la ruina de la opción independiente.
Manuel Domínguez
El autor es consultor