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- 12/06/2013 02:00
La botellita de jerez
Para todos es evidente que la campaña electoral ya ha comenzado, impregnada de amenazas y ofensas de tipo personal. La evidente estrategia es desacreditar al adversario político, acabar con su reputación y con su buen nombre sin parar mientes en el daño a su entorno familiar pasado, presente o futuro. Nadie en su sano juicio puede aplaudir tal proceder pero los vientos que ya han comenzado a soplar enrumban el velamen en esa dirección. Me temo que quienes pretendamos lanzarnos a la competencia política no encontraremos una contienda de altura, sino un lodazal. Habrá que meditar si vale la pena el esfuerzo.
Cuentan, quienes la vivieron, que la campaña que precedió el golpe de estado de 1968 fue tan impúdica que se arrastraron reputaciones, se penetró en las intimidades de familias enteras, se dijo de todo, se inventó de todo, lo que era cierto se exageró y lo que era falso se refrendó como cierto. No quedó piedra sobre piedra.
No tenemos que ir muy lejos porque en la campaña recién pasada se ofendió a mansalva a contrincantes con la evidente intención de desacreditar sus inteligencias y capacidades personales. Es evidente y lamentable que ya se han comenzado a sentir las señales de tiburones al asecho, dispuestos a devorar reputaciones alegando que son reglas normales en una campaña política donde todo se vale. Quienes se lancen al ruedo, tendrían que aprender a vivir con ellas.
Se intenta señalar que existe diferencia entre campaña negativa y campaña sucia. Una, dicen, tiende a resaltar aspectos reales pero negativos de la vida, carácter o experiencia del competidor; la otra, aseguran, consiste en difundir falsedades sobre algún aspecto de la personalidad, antecedentes o relaciones del candidato. Pero muchas veces la diferencia puede ser imprecisa y dañina como podría ser si un candidato fuese efectivamente denunciado por la comisión de un acto irregular que se le imputa pero que aún no se le comprueba. ¿Constituiría campaña negativa o sucia la difusión de esa denuncia aún no comprobada? El efecto negativo podría ser fatal para sus aspiraciones políticas.
Las campañas electorales negativas han demostrado producir buenos resultados. Un candidato en la última campaña en Estados Unidos se negó, con todo derecho, a divulgar sus ingresos anuales; ese hecho cierto dio pie a que sus contrincantes alimentaran toda clase de sus picacias y sugirieran motivos turbios. Resultado: de un hecho legal se trató, con toda malicia, de inferir algo sucio.
Si las campañas negativas o veladamente sucias son inevitables, sobre todo si la Fiscalía Electoral las interpreta en forma sui géneris y acomodaticia, se me ocurre recomendar el simpático dicho mexicano que constituye una forma rotunda, elegante y eficaz de hacer rebotar el insulto y devolverlo al ofensor: ‘botellita de jerez, lo que digas será al revés’.
Los niños de ayer recordamos que aquel Don Ramón y el Chavo del Ocho la pronunciaban a menudo como una manera jocosa y fina de devolver una agresión. Sería bueno, entonces, que la recordáramos para restarle eficacia ofensiva a los insultos que ya se escuchan, con tan solo adoptar el dicho mexicano. Hagamos referencia a ‘La botellita de jerez’ y creo que sería una contundente manera de desactivar insultos haciendo rebotar la diatriba, la falta de respeto, la vulgaridad y los improperios en la propia cara del agresor. Si su propio lodo lo ensucia en el mismo instante de su agresión, se verá forzado a desechar ataques carentes de poderes ofensivos, convertidos en actos de frustrante autoflagelación.
En consecuencia, recomiendo la frase como escudo de defensa automática contra los excesos que nos tienen preparados y guardados.
EXDIPUTADA DE LA REPÚBLICA.