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- 21/05/2009 02:00
Garantizar la gobernabilidad
El presidente electo Ricardo Martinelli ha concentrado la más grande expectativa de cambios democráticos en la historia del Panamá moderno. Aunque existen dificultades estructurales para convertir esas expectativas en realidad, están en sus manos las posibilidades de continuar reconciliando la política con la justicia social y dejar una huella perdurable en el ejercicio de la Presidencia de la República. Porque, definitivamente, la esperanza sigue tercamente viva en el corazón de la mayoría de los panameños.
El Panamá que recibe Martinelli no muestra una democracia anémica. Se le entrega un Estado con responsabilidad social, que ha hecho uso transparente de los dineros públicos y que ha enfrentado con decisión las demandas de los más necesitados. Bajo la administración del presidente Martín Torrijos el país no estuvo congelado en el tiempo. Martinelli reconoció que está impresionado por el desempeño del gobierno saliente en temas como reformas del Estado, saneamiento de las finanzas públicas, crecimiento económico, agenda social y reinserción de Panamá en la comunidad internacional.
La perspectiva crea las condiciones para profundizar en el proceso de reformas iniciado por el presidente Torrijos y es propicia para que Martinelli se agigante con sus nuevas responsabilidades. Su conducta futura debe abonar un camino diferente, de acuerdo a sus prometidos cambios y transformaciones. Si en la campaña electoral cualquier método para lograr el triunfo era aceptable, en función de gobierno Martinelli debe erradicar la idea de que todo vale menos la razón. Hay que darle espacio al optimismo. En plena luna de miel con el electorado, es el momento de abonar el llamado inicial a la unidad nacional y al consenso.
Hay que apuntalar la cultura democrática, evitar los desvíos autoritarios y hacer que el gobierno y las instituciones funcionen mejor. El nuevo gobierno no debe dar cabida a la satisfacción de pasiones vengativas, porque perturbarían la legitimidad del ejercicio de la democracia. El presidente Torrijos dio ejemplo de cómo atemperar la supremacía del Poder Ejecutivo. Ahora con el nuevo gobierno el péndulo no debe oscilar entre hegemonía e ingobernabilidad.
El escenario que debe prevalecer no es del que tiene más capacidad para controlar la calle enfrentando al poder represivo del Estado. Nunca el diálogo sincero y respetuoso ha sido signo de debilidad. Por eso la concertación y no la fuerza, la mesura y no el radicalismo, el consenso y no la ingobernabilidad, deben ser el ambiente para preservar la estabilidad política y el equilibrio social.
Las primeras declaraciones de Martinelli han dejado claro que su triunfo no es la antesala de la ingobernabilidad. Muy por el contrario. La cómoda mayoría en la Asamblea Nacional de Diputados, las bases para una transición ordenada e imperceptible y los reiterados llamados a la unidad nacional son indicativos de que lo menos que se desea es generar incertidumbre. Sobresalen los aspectos económicos, sociales y financieros. Hay que amortiguar la tormenta que está cayendo sobre los sectores externos de la economía producto de la recesión internacional y sus efectos sobre las inversiones, el crecimiento económico y los programas para reducir la pobreza. Todos los propósitos deben encaminarse a destapar la capacidad colectiva para enfrentar los problemas nacionales. No hay espacio para postergaciones.
-El autor es periodista.d_olaciregui@hotmail.com