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- 23/09/2022 00:00
Intercularidad y movimientos migratorios
Es comprobado que el ser humano desde su presencia en nuestro Planeta Tierra —según investigadores, hace millonada de años fue en África (Sudan y Etiopia)—; con el evolucionar cerebral fue curiosamente despejando provocadoras interrogantes desafiadoras sobre su entorno natural. Obviamente, casi que, por instinto de conservación, esos ancestros nuestros extendieron su mirada hacia todo lo que rodeaba y posteriormente a distancias lejanas. Por esa obligada movilidad para su supervivencia fue creando instrumentos de trabajo y para la comunicación cercana y distante; con agregado de instrumentos, imitadores de todo sonido, para la recreación en el tiempo libre. En este crear y recrear; ingenuamente, sin proponérselo, nació y se extendió la cultura con enriquecimientos migratorios del ser humano; manifestación que, con sus variantes, subsiste y subsistirá como necesidad vital de la humanidad.
Al aceptar la definición de lo cultural como un conjunto de presencias que caracterizan a un pueblo, una clase social y una época, ipsofactamente deducimos, por poseer insertada su movilidad, que ella es dinámica cambiante, viajero sin límite geográfico y de tiempo. Y así como un migrante puede llevar hasta esporas en su cuerpo, bien lleva en su ser el asentamiento de todo lo adquirido por sus costumbres, hábitos y creencias seculares; junto a destrezas y habilidades para producir objetos con necesaria utilidad para solucionar demandas de existencia.
Por lo anterior, todo ser migratorio siempre lleva, donde vaya, lo adquirido culturalmente con el impulso, casi involuntario, de intercambio o canje de valores significativos. Intercambio, inserto en la dinámica cultural, como efecto de toda migración humana.
Como efecto, por los intercambios culturales dentro del desarrollar migratorio, se alcanza a crear un subproducto cultural híbrido que satisface las expectativas por una solución a una necesidad vivida.
Desde la antigüedad hasta nuestros días, siempre han existido y existirán movimientos migratorios interculturales hasta concluir con el reconocimiento de una humanidad con una cultura universal, promotora y aliada para el reinado de la paz y el amor.
Tanta es la preocupación, desde la postrimería del siglo xx, por la dinámica migratoria, que se han creado organismos dependientes de la ONU con el propósito de atender esa manifestación como un fenómeno creciente con bajo control.
Actualmente, se manifiestan oleadas migratorias alarmantes que recorren desde África a Europa y desde África hasta toda América; con la presencia de una débil institucionalidad para el control y dirección de estas. ¿Cuáles son las causas y efectos que se encierran en ellas?
En un pasado no muy lejano se han dado manifestaciones paulatinas de migrantes en búsqueda de mejores ofertas para la satisfacción de sus necesidades vitales; presencias migratorias que han respondido a la solución temporal de estrecheces económica en un país y demanda de mano de obra barata en el otro; manifestación pasada sin mayor conflicto y que contrasta con la actual crisis migratoria: efecto de una crisis económica mundial, relacionada con la mala distribución de la riqueza y su despojo-saqueo por países hegemónicos.
Nuestro Panamá no está exento del impacto migratorio que se escenifica sorpresiva y alarmante en Darién; con la buena experiencia de favorables aportes culturales que insertados en lo nuestro han contribuido, con sus valores ejemplares, a enriquecer nuestra identidad y dinamizar la economía.
En ese intercambio cultural ambas partes son ganadoras; pues para el inmigrante, con la oferta de sus competencias, se alivian situaciones apremiantes en su país de origen y para nuestra nación se recibe un pensar y hacer para beneficio de su desarrollo.
Panamá puede exponer un ejemplo aleccionador que un bien administrado movimiento migratorio debe dar un excelente beneficio intercultural.