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- 01/06/2010 02:00
De fariseos y cristianos
MARIO A. ROGNONI*
Esta semana pasada le correspondió al presidente Martinelli a nombre del Estado panameño pedirle perdón a Patria Portugal, hija de Heliodoro, por la muerte de su padre durante la revolución del 68. Analizando el hecho, pienso que si bien el presidente lo hizo a nombre de todos los panameños, no todos los panameños comparten su perdón.
En primer lugar, los que debieron pedir perdón fueron los que estuvieron ligados al hecho, inclusive quizás todos los miembros de la institución castrense y sus colaboradores; pero, ¿por qué los adversarios del régimen?, ¿qué culpa pueden haber tenido los panameños que no compartían las ideas y formas de actuar del gobierno revolucionario?
Lo que me lleva a pensar en la hipocresía que muchas veces vemos reflejada en los actos de nuestros contemporáneos.
Con qué facilidad vemos actitudes y discursos en personas distantes en su conducta de lo que predican. Cuántos panameños conozco identificados como cristianos, pero que desconocen la verdadera filosofía cristiana. Cristo redujo los mandamientos a una sola regla de vida, “ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. No dudo que la gran mayoría amamos a Dios, pero, ¿nos amamos a nosotros sobre todas las cosas?, es decir, caemos en el primero yo, segundo yo, tercero yo. Como buenos fariseos, y no buenos cristianos, proyectamos una falsa identidad, queremos ser perdonados, pero no perdonamos. Cuántos hay que igualmente repiten en su falso cristianismo, “yo perdono, pero no olvido”. Y es en esa hipocresía en la que vemos entonces campañas de medios por la moral y la justicia, pero ellos mismos venden morbo, amoralidad y resaltan violencia.
Cuántos cristianos frecuentan la Iglesia, pero su vida familiar es un bochorno, cuántas veces los oímos rezando el Padre Nuestro, pero luego los vemos ofendiendo y peor aun, mostrando odios donde le Iglesia predica amor. Nos llamamos cristianos, pero caemos repetida y públicamente en los pecados capitales de envidia, lujuria, y tantos otros. Nuestro país, como muchos, ha pasado por pruebas difíciles, solo con un verdadero espíritu cristiano podemos garantizar las condiciones para lograr una mejor sociedad. Un espíritu que incluye el perdón, la justicia, la equidad, la solidaridad, ese amor al prójimo del que nos hablaba Cristo, una sociedad libre de envidias y odios, una sociedad cristiana en todo el sentido de la palabra. Nuestro atraso nace de la falsedad en nuestros sentimientos, cuando dudamos de las intenciones de gobernantes y gobernados, cuando anteponemos nuestro interés al colectivo, cuando el prójimo deja de ser importante.
Cuando discutimos la forma de lograr más seguridad, cuando hablamos de evitar la deserción escolar, cuando hablamos de mejorar la distribución de riqueza, todo se reduce a un llamado a ser mejores cristianos, a respetar la vida, a, en resumen, amar al prójimo como a ti mismo. Hace más de dos mil años el hijo del carpintero nos enseñaba la filosofía que garantizaba no solo la entrada al Reino de Dios, sino a tener una mejor sociedad. Veinte siglos después el hombre busca soluciones, sin aceptar que desde entonces han estado al alcance de sus manos.
*Ingeniero y analista político.