• 09/08/2023 02:05

El pensamiento humanístico de Justo Arosemena (I)

Don Justo vivió por y para Panamá, fue constante su preocupación por el devenir de su patria.

9 de agosto de 2017, fecha en que se conmemora el Bicentenario de don Justo. Han transcurrido 200 años y parece que fue ayer. Parece, pues su pensamiento se ha hecho presente con frecuencia en el quehacer de Panamá.

La humanidad ha tenido grandes hombres cuyos pensamientos han incidido en corrientes filosóficas, educativas, políticas, sociológicas, religiosas, etc. Don Justo vivió por y para Panamá, fue constante su preocupación por el devenir de su patria.

En el presente trabajo, expondremos una serie de conceptos de autores panameños, los cuales son demostrativos de que el pensamiento del Dr. Arosemena fue algo extraordinario, y que en todo momento lo utilizó para lograr ventajas en beneficio de su patria.

Hablar del pensamiento de tan Ilustre Patricio es, en nuestra opinión, desarrollar un tema en torno a diferentes facetas que vivió el Istmo durante el siglo XIX. Ello es así, porque la gloriosa vida de don Justo transcurrió de 1817 a 1896, una diferencia de veintiún años que no se nota, gracias a su gran obra que aún gravita sobre nosotros, y que no ha sido valorada justicieramente.

‘Nada más indicado pues, cuando se habla de las meditaciones de lo panameño, hay que comenzar por el pensamiento de Justo Arosemena como el máximo justificador, del ser auténtico panameño'.1

Participa don Justo de esa inquietud que sacudió al Istmo durante la centuria del XIX que en esencia reclamaba una reflexión exhaustiva sobre nosotros mismos, es decir, proponernos como tema de nuestras agitaciones; hacernos objeto de nuestro propio pensamiento y escrutar, sin temores de ninguna especie, la conciencia nacional.

Encontramos en el pensamiento Arosemeniano los primeros brotes de inquietud por indagar lo panameño; por encauzar definitivamente el ideario existente de que nuestro destino era la independencia total. El, cual ninguno, meditó sobre la problemática nacional y nuestra nacionalidad, y más que nadie contribuyó a la justificación de nuestra existencia.

‘Su furiosa pasión por lo panameño constituye el evangelio espiritual de nuestro siglo pasado, y en él se fundaron las más audaces tentativas libertarias'.2 Diáfanamente demuestran las anteriores palabras del Prof. Isaías García, el acendrado amor que sentía Arosemena por su terruño y lo colocan en el sitial de precursor intelectual de posteriores actividades emancipadoras. Por ello, consideramos que quien quiera encontrar el génesis de la secesión de 1903 debe dirigir sus pasos hacia el pasado y beber de esa fuente cristalina que fue el pensamiento de don Justo.

A través de sus escritos y en todo momento trató de demostrar que Panamá no podía ser parte integrante de la Gran Colombia, que ella tenía una meta prefijada; o sea, la facultad de autogobernarse sin injerencias jurídicas extrañas. Para corroborar la verdad de su opinión, recordaba que nuestra independencia del yugo colonial se logró sin la ayuda de Colombia y solo gracias al valor de los istmeños, que desde ese instante sentaban las bases de una futura panameñidad.

No se detiene allí don Justo, más adelante decía que nosotros nos habíamos unido a Colombia por conveniencia, pues no teníamos la madurez suficiente para constituirnos en entidad aparte. Es más, aguzando su ingenio y siempre tratando de justificar el ser auténtico panameño, recurrió a diversas ramas del saber, tales como la Historia, la Ciencia Política, La Psicología y la Geografía.

‘En rigor, Justo Arosemena es él mismo un convincente testimonio de nuestra nacionalidad, como lo fueron otros hombres y hechos contemporáneos. Creo firmemente que el período comprendido entre 1821 y 1850 tiene extraordinaria importancia histórica. Porque ese período se corresponde nada menos que con los años de alumbramiento de la nacionalidad'.3 Aquí Rodrigo Miró, sin ambages de ninguna especie, va al grano y lo proclama como lo fue, el paladín del nacionalismo istmeño.

La influencia de las ideas europeas es notoria en su pensamiento, tanto en el campo filosófico como en el histórico, político y sociológico. Ecléctico en grado sumo, no desaprovechó oportunidad alguna para tomar de las diversas Escuelas Filosóficas ideas para cimentar su pensamiento y por ende, lograr la autonomía nacional. Sus inquietudes filosóficas, tendientes a realizar sus sueños de nacionalidad, fueron las primeras en el Istmo. Resalta el mérito de que no obstante estar las nuevas ideas casi ausentes del continente americano, Arosemena pudo, gracias a su espíritu emprendedor, recibir su renovador influjo.

En el siglo XIX se libró en Colombia una batalla por excluir de la educación las nuevas ideas, y entre ellas las de Jeremías Bentham. Ello no fue óbice para que Arosemena recibiera la savia de las ideas utilitarias, ya que en 1835, cuando fueron restablecidos los estudios de Bentham, don Justo se graduó de doctor, recibiendo así la enseñanza de sus escritos.

‘El Benthamismo señala un período trascendental en la historia del pensamiento y la doctrina colombiana y, por extensión, de la panameña'.4 No hay que olvidar que el utilitarismo formulado por Bentham iba ligado al desenvolvimiento de la tesis individualista que abogaba por un individualismo social, y no como el clásico, en el que el individuo no formaba parte del organismo colectivo, ‘Bentham fue el mentor espiritual de gran parte de los filósofos radicales ingleses que contribuyeron a darle realce y organización sistemática al ideal democrático liberal del siglo'5, que llegó a América y fue absorbido por nuestros pensadores. Indiscutiblemente nuestro don Justo iba incluido dentro de esa pléyade de pensadores hispanoamericanos. Es así como los escritos del gran tratadista inglés ejercieron gran influencia en su pensamiento, al igual que lo hicieron los de Benjamín Constani, de quien tomó los elementos especulativos de su liberalismo político.

Hemos visto ya los comienzos del contacto entre el pensamiento de Arosemena y las nuevas ideas del Viejo Continente, pero eso no es todo, aparece también el Darwinismo que creó una nueva mentalidad y con ella una verdadera actitud histórica. Ya había sido Europa sacudida por tres revoluciones; la Comercial, la Cultural y la Religiosa; en otras palabras, hubo un cambio de ideas. Todas estas corrientes tocaron a las puertas de América, que se las abrió de par en par, y como buena anfitriona, las invitó a pasar con gentileza.

TRABAJADOR SOCIAL (JUBILADO).

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