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- 30/09/2020 00:00
Filosofía, sindemia y crisis capitalista
No hay la menor duda de que vivimos tiempos de angustias y aciagos, caracterizados por una gran incertidumbre mundial, como consecuencia lógica del SARS-CoV-2 causante de la COVID-19 y que ha provocado tantos estragos económicos, emocionales, existenciales y, sobre todo de salubridad pública. Para entender este proceso epistémico utilizamos el concepto de “sindemia” que ha sido desarrollado por antropólogos médicos y que nos proporciona un marco teórico de mayor comprensión. La Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá, la define como: “Cuando dos o más epidemias interactúan de manera sinergística y contribuyen por el resultado de su interacción al exceso de enfermedades, en una población determinada… es la primera sindemia del siglo XXI”. Es decir, que hay una “troika” de pandemias a saber: la pandemia viral del coronavirus, la pandemia de enfermedades crónicas (diabetes, cáncer, VIH, enfermedades cardiovasculares, etc.) y a ello hay que sumarle la pandemia de desigualdad socioeconómica, que es una categoría incorporada desde la sociología. Estas tres pandemias que constituyen una sindemia hay que analizarlas cómo interactúan entre ellas para medir sus efectos, alcances y magnitudes en el daño a la población más vulnerable.
Esta gran encrucijada entre sindemia y crisis capitalista, que aún no tiene una salida, debido al carácter desterritorializado y aterrador de ambos virus por su carácter global, parece tener un fin apocalíptico, si los grupos antisistémicos no salen en defensa de la vida y la dignidad humana. Si las sociedades en riesgo no se rebelan contra un sistema que promueve la injusticia y defiende los intereses corporativos del capital financiero, que solo evidencia las profundas desigualdades estructurales de nuestra sociedad y las brutales injusticias existentes.
El sistema capitalista implementa la necropolítica para controlar el mundo, exacerbando el individualismo exponencialmente y destruir la solidaridad humana; solo hay que ver cómo Estados Unidos está comprando vacunas contra la COVID-19 y las que están por producir, dejando al resto del mundo a su suerte. Todo esto en virtud de la lógica del capitalismo en su modalidad neoliberal y salvaje que funciona sobre el fundamento de un crecimiento ilimitado de la renta, que aprueba y explora el monopolio descomedido del capital, y este a su vez sufraga y vigila todos los subsistemas del modelo económico estructural, del sistema capitalista.
Ante este panorama tan sombrío y en una aproximación “prima facie”, la gran incógnita que surge es ¿cuál es el papel de la filosofía en estos momentos, en que ni aún la ciencia (que ha tenido más primacía) ha podido resolver esta crisis sanitaria?
La pregunta parece devastadora para la filosofía, pero si el ser humano es el constructor de su propio destino y su propia historia, en la que nos inventamos y reinventamos colectivamente en periodos de crisis, la filosofía, en su dimensión crítica, reflexiva, y totalizadora de la realidad, permite la fundamentación y primacía de una epistemología humanista asentada en la racionalidad ética, sobre la racionalidad instrumental, que solo perpetua mitos sociales de eficiencia y eficacia capitalista.
La pandemia por sí misma no vencerá al capitalismo ni lo devastará, a pesar de su severa crisis, como señala Agustín Nazareno Mozzoni: “los virus no hacen revoluciones. La perversidad y la voracidad del capitalismo, aparentemente asediado por un microorganismo de 120 nanómetros, no pueden permitirnos el lujo de obnubilarnos ante los autoritarismos y las falsas recetas”. La esperanza está en el horizonte y está más latente que nunca, razón por la cual la reflexión filosófica sobre la situación actual es, en sí, de gran trascendencia ética y epistémica, ya que no se sabe el alcance final de esta crisis.
A pesar del discurso pesimista de los escépticos, los que luchamos por la transformación social y económica confiamos en que otro mundo es posible y que la utopía nos enseña a caminar, como dijo Fernando Birri y que popularizó Eduardo Galeano. La utopía…
“Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos,
ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte
se corre diez pasos más para allá.
Por mucho que camine,
nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar”.