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- 04/11/2022 00:00
Futuro de los ecosistemas marinos de Panamá
Mi relación con el mar inició con mal paso: quemaduras por el sol cuando niño, una deshidratación de la que casi no salgo, una vez que quedé aislado por la marea…, pero, cuando marqué tortugas marinas durante las grandes “arribadas” de la década de 1980, mi amor por el mar quedó definido para siempre, y los 20 años de la Fundación MarViva son una buena razón para reflexionar sobre si nuestro único océano planetario se convertirá en el triste desierto muerto que presenta Cormac McCarthy en su novela La carretera , una pregunta clave para la nación que es, dada su naturaleza geográfica, el país marino por excelencia.
Los humanos afectamos al mar desde dos grandes frentes: extracción y contaminación. Sacamos del ecosistema marino todo tipo de organismos, desde camarones minúsculos hasta ballenas leviatánicas, como si fuéramos horticultores que arrancan todas sus plantas sin dejar semilla para la cosecha siguiente. Y enviamos cada día al océano, contaminados, los tres estados de la materia, gaseoso, sólido y líquido: aire contaminado que genera lluvia ácida; tierra deslavada por malas prácticas agrícolas, contaminada además con agroquímicos, cuyo sedimento hace estragos en los arrecifes de coral; y agua que lleva desde mercurio —que se acumula en las cadenas de alimentación— hasta hormonas que dañan la fisiología sexual y reproducción de invertebrados y peces. Todo esto lo hacemos, claro, sin intención de dañar nuestro único océano, por una combinación de ignorancia y chapucería ambiental, pero el efecto es igualmente devastador.
Tanto los Estados, como las organizaciones privadas, buscan evitar el colapso de nuestros recursos pesqueros, pero ante la inmensidad del problema, el esfuerzo también debe ser inmenso. Acá quiero, desde mi punto de vista de ecólogo y editor externo a la fundación, dar un vistazo a lo que ha hecho MarViva, y también al futuro de los mares panameños. En el caso de la pesca ilegal, que según la FAO es realizada tanto por poderosas flotas extranjeras como por pequeños pescadores locales, la fundación ha apoyado nueva legislación e, igual de importante, que esta se aplique. También ha educado a pescadores artesanales sobre qué pescar, cuándo y cómo, así como sobre el manejo sanitario que tanto falla en nuestros países centroamericanos.
Ha apoyado un Plan de Acción de Basura Marina que debe proteger el Pacífico desde México hasta Colombia, y ha promovido legislación regional, nacional y, tal vez más eficaz por lo cercana a la persona común, municipal, para la reducción de la contaminación plástica y el rechazo de los plásticos que, tras un uso breve, pasan a contaminar, como botellas y pajillas. La campaña #ChaoPlásticoDesechable ha tenido el buen tino de dirigirse a establecimientos comerciales del sector turismo y alimentación, como operadoras de buceo, hoteles y restaurantes, guiándolos para que ellos mismos decidan qué hacer para reducir la contaminación marina por plásticos desechables.
Otro logro importante es el plan de manejo del Área de Recursos Manejados Humedal Golfo de Montijo. El plan es resultado de una amplia consulta, donde los pescadores artesanales jugaron un papel clave en la toma de decisiones de pesca responsable, al combinar sus conocimientos y experiencias con la información científica.
Ahora que la fundación cumple 20 años, puede mirar con satisfacción lo que ha hecho, pero también debe hallar nuevas maneras de llevar todos estos conocimientos que produce a más personas, con capacidad de corregir el rumbo que tiene nuestra relación con el mar. Personalmente, soy optimista, creo que los pasos de MarViva son pasos pioneros en el camino que toda la humanidad debe tomar para que “la mar siga viva” para nuestros descendientes.
Sentado frente a la playa, miro el mar y me parece infinito: nada que yo haga puede destruirlo. Qué equivocado estoy. ¡Qué equivocados estamos todos!