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Panamá es un país al servicio del mundo, cuya mayor fortaleza radica en su ubicación geográfica privilegiada. Desde tiempos antiguos, nuestra región ha sido un punto de intercambio comercial. Este legado de conectividad se consolidó con la construcción del primer ferrocarril interoceánico y, más tarde, con el Canal de Panamá.
A partir de la década de 1990, Panamá implementó una estrategia marítima integral que nos posicionó como un líder global en el comercio y la logística. Este conglomerado marítimo incluye la ruta del Canal, puertos privados que han hecho de nuestro país el hub de trasbordo más importante de la región, el registro de naves que lleva nuestra bandera a todos los rincones del mundo y las industrias marítimas auxiliares panameñas. Estas últimas, compuestas por cientos de empresas privadas que ofrecen servicios esenciales que atienden a embarcaciones de todo el mundo mientras estas esperan transitar el Canal, ingresar a puertos o beneficiarse de nuestra ubicación estratégica.
El fenómeno de la flota oscura
Sin embargo, este éxito también nos expone a la actividad de actores con fines menos nobles, como es el caso de la llamada “flota oscura”. Este fenómeno surge como una respuesta a las sanciones internacionales impuestas al crudo de Venezuela e Irán, pero se ha intensificado, recientemente, con el conflicto entre Rusia y Ucrania. Además, la flota oscura no solo involucra el tráfico de petróleo sancionado, sino también la pesca ilegal y otras actividades clandestinas.
Los buques que conforman la flota oscura, en su mayoría tanqueros, operan al margen de las regulaciones internacionales. Desactivan sus sistemas de identificación automática (AIS), lo que los hace invisibles a los sistemas de monitoreo tradicionales y, usualmente, realizan operaciones de transferencia de carga de barco a barco en alta mar, muchas veces en condiciones precarias y sin supervisión adecuada, lo que plantean riesgos significativos, no solo para el medio ambiente, sino también para la seguridad de la vida humana.
Panamá como hub marítimo y sus desafíos
Panamá se ha consolidado como un hub para diversas actividades marítimas, incluyendo el trasbordo de contenedores, abastecimiento de combustible y víveres, reparaciones navales, cambios de tripulación y otros. Aunque estas actividades son en su mayoría reguladas, la presencia de la flota oscura en nuestras aguas representa un desafío creciente. La ausencia de un sistema de monitoreo efectivo fuera del Canal permite que estas embarcaciones operen sin control, particularmente en nuestra zona económica exclusiva (ZEE) del Pacífico y el Caribe.
Un ejemplo claro de las consecuencias de estas actividades fue el derrame de petróleo en 2004, que afectó el laboratorio del Smithsonian en Galeta. Este incidente se atribuyó a transferencias clandestinas de petróleo venezolano realizadas por buques oscuros. Estos barcos, muchas veces en mal estado y con tripulaciones insuficientemente capacitadas, representan un riesgo latente de accidentes.
La necesidad de un Comité de Seguridad Marítima
La Organización Marítima Internacional (OMI) ha promovido activamente la regulación de actividades de transferencia de carga de barco a barco para mitigar los riesgos asociados. Siguiendo esta tendencia, Panamá debe adoptar una estrategia más vigilante y proactiva. Esto incluye la implementación de un sistema integral de monitoreo que abarque toda nuestra ZEE, la patrulla constante de nuestras aguas y la cooperación con socios internacionales y empresas privadas.
En este contexto, resulta crucial que el gobierno forme un Comité de Seguridad Marítima. Este comité, que debe reunir a representantes del sector público y privado, puede coordinar esfuerzos para garantizar la seguridad y sostenibilidad de nuestras aguas. La experiencia de países como Grecia y España, que han adoptado el protocolo OPRC 90 y otras políticas internacionales recientes, demuestra la eficacia de este enfoque.
Conclusión y el rol de Panamá ante la flota oscura
Como nación marítima de relevancia global y miembro destacado de la Organización Marítima Internacional (OMI), Panamá tiene la responsabilidad de abordar el fenómeno de la flota oscura con determinación. La OMI ha señalado este problema como una prioridad internacional, reconociendo los riesgos que estas embarcaciones representan para la seguridad marítima, el medio ambiente y la economía global.
Más allá del enfoque geopolítico, el verdadero peligro radica en las naves subestándar que conforman la flota oscura, operando fuera de las regulaciones internacionales. Estas embarcaciones, además de comprometer la seguridad de nuestras aguas, representan una amenaza directa a nuestros ecosistemas marinos, al utilizar prácticas como la desactivación de sistemas de identificación automática (AIS) y operaciones clandestinas de transferencia de carga. Este tipo de actividad pone en riesgo la sostenibilidad del comercio marítimo global, del cual Panamá es un eje fundamental.
Panamá, como uno de los principales stakeholders dentro de la OMI, debe liderar con el ejemplo. Esto implica no solo adoptar, sino también reforzar, las medidas promovidas por la OMI, incluyendo regulaciones estrictas para operaciones STS, estrategias de monitoreo integral implementando un sistema de tecnología de control de tráfico marítimo, radar de larga distancia, patrullaje y satélite en todas nuestra aguas jurisdiccionales y particularmente en nuestra Zona Económica Exclusiva (ZEE), y la colaboración activa con la comunidad internacional para rastrear y sancionar estas prácticas ilícitas.
No solo está en juego nuestra reputación internacional, sino también la protección de nuestro entorno marino y la seguridad económica del país. Al enfocarnos en la implementación de políticas robustas y sostenibles, Panamá puede consolidarse como un modelo de gobernanza marítima, reafirmando su posición como líder y guardián de uno de los ejes más estratégicos del comercio mundial, esto al igual que otros temas de gran importancia coyuntural deben formar parte de una estrategia panameña de cara al mundo.