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- 26/11/2019 00:00
Humanismo: única alternativa
“Un humanismo bien ordenado no comienza por sí mismo, sino que coloca el mundo delante de la vida, la vida delante del hombre, el respeto por los demás delante del amor propio”, Claude Levi Strauss.
Tres momentos de mi vida aparecen como ráfagas vivientes para explicar de una forma distinta lo “humano”. Hace años mi padre, Magdaleno Sánchez Reyes (q.d.e.p), a los 45 años de su vida y después de sufrir un accidente automovilístico, presentó su tesis de periodismo titulada “Noticias de interés humano”. Este fue mi primer contacto con el concepto “humano”. Y de allí aprendí de él que, en las visiones, misiones y valores dentro de las prácticas profesionales, debe existir el humanismo como norte, porque la etiqueta de humanismo es necesaria conocerla en estos tiempos actuales. Fue una tesis de investigación basada en un humanismo siu géneris por el alto contenido de violencia en los diarios nacionales (Panamá 1970), antes de los debates de la llamada “época posmodernista”.
De mi segundo momento conversé con el amigo y colega Pedro Pineda González, extraordinario pensador nacional, para conocer el enfoque filosófico de lo que entendemos por “renovación con humanismo”. Pedro manifestó que en las sociedades orientales y occidentales, inclusive nuestros grupos indígenas, la educación se refuerza con los valores, es así que los criterios éticos de los grupos originarios se aprenden con la educación. Así se empieza la renovación. No como lo que se está dando, que las máquinas se han convertido en una extensión de lo humano, cuando debe ser lo contrario.
El papa Francisco manifestó en Panamá, en la JMJ, en parte de su discurso: “Si quieren actuar bien, recurran a los abuelos”. En China los abuelos son los que educan, son los que construyen infancias y forman parte de sus procesos educativos que les ha dado gran parte de su formación. Los budistas, taoístas, y Confucio tienen criterios éticos que refuerzan esos valores de ver más lo humano, donde se aprende a recibir en sus sociedades, a la gente, por ejemplo. De los kurdos y árabes debemos aprender a ayudar al desvalido, una cosa es la guerra y otra lo humano.
Renovemos el discurso, internalicemos el conocimiento. Hoy se esconde el discurso de la renovación y los Gobiernos imponen y no educan. Por último, nos dice Pedro Pineda que nos están convirtiendo en xenófobos, porque lo más importante es que “el que viene traiga dinero”, no que “sea humano”.
Tercer momento. El enfoque sociológico del Dr. Manuel Calderón Pimentel, autor de la recién presentada obra “Miradas sociológicas”. Según Manuel Calderón la renovación es un “continuon”, es un producto y es convencional. Es como un letargo en el hacer vivencial y debe tener una finalidad reflexiva y prospectiva sobre la vida. Debe tener una dimensión en reflexibilidad. Debe tener un espíritu de desarrollo en el factor humano, si no está proyectada en ese sentido. El problema que la renovación se ha convertido en una retórica de desarrollo del pensamiento esclavista controlada por los señores del poder. “No podemos ser los carneros de panurgo”. La renovación y prospección debe ser para el mejoramiento de la Universidad y el país. Debemos crear conciencia, ser sujetos del cambio, porque lo social es dinámico y el humanismo es el modo final que debe llevar toda la sociedad, aunque existan 1000 formas de ver lo social, mientras otros se aprovechan de la riqueza de la sociedad. Hay que ser cada vez más humanos, es la única razón de todas las explicaciones posibles.
En el contexto actual, lo humano está desapareciendo, porque la ciencia y la tecnología no le dan paso porque nos enseñan solamente a usar la computadora sin pensar en la ternura, como lo diría Pepe Mujica (expresidente de Uruguay).
Renovemos con humanidad, para cambiar la sociedad.
“Nos queda mucho. Nos queda repensar el mundo, nos queda el humanismo, la ambición de construir una vida más justa, pero no tiene por qué ser bajo el amparo de una doctrina dogmática. Nos queda la libertad interior de cada uno, la libertad de pensar, la libertad de crítica y autocrítica constante, de no ser autocomplaciente o conformista. Nos queda el valor y el rigor de pensarse el mundo todos los días para no ser conformista...”, Rosa Montero.