• 30/11/2018 01:02

China: recuerdos del futuro (II) (Al presidente Xi Jinping, en su primera visita a Panamá)

Pasar la página — Pese a que viví junto al monstruo, nunca he sido antinorteamericano. Habiendo sido víctima directa de Washington desde 1950

P asar la página — Pese a que viví junto al monstruo, nunca he sido antinorteamericano. Habiendo sido víctima directa de Washington desde 1950 en Panamá, Holanda y Estados Unidos y, por ende, un sobreviviente del imperialismo, no me quedaría otra que exclamar, como Regino Pedroso (el primer poeta proletario de Cuba) lo siguiente: ‘Siendo de origen chino, negro y proletario, ¿qué otra cosa puedo ser si no antiimperialista?' (El Ciruelo de Yuan Pei Fu, Poemas Chinos, La Habana, 1955). Y es que son dos cosas muy distintas: ser antinorteamericano o ser antiimperialista.

Ser antiimperialista debe ser la condición natural de todo pueblo. Las Naciones Unidas deben ser, en esencia, antiimperialistas, porque así lo mandata el Derecho Internacional. Lo justo es que los pueblos se rebelen ante sus opresores. ¿Será casualidad que China Popular, junto a Rusia, sean los países más respetuosos del Derecho Internacional, mientras que los dueños del mundo lo abandonan y apartan?

No puede ser antinorteamericano quien fue educado como yo por cinco años en un colegio regentado por profesores de la Iglesia Metodista de Estados Unidos (tal como Huang Hua), que nos recalcaban el significado de la justicia. Fue por ello motivo de orgullo para mí leer en el diario La Estrella de Panamá , a raíz de la agresión de enero de 1964, que mi profesor de Grammar y director del Instituto Panamericano, Kenneth Darg, exclamara: ‘¡La Zona del Canal es una anomalía en el siglo XX!'. Fue el único norteamericano que denunció la matanza de nuestro pueblo.

Además de recibir una educación pronorteamericana, mi primer trabajo me lo ofreció la Embajada de Estados Unidos (que rechacé) y mis empleos posteriores fueron en empresas emblemáticas de ese país: Ford Motor Company, IBM Corporation y Gulf Oil Corporation.

Admiramos a Estados Unidos por sus aportes a la civilización, por ayudar en la derrota del fascismo, a la construcción del Canal y a partearnos como República, aunque nuestra independencia murió estrangulada en el cordón umbilical durante la cesárea. Pero le reclamamos haber actuado por intereses egoístas y no por altruismo. Ahora, en el umbral de una nueva era de relaciones con la República Popular China, los panameños debemos pasar la página.

Los primeros visitantes de China: el Ferrocarril de Panamá

Los chinos vinieron (los trajeron) en los mismos barcos que llevaron a los africanos como esclavos a América para construir el primer ferrocarril interoceánico y transcontinental del mundo, por una empresa de Nueva York.

Huían de las Guerras del Opio (1842) que sometieron al pueblo chino y le arrancaron ventajas comerciales y concesiones territoriales. Huían de las inundaciones y la hambruna, producto del ‘caos constructivo' de los europeos, en nada diferente del actual, que destruye lo que sobrevive del ‘orden mundial'.

Aunque millones se apuntaron en distintos puertos de China para venir a Panamá, solo se reportaron mil trabajadores para construir la vía férrea en 1854, ya que muchos quedaron en el camino. Al llegar, encontraron a otros de sus paisanos aquí. Los culíes vinieron engañados como esclavos a enfrentar las selvas más inhóspitas del mundo, sin alojamiento, alimentos o medicinas; y a construir, sin sospecharlo, un ramal marítimo de la antigua Ruta de la Seda. Murieron agotados por sobreexplotación, reptiles, alimañas, cocodrilos y un clima hostil, en vista de que la empresa enfrentaba un ultimátum y solo los chinos podían salvarla de caer en manos colombianas.

Los que no murieron por lo señalado fueron asesinados por agentes de EE.UU. que mantenían la ‘neutralidad'; se suicidaron colgados por sus coletas; se lanzaron a las aguas atados a rocas o pagaron a malayos para que les quitaran la vida con lanzas y espadas. Era mejor morir en un acto de liberación que seguir martirizados. ¿Cuánto habría que sufrir para preferir quitarse la vida a razón de 33 trabajadores al día durante un mes? El martirologio de los chinos, que encararon lo que obreros de diferentes nacionalidades rehuyeron, es un episodio de la historia que no ha sido correctamente valorado por nuestro pueblo. Murieron, es verdad, pero cumplieron y construyeron el ferrocarril.

Los chinos y sus descendientes conocemos mejor que nadie el día a día de los panameños pobres. Los sobrevivientes del Ferrocarril se casaron y levantaron familias con panameñas; fundaron la primera sociedad extranjera de Panamá en 1873; diseminaron sus valores y su cultura; integraron junto a otros la nacionalidad panameña y aportaron al desarrollo nacional.

Los chinos nos legaron el ‘mafá', la ‘pezuña', el ‘cuartillo', el respeto a los ancianos y su conducta ejemplarizante. Hasta la década de 1970, el pueblo panameño nunca supo de un solo delincuente chino. Recuerdo al embajador de China Popular en las Naciones Unidas y luego canciller, Huang Hua, cuando aconsejó (1973) a la comunidad china que adoptaran a Panamá como su Patria y trabajaran para engrandecerla, sin pedir nada para la China.

EL AUTOR ES ANALISTA INTERNACIONAL Y EXASESOR DE POLÍTICA EXTERIOR.

‘Los chinos nos legaron el ‘mafá', la ‘pezuña', el ‘cuartillo', el respeto a los ancianos y su conducta ejemplarizante'

‘Admiramos a (EUA) por sus aportes a la civilización, [...], a la construcción del Canal y a partearnos como República [...]'

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