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- 22/06/2021 00:00
Una isla democrática en un mar de tiranías
Un nuevo Gobierno inició sus funciones en el Estado de Israel, una isla de democracia, pluralismo, igualdad de género y tolerancia religiosa rodeada de dictaduras, reinos medievales, teocracias y pseudodemocracias, en donde los partidos y élites gobernantes organizan elecciones en las cuales obtienen, sin mayor esfuerzo, entre el 95 y el 100 % de las preferencias populares.
Pues, a diferencia de sus vecinos que resuelven sus problemas apelando, en el mejor de los casos, al fraude electoral o a la violencia, como es el caso sirio, yemenita y libanés, en Israel los problemas de gobernabilidad se resuelven mediante el voto ciudadano. Y es así como, tras cuatro elecciones en dos años, un aire fresco entra en la política israelí y un nuevo ciudadano ocupa la cabeza del Poder Ejecutivo en Jerusalén. Se trata de Naftalí Bennet, procedente de la derecha religiosa nacionalista, en donde su partido, YEMINA (derecha), lidera conjuntamente con el centrista-laico YESH ATID, del periodista Yair Lapid, una coalición que incluye al derechista TIKVA JADASHA, a ISRAEL BEALIA, identificado con el electorado laico proveniente de la antigua Unión Soviética, para luego contar con el apoyo del centrista CAJOL LABAN, incorporando también al histórico LABORISMO y al izquierdista MERETZ, cerrando con el islamista RA´AM.
Así como lo acaba de leer: más allá de la diferencia ideológica entre sus ocho integrantes, el abanico que conforma la nueva coalición de 61 bancas sobre las 120 existentes en la KNESET (Parlamento), por primera vez incluye a RA´AM, representante de un sector de la minoría árabe que integra aproximadamente el 20 % de la población nacional, una minoría con presencia constante en la casa legislativa, pero que siempre estuvo reacia a sumarse a las 35 coaliciones precedentes en los 73 años de independencia. Con Mansour Abbas a la cabeza de los cuatro diputados que fueron claves para conformar el 36º Gobierno israelí, prioriza mejoras en la calidad de vida de sus electores, principalmente los ubicados en la Galilea y en el Neguev, aquejados de serias dificultades sociales, culturales y estructurales, que les han impedido disfrutar plenamente de los altos estándares de desarrollo humano que gozan los demás israelíes, sin olvidar los elevados índices de criminalidad acentuados en años recientes ante la mirada pasiva de las autoridades responsables.
Es que, si hablamos de lo bueno, corresponde también hacerlo de los temas a mejorar. No todo es perfecto y color de rosa en Israel, país que, como todos, es perfectible. Sin embargo, la incorporación de RA´AM al Gobierno nos da un nuevo argumento y una oportunidad para demostrarle la falsedad de aquellos que injustamente y de manera ignorante acusan a Israel de practicar el “apartheid” contra los 1.8 millones de árabes israelíes, recordando que el “apartheid” fue aquella terrible institución que rigió en Sudáfrica por espacio cercano a un siglo, discriminando sistemáticamente a la población negra por motivos raciales, privándoseles de todos sus derechos ciudadanos.
Hablar de Israel y “apartheid” en paralelo es una aberración presente solo en la mente de odiadores de oficio, toda vez que desde su fundación Israel sumó a la población árabe a su vida cotidiana. Existen jueces, diplomáticos, militares, científicos, policías y deportistas árabes que hacen vida en Israel. El capitán de la selección israelí de fútbol, Bibras Natkho, es musulmán circasiano. Y no olvidemos que la población árabe de Israel es la única población árabe en todo el Medio Oriente que vota en elecciones libres y elige a sus líderes. Es una población que tienen acceso a escuelas y universidades de primer orden, ni qué decir de la atención que recibe en la red de salud pública que demostró su eficacia derrotando a la COVID-19 y la cual también tiene en sus filas a doctores, enfermeros y paramédicos pertenecientes a la etnia árabe, profesionales que fueron una pieza importante en el exitoso logro israelí, modelo a escala mundial.
Es así como, tras doce años ininterrumpidos al frente del Gobierno, el partido LIKUD de Benjamín Netanyahu, sus aliados ultraortodoxos y de la extrema derecha, pasaron a formar parte de la oposición, junto al otro partido árabe que desistió sumarse al Ejecutivo nacional. Así es la democracia en un país que funciona. Mientras unos salen, otros entran. Alternancia, inclusión de minorías, diálogo y pragmatismo, reconociendo y respetando al rival, fórmula que deseamos se expanda por todo el Medio Oriente, muy en especial en aquellos países en donde aún la pólvora fratricida sigue cegando la vida de decenas de miles de ciudadanos árabes a manos de los tiranos que los oprimen.