• 17/04/2023 00:00

Los juicios de Nuremberg y Tokio (1945-48)

“EE. UU., [...], hizo horrores con las naciones indígenas al oeste del Mississippi y en las Filipinas a finales del Siglo XIX. Holanda, Australia y Francia ni se diga. En fin, la historia es escrita por el victorioso”

“La historia es escrita por los victoriosos” (Winston Churchill). Contrario a Panamá, nos fregó Kuwait en el golfo meses después. Los países que entran en guerra contra EE. UU. terminan económicamente más boyantes y buenos aliados de los gringos (ejemplos: Alemania, Japón y Vietnam). Antes que Berlín y Tokio gozaran de los frutos de ser derrotados por el Coloso (luego nuestro “Globocop”) escuchaban en la radio y filmes documentales en los cines los juicios de sus altos oficiales militares y políticos señalados con el nuevo término legal tipificado como “Crímenes Contra la Humanidad”.

En Núremberg se encontraron diecinueve culpables sentenciados desde pena de muerte a cadena perpetua, solo tres inocentes y varios suicidios en sus propias celdas. Hitler, según el Ejército Rojo, se suicidó y supuestamente inmolado con la inminente llegada de los soviéticos a su búnker en Berlín, en abril 1945. Desde los zares hasta el megalómano de Putin yo no confío en nada que se grazna desde el Kremlin.

El ruso que conozco hubiera empalado a Adolf en la Plaza Roja y no enviarle fotos a Patton de un pareja calcinada en aquel búnker. Aunado a eso, encuentro algo plausible los fuertes rumores de que Adolf se fue con su Eva Braun a la fascista Argentina de Perón con apoyo del Vaticano. Lo mismo pienso que mi Napoleón se fugó de la isla prisión Santa Helena junto con su joven amiga inglesa Betsy Balcombe a New Orleans. Este, igual que otros magnicidios como el de Remón, Kennedy, Torrijos, etc., no conviene develar los rostros de los artífices.

El juicio de Tokio tomó más tiempo (1946-48), debido, entre otros, a las múltiples nacionalidades de los magistrados y que los políglotas VIPs tiranos nipones de repente no hablaban inglés (¡!). De haber un fiasco como el de Babel en el Siglo 20 ese juicio fue uno. El fallo envió a siete a la ahorca y dieciséis a cadena perpetua. Al sospechoso principal, el “impoluto” y endiosado emperador japonés Hirohito no lo enjuiciaron. Era 1948 y a Moscú se le salió el cobre en el este de Europa y comenzó la costosa e inútil Guerra Fría. El recién creado Pentágono necesitaba sus inútiles esfuerzos de mantener la Marea Roja lejos del Occidente. Necesitaban a Japón de aliado y extender los derechos de bases militares en ese archipiélago para vigilar el este siberiano-soviético y el sur de Asia hasta su fiel aliada Australia.

De estos dos juicios aprendí que se mandó un claro mensaje a los futuros déspotas militares y políticos que hay serías consecuencias por maltrato a seres humanos, sean civiles o militares. Sin embargo, hay algo que no supero a mis sesenta y dos, es el doble discurso y la impunidad de los “victoriosos” en cualquier continente; sean orientales, blancos, negros, etc. Con el perdón de mi madre inglesa y mi padre de Iowa, encuentro que ambos juicios tenían un fétido doble discurso.

Los magistrados eran de los países victoriosos (Holanda, Francia, India, RU y EE. UU.), cuando en realidad fueron los Brits y gringos los que dieron el máximo sacrificio hasta Hiroshima y Nagasaki, cuando el automatizado Sol Naciente se rindió ante el generalísimo MacArthur en el USS MISSOURI. Allí acabó la Segunda Guerra y ya se estaba cociendo en Moscú el encuentro en Corea, Vietnam, Praga, Varsovia y Berlín del Este.

Hubo un doble discurso en los dos juicios. Hubo un arbitrario “borrón y cuenta nueva”, ignorando los genocidios durante los siglos XIX y XX por parte de las naciones que los magistrados representaban. EE. UU., por ejemplo, hizo horrores con las naciones indígenas al oeste del Mississippi y en las Filipinas a finales del Siglo XIX. Holanda, Australia y Francia ni se diga. En fin, la historia es escrita por el victorioso.

Ingeniero en Sistemas y Telecomunicaciones.
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