A inicios de esta década XI Jinping, el presidente chino, anunciaba al mundo lo que ya era evidente. China se abría paso para convertirse en la primera potencia económica del mundo, en lo que era, más que una comunicación formal, un desafío al orden mundial, y lógicamente, a la primera potencia de estos dias, Estados Unidos.

La evidencia había comenzado desde principios del siglo XXI y tomaba forma en los años diez, por lo que la apertura de la primera misión diplomática de esa nación asiática en Panamá, no dejaría de ser un acontecimiento, aun cuando desde finales del siglo XX había existido aquí una misión comercial. Lo que sí había tomado por sorpresa a muchos, yo entre ellos, era que esa apertura se produjera al amparo de un gobierno de derechas como el del empresario Juan Carlos Varela, que por su perfil de hacia entonces cosas inesperadas.

Los otros, en apariencia sorprendidos fueron sectores locales, a favor desde siempre, de las relaciones con Norteamérica por encima de vínculos como los que iban surgiendo con China. Varela ejercía, válido es decirlo, una autonomía que ni el centro izquierdista PRD había hecho en su momento, y que quizás sea el hecho que haya llevado a Washington adoptar una serie de medidas en su contra.Lo cierto es que el arribo de la misión china produjo escarceos y diferencias públicas, sobre todo cuando la administración Varela anunciaba su intención de ceder un terreno a orillas del Canal para la construcción de la sede de la embajada del pais asiático. No era culpa de la embajada China, no era ella quien había solicitado el terreno, era el gobierno quien por razones desconocidas hasta ahora había sido tan generoso.

En todo caso la administración Varela no estaba obligada a rendir explicaciones a nadie su decisión. Pero como se sabe, seis años después de aquel debate no hay sede, aun, de la embajada China en el área revertida, como si la tienen Estados y Rusia.

Es ese el contexto que rodea los primeros meses de Wei Qiang, como primer embajador de China en Panamá; un clima polémico, cuyo contexto evidenciaba los temores de Estados Unidos por lo que ha identificado hasta hoy como “la penetración china en América Latina”.

Habría que ver a que exactamente a qué se refiere Washington, porque es evidente que algunos preceptos de su Seguridad Nacional cobran en América Latina connotaciones que no se aplican a otras regiones del mundo.

De la mano de Wei Qiang, Panamá ha conocido una China respetuosa de su soberanía y sus leyes, incapaz de tomar posiciones respecto a la política oficial panameña. Ha fomentado, eso sí, las mejores relaciones económicas entre las dos naciones, al termino que buena parte de las exportaciones de la producción nacional va a parar a ese país.Intercambios culturales, bajo preceptos de respeto mutuo entre naciones y una legitima preocupación por fomentar las relaciones comerciales entre los dos países, así como una intensa relación amigable entre empresarios, gremios sindicales, personalidades. Además de diplomático, Wei Qiang se preocupó, en los últimos seis años por conocer cada rincón de Panamá, cada feria, cada evento nacional, su cultura y la forma de ser del hombre panameño de a pie, su comida y sus preferencias.

En marzo del año pasado coincidimos en el restaurante de un hotel, en David, Chiriquí; desayunaba y al tiempo sostenía un serio debate con sus compañeros de mesa sobre la hojalda o la hojaldre.

De pronto lo vi acercarse a mi mesa a toda prisa y me convirtió en árbitro de aquellas diferencias.―en Panamá es hojalda, u hojaldre, me preguntó.Aun cuando en ya casi en todo el pais se le dice hojaldre, recordé que cuando yo entré a ciudad de Panamá a los seis años, tuve la misma confusión. Porque en mi Salamanca querido, en el interior de Colón, sobre todo entre los grupos humanos de origen colombiano, le llamábamos hojalda, y en la capital era ... hojaldre.

Asi que le dije eso...depende de la región.Pero aquel encuentro me pareció fantástico, como me lo parece cada vez que me encuentro un diplomático metido en las costumbres cotidianas de los panameños, conociendo los platos cotidianos de su cocina o montado en un metro bus. Wei Qiang ha si uno de esos. Expositor franco y sencillo de la política de su país, y a la vez interesado de manera sincera por conocernos mejor.

Por eso no me extraña que haya hecho tantos amigos en Panamá, lo que con seguridad también lo llenan a él de satisfacción. Hasta luego Wei Qiang, gracias por tu amistad.

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