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- 07/12/2022 00:00
Fuerzas que moldearon el Casco
En enero de 2023 expirará la exitosa ley de incentivos al Casco Antiguo. ¿Qué haremos? ¿Sencillamente extenderla? ¿O robustecerla con visión de desarrollo sustentable e inclusivo?
También en enero, ese barrio celebra cumpleaños. Carlos Aguilar Navarro, nuestro ex ministro de Cultura, resume bien sus orígenes cuando afirma que “hace 350 años, se da un hito en la historia de Panamá: una ciudad atacada, saqueada y destruida apenas dos años antes, renacía y consagraba su nuevo hogar a pocos kilómetros del original. Eligieron 'el sitio del Ancón'. Era una península defendida por un cerro a sus espaldas y por una muralla construida con la esperanza de ser invencible”.
Aquel nuevo hogar mencionado por Aguilar, hoy es el segundo destino más visitado por los turistas y, desde 1673, ha sido moldeado por tres fuerzas.
La primera fuerza fue su diseño, puesto al servicio de la discriminación racial. El Dr. Alfredo Castillero Calvo, en su obra 'La ciudad imaginada', lo explica con maravillosa lucidez: “el recinto urbano de la nueva ciudad era muy estrecho y sólo dejaba espacio para 300 solares. Casualmente 300 era el número de vecinos blancos que podían aspirar a ocuparlos. El resto (la chusma, los negros, los mulatos, los zambos, los mestizos), serían deportados al arrabal, a cientos de metros de Puerta de Tierra, cuyo acceso se le cerraría al anochecer. La nueva ciudad se convierte —caso realmente insólito en la historia urbana de la América colonial— en una ciudad elitista que las capas dominantes de la sociedad se reservan para su habitación exclusiva”. Eso cambió en 1916 cuando la aristocracia, poco a poco, se mudó a Bella Vista y las casas señoriales se volvieron de inquilinato.
El fuego fue la segunda fuerza moldeadora. Gracias al arquitecto Eduardo Tejiera-Davis y su documento 'El Casco Antiguo de Panamá' (http://bdigital.binal.ac.pa/bdp/artpma/casco%20antiguo1.pdf) aprendemos sobre los incendios sufridos por el barrio en los siglos XVIII y XIX. Tejeira afirma: “la historia de muchas ciudades hispanoamericanas ha sido definida por catástrofes: terremotos en Centroamérica y en la zona andina [así como] huracanes en el Caribe. Construidos primordialmente en madera, en Panamá, el azote de los inmuebles eran los incendios”. Así pues, no sorprende que el Casco Antiguo conserve muy poco patrimonio arquitectónico colonial. La Casa Góngora en la calle cuarta, detrás del Hotel Central, es una de ellas. Y agrega Tejeira: “[En el siglo XVIII] sólo el arrabal parece haber quedado incólume [a los incendios] y parte de la elite terminó mudándose [temporalmente hacia] allá. En Santa Ana llegaron a vivir dos terceras partes de la población de la ciudad, unos siete mil habitantes en 1790”.
La Compañía de Jesús y el Convento de Santo Domingo quedaron en ruinas, exactamente como las vemos hoy. Además, la próxima vez que usted pasee por las plazas Bolívar y Herrera, considere que ellas existen porque antes fueron manzanas con inmuebles que luego de incendios, nunca se reconstruyeron.
El más reciente caso de incendio ocurrió en 2018. Tristemente desapareció La Casa Boyacá, la única de madera que quedaba en pie clasificada técnicamente como de “primer orden” (coloquialmente como Categoría 1), de conformidad con el Decreto Ejecutivo 51 de 2004, Manual de Normas del Casco. La casa era bella, reconocible y famosa porque semejaba un barco. Se fue...
La tercera fuerza que moldeó el Casco es la gentrificación. Dicha palabra es un anglicismo que se refiere al regreso al auge luego de la decadencia. Fue impulsada por dos hechos clave ocurridos en agosto y diciembre de 1997: primero, la referida Ley de Incentivos Financieros y Fiscales, firmada en Veraguas por Ernesto Pérez-Balladares, nuestro presidente en la fecha y luego la declaración de la Unesco, estableciendo al Casco como patrimonio de la humanidad, firmada en Nápoles por su director general, don Federico Mayor-Zaragoza.
Respaldado por la citada Ley, la declaración y una abundante dosis de valentía, un puñado de inversionistas creó el Casco que disfrutamos hoy. Ese esfuerzo rinde mérito a veinte años (2001-2021) de revitalización comercial y turística que no se logró gratuitamente. Hubo un efecto colateral indeseable: una parte de la gente arraigada y humilde se marchó. Sin ella, hay áreas que perdieron un poco del alma que las hizo ricas. ¿Por qué? Porque edificios y calles constituyen activos que pierden seducción, cuando faltan aquellos habitantes que aportan el acervo poderoso de sus relatos y costumbres.
En el futuro, el Plan Local de Ordenamiento Territorial del Municipio de Panamá —que establece a Santa Ana como zona de amortiguamiento del actual Casco— podría ser útil para armonizar el tejido social de todo el sector.
Dicho plan podría propiciar apartamentos innovadores y dignos, para parejas jóvenes de bajos y medianos ingresos. Serviría también para que ciudadanos humildes, que le brindan servicios y mano de obra al Casco, vayan y vuelvan a sus casas solo caminando unas cuadras, no desplazándose una hora y pico hacia la periferia.